La amenaza yihadista no da tregua

G. F. (SPC) - Agencias
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Las Fuerzas de Seguridad han detenido en los últimos meses en España a 52 activistas vinculados al Estado Islámico, el último un joven marroquí que asesinó esta semana a un sacristán en Algeciras al grito de «Muerte a los cristianos»

La amenaza yihadista no da tregua

Como movimiento global, los expertos coinciden en señalar que el yihadismo arrancó con la creación de Al Qaeda el 11 de agosto de 1988, en la localidad paquistaní de Peshawar, meses después de que empezaran a retirarse las tropas rusas de Afganistán. Desde entonces, su afán ha sido el de extenderse y captar nuevos adeptos, obligando al mundo occidental a reaccionar a su enorme amenaza. Los atentados en los trenes de cercanías de Madrid en 2004, con 193 muertos, son un recordatorio perenne de la tragedia que puede escribir el fundamentalismo ideológico. 

Esta misma semana, un joven marroquí con orden de expulsión de España volvió a causar el terror en Algeciras (Cádiz) al matar a machetazos a un sacristán y herir a un cura y a otras tres personas al gritó de «Muerte a los cristianos». Tras su detención, la Policía halló unos pendrives con contenido yihadista en el registro de la casa okupa en la que vivía.

Sucesos como estos hacen recordar aquel fatídico 11-M que marcó un antes y un después en la lucha contra el terrorismo islámico. Desde entonces, las Fuerzas de Seguridad no han bajado la guardia en ningún momento; en 2022 detuvieron a 52 presuntos yihadistas en 25 operaciones, la mayoría desarrolladas por la Policía Nacional en Cataluña, Ceuta y Melilla. 

Responsables de la lucha contra el yihadismo en la Comisaría general de la Policía precisaron que sus efectivos detuvieron a 40 personas por su vinculación con estos grupos. La cifra es similar a la de años anteriores a la pandemia pero lejos de los arrestos practicados en los ejercicios de máximo apogeo del Daesh y de la llegada de combatientes a Siria o Irak como 2015 o 2017. Con todo, aseguran que no se puede equiparar una cifra más o menos alta de detenidos a un mayor o menor número de células, ni siquiera a un incremento de la radicalidad. La mayoría de las operaciones culminan con pocos arrestos y derivan de investigaciones largas.

Sí admiten que no es tan frecuente que en un solo golpe haya más de una decena de detenidos como fue el caso de la operación más destacada el pasado año que se cerró en octubre en colaboración con Marruecos con la detención de 10 personas en Melilla, una en Granada y otras dos en el país africano. Los responsables policiales destacan su importancia por varias razones. De un lado, muchos de los detenidos eran viejos conocidos por arrestos anteriores, lo que refuerza la consideración de que la desradicalización en las cárceles no es algo que funcione. Además de los antecedentes, la red desmantelada tenía como misión adoctrinar muyaidines de 12 o 13 años, algunos sus propios hijos, a los que aleccionaban con cánticos yihadistas por redes sociales o en parques y plazas.

Internet sigue siendo un vehículo muy útil para los contenidos radicales pero su difusión en redes sociales de forma abierta está más restringida desde que las policías europeas pusieran coto a cualquier mensaje de enaltecimiento radical. «Ahora no es tan fácil para ellos trabajar en el aparato virtual. Tienen que recurrir más a la internet profunda o a foros privados», indican los expertos, mientras que la radicalización presencial tampoco se ha dejado de lado tras la pandemia, revela la operación de octubre.

De hecho, en la célula tenía un papel destacado el imán de la mezquita blanca de La Cañada de Melilla, tercera pata de esta relevante operación junto con la reincidencia y los menores. El líder introducía en sus sermones mensajes «muy radicales» sobre los que luego se ahondaba fuera de la mezquita. Los mandos rechazan señalar a los imanes como responsables de sembrar esta radicalidad entre sus fieles. Dejan claro que, en España, hay casi 2.000 mezquitas y que es «puntual» y «muy minoritaria» la presencia de imanes radicales. 

Defienden, eso sí, las garantías de este procedimiento que en los últimos meses se ha ejecutado con radicales islamistas en Cataluña y Talayuela, con 17 expulsiones a sus países de origen en 2022. 

Los expertos en la lucha contra el terrorismo llevan más de un año advirtiendo de la expansión del yihadismo en el Sahel y el Magreb islámico como uno de los mayores retos para la seguridad europea y sobre en España, pues es el único país con fronteras terrestres con Marruecos. El Sahel es una extensa franja en el norte del continente que abarca una decena de países: sur de Mauritania, norte de Senegal, centro de Malí, norte de Burkina Faso, sur de Níger, norte de Nigeria, centro de Chad y de Sudán, Eritrea y norte de Etiopía.

Ven con preocupación que esta zona, de gran inestabilidad, pueda ser foco de atracción de combatientes extranjeros con el reforzamiento del yihadismo tras la caída del estado islámico en Siria, otro país al que miran con atención para controlar el regreso de radicales.