Eulogio Florentino Sanz, un escritor fascinante

D. Casillas
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El profesor e investigador abulense José Antonio Bernaldo de Quirós reúne en un libro la biografía y una amplia selección de la obra del poeta, dramaturgo y traductor arevalense

Eulogio Florentino Sanz, un escritor fascinante

Dando feliz fin y con magnífica solvencia a una investigación en la que había dado sus primeros pasos hace ya varios años, el profesor e investigador abulense José Antonio Bernaldo de Quirós –autor de varios estudios sobre literatura abulense, especialmente de teatro, y también de un estudio en el que defiende con válidos argumentos que Fernando de Rojas no es autor de la versión primitiva de La Celestina y que incluso empeoró el texto original con sus aportaciones– acaba de publicar un libro que recoge una rica biografía y reúne con afán de totalidad la obra del escritor arevalense Eulogio Florentino Sanz –un autor fundamental de las letras españolas de mediados del siglo XIX, cuya mucha calidad sirvió a la hora de sobrevivir al paso del tiempo para compensar su escasa producción–, de quien este año se cumple el segundo centenario de su nacimiento.

Recuerda el autor de Vida y obra del escritor Eulogio Florentino Sanz. Del Romanticismo al Realismo. De la gloria a la marginalidad, libro editado por la DiputaciónProvincial de Ávila, que «yo empecé a interesarme por Florentino, que es como le llamaban en su tiempo, cuando estaba estudiando Filología. Me llamó mucho la atención, entre otras cosas, que una persona de Ávila, concretamente de Arévalo, hubiese tenido tanta influencia sobre Gustavo Adolfo Bécquer, un poeta capital en la historia de la literatura española. Me informé un poco más sobre él y descubrí que había sido uno de los autores de más éxito en su tiempo, que había tenido una biografía muy curiosa porque acabó completamente en la indigencia siendo como había sido un personaje notable, y entonces incluso lo pensé como un tema posible para mi tesis doctoral allá por los años noventa». 

Desechó finalmente esa idea de convertir a Florentino en el protagonista de su tesis «por varias razones, básicamente porque escogí un tema como el del teatro en Ávila, que lo podía investigar aquí, ya que sin internet investigar era muy costoso y muy complicado», y el tema del poeta y dramaturgo de Arévalo «lo pospuse, aunque entre los años 2003 y 2008 hice una decena de artículos sobre él, y digamos que lo aparqué».

Eulogio Florentino Sanz, un escritor fascinanteEulogio Florentino Sanz, un escritor fascinante - Foto: Isabel GarcíaPero ahora, añade José Antonio Bernaldo de Quirós, «viendo que llegaba la celebración del segundo centenario de su nacimiento, me dije que tenía que retomar el tema, porque desde que murió, en el mismo momento en el que lo estaban sepultando, ya algunos amigos suyos dijeron que tenían que recopilar su obra y editarla, que es lo mismo que se hizo con Bécquer, que murió con su obra inédita y sus amigos lo editaron... pero por unas razones o por otras esa recopilación de la obra de Eulogio Florentino Sanz no se había hecho nunca. Yo pensé que era una desidia imperdonable dejar pasar el bicentenario y no hacerlo... y me puse a escribir este libro».

El resultado de esa exhaustiva labor de estudio histórico y comparación literaria es un trabajo de investigación de la vida del protagonista y de recopilación de gran parte de su obra –teatro, poesía, su poca narrativa y sus interesantes traducciones–, que se dilata a lo largo de más de 600 páginas que se leen con interés y, por qué no decirlo, con agradecimiento.

Tras la presentación que realiza el presidente de la Diputación y la introducción que hace el autor, el libro ofrece al lector la biografía de Florentino, un generoso despliegue de datos muy bien hilados para su comprensión que divide su contenido en varios capítulos, comenzando con sus años de formación – desde su nacimiento en Arévalo hasta su salida de la localidad, tras haber estudiado en Salamanca y Valladolid–, y continuando con la vida de periodismo y bohemia que llevó en Madrid –con su participación en tertulias, sus primeras colaboraciones en periódicos, sus amistades con grandes personajes de la cultura de la época y su labor como traductor y novelista–.

El siguiente capítulo habla de la «consagración en el teatro» que consiguió el autor arevalense con su obra Don Francisco de Quevedo, un drama en cuatro actos que fue muy representado, consiguió excelentes críticas, una enorme aceptación del público y, por consiguiente, una gran fama... un éxito que no pudo repetir con tanta fuerza con su siguiente obra, Achaques de la vejez, aunque esta segunda pieza también fue muy bien recibida.

Los éxitos literarios y su «contribución a la causa» de la revolución que dio lugar al Bienio Progresista  le dieron como 'premio' su nombramiento como diplomático en Berlín en el año 1855, un cargo que ocupó por poco tiempo y tras el que vinieron primero su «apogeo literario y social» (sus traducciones del alemán de la poesía de Heine fueron muy alabadas y fue elegido diputado, entre otros éxitos), luego su «alejamiento de la literatura» (capítulo en el que Bernaldo de Quirós habla de la vida de un escritor retirado, de la estupenda semblanza que de él hizo Galdós, de su vida amorosa y de su pobreza), para cerrar esa biografía hablando de su último cargo (embajador en Tánger), de su matrimonio y de sus años finales de vida, sumido en una «pobreza acuciante».

Lleva luego a las páginas el investigador abulense una «semblanza» de Sanz, en la que destaca, entre otras cosas, que fue «un talento excepcional» en el que cupieron «la generosidad y la integridad moral» pero también la «pereza, el orgullo, la petulancia, la mordacidad, el desprecio por los necios y por los gustos del público», todo ello para definir a una persona en «desacuerdo con su tiempo» al que caracterizaron tanto el «descontento» como la «infelicidad».

Tras dedicar otro capítulo a analizar la «fama póstuma» que tuvo el autor arevalense, José Antonio Bernaldo de Quirós ofrece el catálogo de la obra literaria de Sanz, haciendo un interesante acercamiento crítico en cada apartado, comenzando por su obra poética, siguiendo con sus «poemas selectos», sus traducciones y sus textos en prosa, para acabar con su teatro.

Ofrece seguidamente el libro un estudio sobre la gran obra teatral de Sanz, su Don Francisco de Quevedo (aparición y pervivencia, sinopsis, fuentes, rasgos estilísticos, teatralidad, puntos débiles, ediciones, representaciones, juicios críticos...), para a continuación regalar al lector el texto íntegro de ese magnífico drama, injustamente olvidado o desconocido tanto en el mundo de la escena española actual como en esta tierra que vio nacer al dramaturgo.

También, para  cerrar ese círculo de la producción teatral de Sanz, el libro acoge un estudio de la obra Achaques de la vejez y la reproducción íntegra del texto.

personaje interesante. Asegura Bernaldo de Quirós que Eulogio Florentino Sanz fue «un personaje interesante en muchos aspectos, y en cuanto a la literatura uno de los más interesantes fueron sus traducciones de la poesía alemana, sobre todo de la de Heine, ya que a través de estas traducciones tuvo una influencia muy grande sobre Bécquer, sobre Rosalía de Castro… sobre todos los grandes poetas de entonces, porque está en la transición, tal y como especifico en el título del libro, que lleva del Romanticismo al Realismo».

Sanz, sigue explicando el autor del libro, «vive a mediados de siglo, en un momento en el que la poesía española pasa del primer Romanticismo, el de Espronceda y Zorrilla, más brillante, más adornado, a la poesía intimista de Bécquer, que es más del corazón, para susurrarla, y ahí está Florentino, porque en ese cambio el impulso fundamental fue el modelo de Heine, pero Heine no influye a Bécquer directamente sino a través del escritor arevalense. Las traducciones que hizo de su obra fueron tan atinadas que fueron elogiadas unánimemente, y durante muchísimos años se le consideró el mejor traductor del alemán».

Porque Florentino «no era un traductor, era un buen poeta que se metió a traducir, una labor en la que sacrifica un poco la forma para dejar pasar el espíritu de la poesía pero con la que consigue unas traducciones que son pocas pero son magníficas; unas traducciones, insisto, que son elogiadas por todo el mundo, por Galdós, por Pardo Bazán, por todos los que conocen el tema».

De su producción original como poeta, continúa el investigador abulense, «nos ha quedado bastante de su época de juventud, que no es muy buena, porque es una poesía esproncediana, más flojilla, pero de su época de madurez nos ha quedado poco debido a que era un vago impresionante y no le daba por escribir, por publicar..., dicen que incluso escribía mucho pero luego lo rompía, y por eso tenemos pocas muestras de su época de madurez, pero son bastante buenas». En el género lírico «Florentino está por debajo de Bécquer, no vamos a exagerar porque Bécquer es insuperable, pero está en primer fila sólo por debajo de él».

El tercer aspecto importante de su obra es el teatro, fruto de dos obras, «la primera de las cuales, Don Francisco de Quevedo, fue un bombazo impresionante, y en el libro dejo constancia de la gran cantidad de críticas teatrales positivas que hubo sobre ella, en las cuales le ponían a la altura de Lope o de Calderón, una cosa creo que exagerada».

El libro recoge «algunos juicios de la época para que se vea el eco grande que tuvo esa obra del año 1848», una pieza «del último Romanticismo, de tema histórico, muy brillante, con humor, acción, sorpresas y en la que casi todo es acción nocturna, que tuvo muchísimo éxito. Hay una anécdota que simboliza tanto ese triunfo como el carácter de Sanz, que es la de que un empresario le dijo 'Florentino, habría que hacer otra obra como el Quevedo', a lo que respondió él que para eso habría que resucitar a Calderón, porque él tenía un concepto de sí mismo muy elevado».

Una lástima es, entiende, que «a pesar del éxito que tuvo y de las muchas críticas magníficas que consiguió, esa obra está hoy prácticamente olvidada».

Su segunda pieza dramática, Achaques de la vejez, «la hace ya con los gustos del Realismo, de la alta comedia de Bretón de los Herreros y otros del mismo estilo, y aunque es más floja que la anterior también tuvo un relativo éxito, pero ni de lejos como el que consiguió con el Quevedo».

atractivo. Reconoce José Antonio Bernaldo de Quirós que «lo que más atrajo de este escritor arevalense, más que su obra, fue su personalidad, siempre sin perder de vista que su vida es fruto de su personalidad. Y es que creo que es un personaje único, que en varios aspectos se parece a Quevedo; dice Juan Valera, amigo íntimo de Eulogio (ambos fueron embajadores, pasaron de la literatura a la política sin transición), que era singular». 

También Valera, «con quien compartió aventuras en la noche berlinesa», llegó a decir que «el Quevedo que aparece en su obra es en realidad Florentino, como si fuese una autobiografía, porque son semejantes en el sentido de que son muy buenos líricos, dueños de una poesía muy interior, muy sentida, pero también los dos eran muy satíricos, hacían unas sátiras sangrientas, hirientes; Florentino era muy ofensivo cuando quería, y aunque tenía muchos amigos también tenía enemigos».

Entrando más en su vida que en su obra, explica que a Sanz «le llovieron muchos aplausos y cargos políticos con él éxito del Quevedo, le ofrecieron muchas cosas como ser cónsul en Londres, ser gobernador de Cádiz y subir varios puestos en el escalafón del Ministerio de Estado, pero él lo rechazaba todo. Eusebio Blasco, amigo suyo, dijo que esos rechazos se debían a que era muy orgulloso y pensaba que nada estaba a su altura, aunque yo creo que también en eso influyó mucho su vagancia, el hecho de que era muy perezoso y no quería trabajar». Seguramente por eso «lo único en lo que duró un poco fue de diputado, cargo que ocupó cinco años, seguramente porque era más cómodo ya que no le exigía salir de Madrid».

Tras ese tiempo de éxito literario y social, «Sanz fue entrando poco a poco en la indigencia, se fue apartando de la literatura y de la política, y terminó viviendo de la caridad de sus amigos porque no tenía un duro».

Y añade Bernaldo de Quirós que «a mí lo que más me duele de su biografía es que aunque era muy mujeriego, tuvo muchas aventuras más o menos pasajeras, se casó ya con cincuenta y tantos años, cuando era embajador en Tánger. En 1968, cuando la revolución Gloriosa, le ofrecieron ser embajador en Tánger y lo rechazó, aunque ya estaba en la indigencia prácticamente; sin embargo cinco años después, en 1873, lo aceptó, y lo hizo  porque se iba a casar y no podía hacerlo ofreciendo a su mujer la indigencia. Pero el muy caradura se casó, aguantó un año y medio de embajador en Tánger, dimitió y se vino para España, sin preocuparse para nada de su mujer, ni de una hija ilegítima que había tenido en Alemania y estaba en Madrid».

Pero también destaca el autor del libro que «en su favor hay que decir que era una persona muy honrada. Cuando estuvo de diputado, por la Unión Liberal, él era de centro derecha, y hubo tensiones desde el principio; a él le encargaron ser de la comisión de actas, la que tenía que determinar qué elecciones habían sido correctas y en cuáles había habido pucherazo, y él dictó contra su propio partido, y dentro de su propio partido contra su propia facción, lo que demuestra que era bastante honrado».

Con este libro no sólo ha querido Bernaldo de Quirós hacer una biografía lo más completa posible de Sanz y reunir su obra para que pueda leerse a los 200 años de su nacimiento, sino que también hay un cierto afán de reivincidación. «Don Francisco de Quevedo merece la pena ser leído hoy día y compararlo no con el teatro de ahora sino con El trovador, de García Gutiérrez, o con el Tenorio, de Zorrilla, con las obras de su tiempo, y ver comparado con ese teatro qué nos parece ahora… tiene sus virtudes y sus defectos. Yo a lo mejor me he excedido demasiado buscando defectos a su obra, que los tiene, de estructura, pero también los tiene el Tenorio y el propio Zorrilla los señalaba. Yo creo que merece la pena leer esa obra, compararla y explicarse por qué tuvo tanto éxito».

De su poesía, acaba, «sus traducciones merecen mucho la pena, yo creo que es una muy buena vía para empezar a conocer la poesía de Heine, pero él da una visión un poco parcial de la poesía del alemán, elimina los aspectos más corrosivos, la burla del propio dolor que hace Heine, lo dulcifica, se centra solo en los poemas amorosos, pero esas traducciones están hoy todavía vigentes y merece la pena leerlas», a lo que añade que también «es muy interesante en el presente leer su poesía original, sobre todo sus mejores obras».