«La gestión de montes de la región está en el top nacional»

M.M.G.
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Nuestras 'Conversaciones en el Lienzo Norte' nos llevan hoy al campo de la mano de José Ceballos, ingeniero de Montes y autor de 'Saber hacer. 'Memorias de la Escuela Especial de Ingenieros de Montes en San Lorenzo de El Escorial (1869-1914)'

«La gestión de montes de la región está en el top nacional» - Foto: Isabel García

Pocas veces se encuentran personas que hablen de su trabajo con tanto entusiasmo como lo hace José Ceballos (Madrid, 1967), ingeniero de Montes y técnico de la Junta de Castilla y León. Quizá sea porque para José, su trabajo es también su pasión. José es campo. Y el campo es José. Se descubre a los cinco minutos de charla pausada con él. Desde el mismo momento en que comienza a hablar de una infancia «deliciosa», que siente como el tesoro del que hablaba Rilke, y de la que conserva innumerables recuerdos, siempre de la mano de sus padres y de sus seis hermanos y (prácticamente) siempre en contacto con la naturaleza.  

Y es que aunque José nació y vivió buena parte de sus primeros años en una gran ciudad, las escapadas constantes al campo y el hecho de descender por parte paterna de una importante saga de ingenieros de Montes, y por parte materna, de una de ingenieros Agrónomos, encendieron en él un amor por el monte que aún hoy destila por los cuatro costados y que acaba siendo contagioso.

«La verdad es que mi relación con la naturaleza me viene en los genes», sonríe limpiamente José, que nos descubre que muchas de sus aficiones provienen de su padre. «Para mí fue un modelo humano», se enorgullece al hablar de un hombre con el que, recuerda, «todo era formal pero sin ser forzado»: un padre «ameno y didáctico» del que heredó, por ejemplo, su amor por la pesca, la carpintería o las largas caminatas por el campo. «Mi padre me inyectó la pasión por el mundo forestal», tiene claro José que, cosas de la vida, confiesa que precisamente fue el hecho de que su padre fuera ingeniero de Montes lo que más le hizo dudar a la hora de elegir él su carrera. «No quería que fuera como si no hubiera tenido otra cosa», recuerda las cavilaciones que tuvo en un importante momento vital en el que, descubre también, llegó a plantearse estudiar arqueología marina. Porque el mar también es otra de sus pasiones.

Finalmente, pinos y enebrales vencieron a mareas y galeones y José entró a formar parte de la nueva generación de ingenieros de Montes de la familia Ceballos, título que, por cierto, también comparte con su mujer.

«Nos casamos y al volver de nuestra luna de miel empezamos a trabajar los dos juntos en Segovia» , recuerda José con mucho cariño sus primeros años laborales. «Redactaba proyectos de planificación de los montes», cuenta, y nos descubre que eso que tantas veces oímos sin tener muy claro qué es, la 'ordenación de los montes', no es otra cosa que «el compendio de todas las disciplinas forestales.Es planificar un monte para los próximos diez, 20 o 30 años».

 

Lo que más le gusta de Ávila es...

Su tranquilidad, su humanidad, la luz de sus días de sol, especialmente en invierno, su entorno inmediato, pura naturaleza.

Lo que menos...

Su inmovilismo, la ausencia de oportunidades para los jóvenes, el envejecimiento poblacional, su provincianismo.

Un lugar para perderse.

A mí me tira el monte, así que habría que buscarme por la Sierra de Gredos, los montes de Peguerinos o los altos del Corneja, al aire libre.

De la ciudad me atraen los patios de cualquiera de sus palacios y la tranquilidad de sus iglesias, aunque he descubierto que paso siempre que puedo por la plaza de Italia, únicamente por ver su olmo, que me encanta.

Un recuerdo de infancia.

En relación con Ávila, las visitas de niño a la casa en que nació mi padre, en la esquina de Figueroa y Valcarce S.A, actual Fivasa, con San Roque, donde hoy se ubica la pastelería Hergós. Eran días de familia y excursión, y de comer fuera de casa, que entonces era todo un acontecimiento. También guardó recuerdo imborrable de mi primera excursión invernal a la Laguna Grande y los Galayos, con mi grupo scout, allá por diciembre de 1981.

Un personaje abulense que más le haya marcado.

Probablemente sin ser nacidos en Ávila, amigos conocidos en esta ciudad, auténticos personajes de mi vida. Pero si pienso en personajes reconocidos, admiro la valentía de Jimena Blázquez y, sobre todo, la Grandeza de nuestra universal Santa Teresa, maestra del minimalismo vital: ¡Solo Dios Basta!

El mayor cambio que necesita Ávila es...

Abrirnos de verdad al mundo, empezando por facilitar nuestras comunicaciones más cercanas con Madrid, Valladolid, Segovia o Toledo, claramente mejorables e inconcebiblemente atrasadas. Es un problema enquistado por cuya solución algún político, quien sabe cuándo, pasará a la historia y sin cuya resolución es difícil hacerla atractiva para las empresas. Personalmente me gustaría que se acondicionara definitivamente el río desde El Soto hasta el Embalse, integrándolo en la ciudad, que vive prácticamente ajena a él.

Y Ávila tiene que mantener...

Principalmente a sus jóvenes, que debieran ser su futuro, y a los que debiéramos ser capaces de dar más oportunidades. Todos y cada uno de sus puestos de trabajo, aumentándolos si es posible, pues sin trabajo es más que difícil asentar familias y progresar. Y como ciudad, su esencia de capital tranquila, humana y habitable.

¿Qué le parece la ciudad a día de hoy?

Un lugar maravilloso para vivir, especialmente para familias con hijos menores, en el que el tiempo cunde más que en muchas otras ciudades y donde puede disfrutarse de un entorno y un aire maravillosos. 

¿Cómo ve la ciudad en un futuro?

La verdad es que en ocasiones la ciudad me recuerda la película 'Atrapado en el tiempo', y siendo realista no intuyo grandes cambios en un futuro próximo. Ojalá seamos capaces de mantener nuestra esencia como ciudad perdiendo sin embargo ese miedo a los cambios que parece ahuyentar nuevas oportunidades. La ciudad permanecerá y nosotros pasaremos, ojalá quienes la habiten dentro de unos años no nos echen en cara el haberla convertido en un parque temático o una ciudad de muralla y chuletón.

¿Qué puede aportar a la ciudad?

Creo que todos podemos aportar a la ciudad, aunque siempre pensemos que los cambios están del lado de los políticos. Las mejoras empiezan mucho más cerca, en círculos de relación que comienzan en nuestra propia familia y se amplían en radios cada vez más amplios. Por mi parte, aporto mi trabajo con vocación de servicio público e intento tener un talante amable en el trato diario para crear un entorno más humano. A nivel práctico procuro favorecer el comercio local y promuevo en lo posible que amigos y conocidos vengan a disfrutar de Ávila y su provincia.

 

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