Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Museo ambulante

22/01/2022

Déjenme que les hable de las Misiones Pedagógicas. Allá por el año 1931 España andaba necesitada de una reforma pedagógica en las zonas rurales, que no tenían los mismos medios con los que podían contar los núcleos urbanos. Fue por ello que el ministerio encargado de educación por aquellos tiempos se unió con la Institución Libre de Enseñanza para trazar un programa para acercar a los pueblos la renovación pedagógica del momento, pero también la cultura que, por recursos y ubicación, era probable que no conocieran jamás. 
En este proyecto una serie de voluntarios, que eran profesores pero también estudiantes o artistas, entre los que se incluyen nombres como María Zambrano, Luís Cernuda o María Moliner viajaron a unos 7000 pueblos dónde llevaron a cabo cursos con los docentes de los lugares para mejorar su formación, entregaron lotes de libros para hacer bibliotecas, hacían espectáculos de teatro y guiñol, les introducían en el mundo de la música y otra serie de iniciativas entre las que se encuentra la que más me interesa hoy: el Museo Ambulante o Museo del Pueblo. Consistía en una serie de replicas de los cuadros del Museo del Prado (a los cuales se sumarían después obras de otras pinacotecas), hechas por reputados artistas a tamaño real y que viajaban de población en población con el objetivo de acercar al «pueblo llano» la obra de los grandes genios de la pintura. 
Desde el mes de diciembre y hasta el pasado lunes, esto se me venía a la cabeza cada vez que pasaba por el Rastro. Veía las copias que nos han mandado del Museo del Prado para que disfrutásemos de sus grandes obras maestras en nuestra pequeña ciudad, a la que hace más de veinte años se le prometió una subsede del museo, y me sentía ninguneada y engañada. Porque con cada cuadro, recordaba la deuda artística y cultural que se tiene con nuestra ciudad. Porque tenemos espacios de sobra para que se pueda hacer una exposición con obra real de la afamada pinacoteca, aunque no se incluyan las grandes obras maestras que no salen nunca del museo. Porque esta revisión de las Misiones Pedagógicas, aunque puedan seguir cumpliendo el objetivo de acercar el arte a la gente de alguna manera, han perdido calidad con respecto a las del XX: son reproducciones fotográficas que no tienen el tamaño del original ni los recursos alternativos que llevaba el Museo Ambulante de entonces. Porque a cada paso que daba, el mensaje que me llegaba era este: Disfrutad de estas reproducciones de nuestras grandes obras, este será todo el Museo del Prado que llegue a Ávila.
Ya he hablado en este espacio sobre la subsede prometida hace tanto tiempo y la conclusión siempre ha sido la misma, pero después de la exposición, me reafirmo en ella. En Ávila no habrá más Museo del Prado que este. Y aunque el responsable último sea el Ministerio de Cultura y la propia pinacoteca, creo que conviene hacer autocrítica. Nunca ha habido ningún grupo  de trabajo estable en el tiempo, formado por distintos colectivos y grupos políticos que hayan reclamado de manera continuada que se haga realidad esta concesión. No he visto insistencia, ni persistencia, ni un proyecto de qué quería la ciudad que contuviera su museo. Tampoco he oído hablar de los beneficios culturales que tendría para la ciudad, solo por los turísticos. Y si a todo eso le sumamos la entrevista de Miguel Falomir a un periódico nacional del domingo pasado, solo se me ocurre citar a Job para acabar. «Hasta aquí llegarás, pero no más allá».