Una sucesión muy complicada

M.R.Y. (SPC)
-

Los rumores de enfermedad de Putin han disparado las alarmas en un país donde no hay más líder que el actual presidente

Una sucesión muy complicada - Foto: SPUTNIK

Vladimir Putin se ha convertido en el presidente eterno. Al frente de Rusia desde el año 2000, su mandato expira inicialmente en 2024. Pero hace apenas un año que firmó una ley que le permitiría seguir en el Kremlin -siempre y cuando saliese elegido, aunque todo apunta a que lo conseguiría- otras dos legislaturas. Es decir, podría permanecer en el poder hasta 2036, cuando ya tendrá 84 años. Y en caso de que lo consiguiese, superaría con creces a Joseph Stalin, quien estuvo 26 años al frente de la URSS, entre 1927 y 1953.
Como a Stalin, solo la muerte parece alejar a Putin del poder. No cuenta con opositores firmes que puedan plantarle cara -las últimas elecciones, celebradas en 2018, las ganó con un contundente 76,6 por ciento y sus principales detractores han sido inhabilitados- y tampoco parece haber un escudero que pueda suplirle, al menos en el corto plazo. Y en este último aspecto es donde saltan todas las alarmas, porque son constantes los rumores de que el mandatario podría estar enfermo -se ha hablado de cáncer y de que estaría recibiendo un fuerte tratamiento que estaría debilitando su salud- y la sucesión de este líder indiscutible se antoja complicada, pero sin duda muy necesaria en caso de que ocurriera algo en plena guerra abierta con Occidente tras la invasión de Ucrania.
Con Putin acumulando el poder absoluto de Rusia desde hace más de dos décadas -tuvo que dejar la Presidencia entre 2008 y 2012, período en el que ocupó el cargo de un primer ministro con absolutas competencias-, es difícil encontrar a un hombre que pueda suplirle. Pero las quinielas ya han empezado a hacerse.
Si bien actualmente el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, se ha convertido en una de las voces más reputadas en Moscú, no se espera que el jefe de la diplomacia vaya a aspirar a ser el relevo de Putin en caso de que se viera obligado a dejar su puesto. A pesar de ser un peso pesado del gubernamental Rusia Unida, su edad -72 años- le dejaría fuera de cualquier terna.
Tampoco es previsible que Dimitri Medvedev, que fue presidente entre 2008 y 2012, pudiera postularse como sucesor. En aquella legislatura quedó claro que solo era un títere de Putin.
Descartados ellos dos, tampoco parece viable lo que se consideraría el relevo natural, el actual primer ministro, Mikhail Mishutin, un tecnócrata que ha sabido gestionar la economía rusa, pero sin carisma ni poder. Si bien la Constitución apunta que, en caso de muerte del presidente, sea el premier quien le relegue hasta que se convoquen nuevas elecciones -en un plazo de tres meses-, Mishurin no está llamado a ocupar el Kremlin. Más opciones tendrían el actual ministro de Defensa, Sergei Shoigu, que ha visto mejorar su popularidad tras la guerra de Ucrania, oligarcas como Igor Sechin o Sergei Chemezov, e, incluso, los jefes de los servicios de espionaje, Alexander Bornikov o Sergei Naryshkin.
Sin embargo, y a pesar de los rumores, desde Moscú -y desde la CIA- apuntan que queda Putin para rato. Por problemas de salud no será su marcha. Al menos de momento.

 

Mikhail Mishutin

La lógica parece indicar que el primer ministro es el sucesor natural del presidente. Sin embargo, Mikhail Mishutin está considerado más un hombre de paja que una persona de la confianza de Putin que pueda suplirle. Considerado un buen gestor, su papel ha sido secundario desde que fue nombrado, en enero de 2020. Solo se prevé que ocupe el puesto en caso de fallecimiento del dirigente.

Sergei Shoigu

El ministro de Defensa cuenta con una gran popularidad en Rusia. Y en los últimos meses parece haber ganado enteros gracias a su trabajo en la invasión sobre Ucrania con un rol activo que podría, incluso, promocionarle de cara a una inminente postulación para ponerse al frente dle país. Este militar de origen ucraniano es uno de los hombres de confianza de Putin y ha tenido un papel clave en la anexión de Crimea y en las operaciones militares en Siria.

Alexander Bortnikov

Al igual que Putin, fue espía de los servicios secretos y actualmente es el director del Servicio Federal de Seguridad (FSB), un puesto que desempeña desde mayo de 2008 en sustitución de Nikolai Patrushev. Bortnikov ha dotado aún de más poder a la institución. Existen voces que hablan de un distanciamiento con el presidente por divergencias en la invasión sobre Ucrania que podría acabar en un intento de derrocamiento contra el mandatario.

Sergei Naryshkin

Es el jefe del Servicio de Inteligencia Extranjera (SVR, antiguo KGB) desde 2016 y uno de los hombres de confianza del mandatario, al menos hasta hace unos meses. Y es que después de ocupar la Presidencia de la Duma (el Parlamento) y haber sido uno de los cerebros del envenenamiento del opositor Alexei Navalni y el exespía Sergei Skripal, fue humillado por el mandatario públicamente por dudar sobre el reconocimiento de la independencia de Donetsk y Lugansk.

Nikolai Patrushev

Jefe de los servicios secretos hasta 2008, está acusado de planear el asesinato del exespía Alexander Litvinenko, envenenado con polonio en Londres en 2006. Compañero de Putin en la KGB durante la época soviética, es considerado por muchos como el halcón del presidente, con quien comparte su visión imperial del mundo. Actualmente es el jefe del Consejo de Seguridad de Rusia y uno de los principales asesores del inquilino del Kremlin.

Sergei Chemezov

Este acaudalado oligarca coincidió con Putin como agente de la KGB en Dresde, Alemania, en los años 80 y allí se forjó una amistad inquebrantable. De hecho, desde que el ahora presidente ocupó su primer cargo político, tuvo en este camarada uno de sus hombres de especial confianza, asignándole diversos puestos. Actualmente es el consejero delegado de Rostec, la empresa estatal de Defensa, un cargo otorgado por el Kremlin. Está en la lista negra de EEUU.

Igor Sechin

Su inquebrantable lealtad hacia Putin durante las dos últimas décadas le han convertido en uno de los hombres más ricos de Rusia. Director ejecutivo de la petrolera estatal Rosneft, está considerado como la mano derecha no oficial del presidente. Los medios nacionales le llaman Darth Vader y los diplomáticos estadounidenses que viven en Moscú se refieren a él como el cardenal gris del Kremlin. El gran poder a la sombra del mandatario.