Editorial

Los malos datos del paro de julio alertan sobre el escenario de la recesión

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El presidente del Gobierno trató ayer de quitar hierro a los peores datos del mercado laboral en un mes de julio desde hace más de dos décadas, obviando lo negativo e invitando a interpretarlos a la luz de la reforma laboral, al haberse perdido menos empleos indefinidos. Sin embargo, hasta su vicepresidenta primera y ministra de Economía admitió que, en estos momentos de «elevadísima» incertidumbre, no hay que descartar la recesión. El peor de los escenarios puede darse y aconsejó «prepararse» para ello. Toca, pues, estar muy atentos y procurar enderezar un camino que se está tornando mucho más sinuoso de lo que se esperaba. Cerrar los ojos a la realidad, que siempre es tozuda y acaba por imponerse, no tiene sentido, ni siquiera partiendo de la buena racha de los meses anteriores, en los que se había creado empleo.

La cifra total de parados sigue por debajo de los tres millones y la de cotizantes está muy próxima a la histórica de 20,3 millones alcanzada en junio. Sin embargo, los datos de julio, un mes bueno por el turismo habitualmente, arrojan un jarro de agua fría al optimismo desatado en el seno del Gobierno tras conocerse la Encuesta de Población Activa del último trimestre.

A pesar de los malos augurios económicos avanzados por diferentes organismos de cara al invierno, el Ejecutivo de Pedro Sánchez prefiere ver la cifra del paro como algo coyuntural, achacable a la incertidumbre internacional y motivada por la crisis de suministros, que ha entorpecido la actividad industrial y la del sector de la construcción, además de la ralentización del crecimiento en los países europeos. Pero no son esas las únicas causas. Detrás de esos malos datos del empleo también está una inflación disparada y una crisis energética de consecuencias impredecibles. 

Tal y como están las cosas, el otoño se avecina caliente en lo político, con debates parlamentarios arriesgados para el precario equilibrio en que se sostiene el Gobierno de coalición. También a nivel social, después de conocerse los detalles del decreto ley de ahorro energético, que empieza a acusar las primeras contestaciones, caso de la comunidad de Madrid y de colectivos como la hostelería y el comercio. 

Es evidente que Europa no puede mirar para otro lado ni esconder la cabeza ante el chantaje ruso. Las medidas de ahorro energético serán necesarias. También otras, derivadas de la sequía que sufre el viejo continente. Pero han de adoptarse con unos criterios más avalados por los expertos y que no parezcan fruto de la improvisación y del empeño de los gobernantes de controlar la vida de los ciudadanos con normativas, como ocurrió durante la pandemia de la covid-19.