Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


Las Cúpulas del Duero

16/11/2022

Esta denominación sobrepasa la inicial idea de agrupar, por su estilo y características, una seria de arquitecturas bellísimas que salpican esta zona geográfica del río Duero: Zamora, Toro, Salamanca. Algo más distante estaría la de Plasencia. Pero tradicionalmente se habla de las tres más significativas. Suponen el cubrimiento con cúpula y tambor el crucero de templos catedralicios, y filtrar luz natural a ese espacio, y que se corresponden la arquitectura románica. Es una solución bellísima y eficaz.
Últimamente a estas tres se ha sumado el cimborrio de Plasencia, que es significativamente distinto, aunque enmarcado en ese círculo, es menos monumental en sus proporciones, también algo más tardío, y en este caso ya no se corresponde con el crucero, sino con la Sala Capitular catedralicia, a caballo entre las dos catedrales, la vieja y la nueva. También incluyen el de Évora, aún más al sur.
Ya hace unos años, con motivo de las Lecciones de Arquitectura Española: El Mudéjar, que se celebraron en Arévalo, eminentes historiadores del arte como Chueca Goitia, Gutiérrez Robledo o Pedro de Navascués, entre otros, dieron en decir que la «cuarta cúpula de Duero era La Lugareja de Arévalo», representando una nueva visión de este monumento, que, aunque era de ladrillo mudéjar, reunía una serie de características que lo avalaban. Tengo que reconocer que a mí esa denominación me encanta y la he reproducido en numerosas ocasiones, agitando la bandera de lo nuestro sin temor a cometer una exageración. 
Pues ya ven, traigo este tema a la palestra, porque no hace mucho visité de nuevo el cimborrio de Plasencia, que era el que tenía más borrado en mi memoria, sobre todo su interior. Pero también porque hace poco llegó a mis manos un magnífico artículo que ha publicado José María Sadia y que trae al hilo de la cuestión una teoría muy bien construida y planteada por un viejo conocido, Miguel Sobrino, valiosa opinión que nos plantea el origen de estas arquitecturas. Recordemos que Miguel Sobrino es el dibujante y artista que nos deleitó con ese dibujo del Arévalo medieval que se incluyó en mi libro de 'Las murallas medievales de Arévalo', y que en una reproducción a gran tamaño se exhibe en el Museo de la Historia de Arévalo. Es un gran dibujante, pero no es ese su único valor, es un experto en el tallado de piedra y en otras disciplinas del arte y la arquitectura, autor de numerosas publicaciones, es profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.
Él mantiene que el origen de estos magníficos cimborrios o «Cúpulas del Duero», es Santiago de Compostela, aunque la más antigua de ellas es la de Zamora. Pero él buscaba otro origen, un centro importante de la jerarquía eclesiástica, del que derivarían las demás, románicas en cuanto a sus influencias arquitectónicas y artísticas.  
Mantiene que dando vueltas al tema y cuando estudiaba la «Torre del Melón» placentina, recordó la microarquitectura que le desveló la hipótesis, pues es un rastro de lo que pudo ser aquel cimborrio compostelano… ahí estaba la clave… «Era costumbre en la época realizar pequeñas esculturas que replicaban algunas de las partes más icónicas de los templos, miniaturas que podrían sobrevivir al original…» nos dice el propio Sobrino. Y, efectivamente, localizó «un detalle de una escultura conservada en Nueva York y que nos remite a la desaparecida torre medieval de la catedral de Santiago como la pionera del grupo de cúpulas maestras del Duero…». Y efectivamente, todas estas cúpulas eran de templos sufragáneos de Santiago y eso era importante.
Esa hipótesis la plasmó en una recreación ideal del cimborrio románico de Santiago y sus dos torres laterales. Sobrino retrocedió al inicio del s. XII cuando el arzobispo Gelmírez dio el impulso definitivo al templo compostelano. 
Desaparecido a principios del s. XV y parecía que no había quedado rastro de él. Como gran dibujante, en base a los escasos datos que lo describen en el famoso Códice Calixtino, nos ofreció esa magnífica reconstrucción ideal del cimborrio primitivo sobre la tumba del Apóstol Santiago, basándose también en los restos escultóricos medievales del coro pétreo, y principalmente la escultura zamorana del león de San Leonardo, de su dosel, que a principios del s. XX, con la eclosión de la venta de patrimonio español, había tomado el camino a Estados Unidos, y ahora se encuentra en The Cloisters, subsede del Metropolitan.  Esa era la cabecera de Santiago… 
 Por tanto, deberíamos denominar a estos cimborrios como «Compostelanos», por ser el padre de los del Duero, como un homenaje al templo mayor. De ello, volveremos a hablar… y de nuestra Lugareja, también.