Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


La máquina de triturar

26/02/2022

En las tertulias de la última semana, muy focalizadas en Génova -la calle madrileña situada entre la Plaza de Colón y Alonso Martínez- y en la guerra de Ucrania, escuchaba el otro día el símil (ojo, no misíl) de la máquina de triturar en la que se ha convertido la política española. Venía a colación de la caída en desgracia, casi de un día para otro, del otrora diputado por Ávila Pablo Casado y sus tribunos -no, perdón, esta terminología es más de otro partido-. A renglón seguido me llegaba el típico meme con una fotografía en la que sólo se veía nítidamente a Pedro Sánchez y empezaba a desvanecerse el líder del PP, tras haber desaparecido con anterioridad dos próceres de la nueva política como fueron Albert Rivera y Pablo Iglesias. La singular imagen correspondía al debate previo a las anteriores elecciones generales. Sólo se percibía de una manera clara, insisto, al autor de Manual de resistencia. Moraleja: resiste y vencerás. Aunque… no siempre. Yo he escrito por aquí que vivimos un momento en el que los liderazgos son especialmente débiles; en el que los mejores ya no quieren estar en política. Simplemente, no les compensa. Demasiados sinsabores, escarnio público garantizado y un pago injusto las más de las veces, incluso dentro de sus propias siglas. Hay casos de políticos respetados por la ciudadanía que son recordados con especial inquina dentro del partido que consiguieron aupar, en ocasiones, cuando las llamas se habían convertido en rescoldos. Pero, somos así. Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. No hay muchos días felices en política. Y mucho menos en un país como el nuestro que, con la bilis por encima del cutis que vestimos, se ha convertido tristemente en una auténtica trituradora. Es éste un tiempo en el que, una cosa es lo que se escucha en la plaza pública, y otra muy distinta, lo que reportan los hechos. 
Casado se equivocó en muchas cuestiones. Pero la mala leche con la que le respondieron al porterillo de Génova, 13, me recordaba a aquellas veces en las que, de niños, jugábamos a la mano negra, e íbamos de portal en portal. A la señora que había dejado la sartén humeante para ver quién timbraba a aquellas horas le llevaba los demonios aquella chiquillada… Y algún que otro capón nos caía. El hasta hace unos días líder incuestionable de los populares se fue a dormir un día y al siguiente se levantó con flechas hasta en el carnet de identidad… Los medios afines atacaron sin piedad al hasta entonces jefe de la oposición. Y, como en política (y alrededores), parece que lo que se dice un día, al siguiente ya se ha olvidado (viviendo deprisa, que cantara Alejandro Sanz), ni siquiera aquellos que se habían definido como fieles y allegados durante el tiempo que les interesó, se cortaron un pelo al darle la espalda. Sin ruborizarse. Delante de 47 millones de españoles. Menudo papelón. Sólo se vio alguna cara compungida -alguna, tal vez en exceso-, pero en unas semanas, será un si te he visto no me acuerdo.
Pateamos el camino de baldosas amarillas del que se han ido borrando las lealtades, como algún día las legiones de millenials se difuminarán sus tatuajes. Ese pasar página con excesiva rapidez dice mucho de nosotros, pero también de un país impresionante, pero que tiene lo que merece. Ni más, ni menos. Queremos contar con unos dirigentes cum laude que sean ejemplo en todo porque aquí tenemos una virtud que es ver los errores en los demás, pero no movernos del sitio cuando detectan los nuestros. Y si podemos disimularlos, mejor que mejor.  En la mayoría de las ocasiones, nosotros mismos ni siquiera nos exigimos lo que les demandamos a ellos. 
Obviamente quien tiene que tomar decisiones en una gran organización vive con muchas más complicaciones que quienes juzgamos desde el salón de nuestra casa. Desde la comodidad del chaise-longue. Es mi caso. Pero, Casado ha errado más de una vez, aunque… lo que le han hecho, el salvaje derribo al que se le ha sometido, no lo merece nadie. Perdonenme, yo así lo veo. Por cierto, me recordaban esta semana que fue él quien encumbró a Isabel Díaz Ayuso cuando nadie la conocía, aunque esto no lo quisiera explotar por las cuestiones que fuera. Política. Ya me entienden.