José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


El sitio de mi recreo

03/12/2021

Lo bueno de compartir edad y experiencias es que se pueden proponer referencias sentimentales comunes. Antonio Vega falleció hace doce años, pero nos quedan sus baladas grabadas en el alma, y ahora que tú también has muerto no puedo evitar apropiarme de una como banda sonora de mi duelo. Sí, suena dura la expresión: «has muerto», casi increíble, pero la prefiero a eso de «te has ido» o «nos has dejado»; estoy seguro de que tú no querías irte, pero no pudiste detener el rayo que apagó tu corazón inmenso de abulense en las marismas del Guadalquivir. 
Hace décadas que no nos veíamos, pero al leer la noticia hace un par de semanas —en un grupo de Whatsapp, malditos tiempos— mi mente viajó al sitio de mi recreo, como el título de la canción. No a un descanso metafórico, sino a un recreo real, aquel que durante tantos años correteamos juntos. A ese patio de nuestra Aneja, bajo las verdes guirnaldas del sauce llorón, entre las pistas de patinaje en las heladas invernales que llenaban de sietes los pantalones de tergal. Donde de niños formábamos al son de las «Montañas Nevadas» y del que nos despedimos adolescentes tras un golpe de estado en plena democracia. Ese patio que recuerdo inmenso en mi memoria pero ven pequeño mis ojos cuando paso junto a él, perdida su grandeza a la par que mi inocencia.
Ahora somos adultos, dicen. Criamos familias, sobrellevamos ausencias, gestionamos el mundo. Ya no nos educan, ahora educamos, como hiciste tú durante años. Pero hace cuatro, cuando los cincuentones del 67 decidimos reencontrarnos para comer juntos —no pudiste venir desde Sanlúcar, ¡cuánto te echamos de menos!— fuimos niños habitando otra vez ese recreo donde se creó la primera luz, donde germinó la semilla de cielo azul, ese lugar donde nacimos. Nos unió esa regresión más que cualquier afinidad actual. Las relaciones de la infancia se fortalecen con los años; la edad nos identifica más con aquellos —no necesariamente entonces amigos—con los que compartimos desarrollo, miedos y aventuras, que con amistades racionales del yo adulto. La vida nos llena de décadas, pero en el fondo somos chiquillos asustados, atrevidos, mirando el roto mapa de España en la pared, memorizando la tabla periódica de los elementos, copiando los verbos irregulares en francés como castigo, emocionados si nos tocaba ir al cole de las chicas a un recado. Tú siempre serás el rapaz de la media sonrisa, los chispeantes y provocadores ojos bajo el rebelde flequillo, la lengua aguda e inteligente. El apasionado del ajedrez, de las matemáticas, de correr, del vóley...
No sabíamos qué hacer, cómo honrar tu memoria, cómo acompañarte. Por eso hoy quiero ser la voz de todos tus compañeros, de tus amigos, de los que crecimos a tu lado. Para darte las gracias por haber sido nosotros, por habernos construido y seguir haciéndolo allá donde estés. Por hacernos viajar, en tu recuerdo, a donde nos lleva la imaginación y con los ojos cerrados se divisan infinitos campos. A esos días azules y a ese sol de la infancia, que decía el otro grandísimo Antonio. Vete puliendo la pista en la pálida nieve, Miguel Ángel, porque en el sitio de nuestro recreo pronto nos reencontraremos. Hasta entonces, no nos olvides.

ARCHIVADO EN: Patinaje, Democracia, España