"El vino tiene que llegar a ser lo que es la gastronomía"

I.Camarero Jiménez
-

Teo Legido es joyero de profesión, asegura que nunca dejará de serlo. En un tiempo compaginó el oficio con la elaboración de vino, faceta a la que ahora se dedica en plenitud y con la que ha creado La Bovila, El Rosal y Las Galgas.

"El vino tiene que llegar a ser lo que es la gastronomía" - Foto: David Castro

Teo Legido (Castellanos de Zapardiel, 1968) hace ya tiempo que volvió a la tierra que le vio nacer para de algún modo darse a ella y comenzar a elaborar sus vinos o, mejor dicho, a crear sus vinos. A día de hoy se define como «un campesino» pero no puede dejar de lado que el arte le ha acompañado y le acompañará toda su vida, pues antes de dedicarse en cuerpo y alma a La Bovila, El Rosal y Las Galgas, sus tres vinos, fue joyero. De hecho lo es, «no he dejado de serlo».

 Tomó la decisión, muy pensada, muy meditada, aparcó de algún modo la joyería, cerró la tienda de Ávila en 2013 y retomó aquello que no sólo había visto hacer a su abuelo y a su padre sino que también se había formado para ello, estudió en Aranda de Duero. Aunque en realidad ahora sabe que ese tiempo de estudios le sirvió para tener claro «que es lo que no tienes que hacer con el vino o al menos yo». Allí no le hablaron de biodinámica y éste es uno de los preceptos que el sigue con sus creaciones. 

Trabaja sólo en ecológico y biodinámico, pero en ecológico entendido en su visión más restrictiva, como que el producto «no se toca». Sin productos añadidos, ni herbicidas, ni fitosanitarios. Y es que a día de hoy, apunta, que el concepto de agricultura ecológica permite el uso de muchos productos. Complejo. «El concepto ecológico está invadido por la industria agroalimentaria», asegura. Ese ecologismo «da rentabilidad económica y por ello la industria lo absorbe». Por supuesto, al trabajar en ecológico a él también se le permiten el uso de fitosanitarios, pero es la biodinámica la que los restringe y simplemente ésa es su idea. 

 

Lea la entrevista ampliada en la edición impresa

 

 

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

Belleza y serenidad.

¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?

La calidad de vida, la forma de vivir a medio camino entre un pueblo y una gran ciudad y también mucho, la luz.

¿Y lo que menos le gusta?

La sensación de abandono y desolación administrativa.

Un lugar para perderse. 

El adarve. 

Un recuerdo de la infancia.

La plaza de Italia.

Un personaje abulense que le haya marcado.

San Juan de la Cruz.

El mayor cambio que necesita Ávila es

Un viario original y auténtico, el nombre de las calles cómo se merece una ciudad Patrimonio de la Humanidad y no con las actuales placas que son más de Madrid. 

¿Qué tiene que mantener?

Su cultura, su patrimonio y darle brillo a lo que tenemos

¿Qué le parece Ávila hoy?

Triste.

¿Cómo ve Ávila en el futuro?

Pues como soy optimista, la veo maravillosa.

¿Qué puede aportar usted a Ávila?

Mi visión estética y mis ganas de conservar la cultura y el patrimonio.