Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Memorias de La Palma en el año recién iniciado

05/01/2023

He tenido el privilegio de poder visitar la isla de La Palma en varias ocasiones, y me vienen ahora a la cabeza potentes recuerdos, en pleno mes de enero al leer una noticia que pasaba casi desapercibida sobre la gestión de las ayudas recibidas por los palmeros y en la que se afirmaba que ya se han repartido casi la mitad de las peticiones solicitadas ¡A saber si es cierto esto! Pero a gran parte de la población peninsular se les ha olvidado ya la catástrofe ocasionada por el volcán de Cumbre Vieja (creo que ahora lo han bautizado como de "Tajogaite"que hizo erupción al suroeste de la misma. Y es que la Naturaleza nos protege, nos cuida, nos alimenta; pero en ocasiones cuando desata su ira, es imposible de frenar y demuestra una vez más que es la que manda y que el ser humano está totalmente indefenso ante ella cuando se enfada; porque no hay quien pare un volcán, un tsunami, una riada, o una nevada de un metro de altura como está ocurriendo hace días en tierras lejanas a las nuestras. Eso sí, aquí como algunas estaciones de esquí no tienen nieve y ya ha comenzado a helar, lanzan toneladas de agua pulverizada, un bien cada vez más escaso, "tirándola a la montaña para que algunos se diviertan". A veces la destrucción llega de manera espontánea sin intervención humana como es el caso de las erupciones volcánicas como la mencionada; otras son ocasionadas por una gestión global nefasta y la quema acelerada de los combustibles fósiles que están provocando el cambio climático y ocasionan inéditas olas de frío en unos sitios, mientras que en otros lugares las temperaturas máximas baten récords año tras año y están llegando a punto de no retorno cada vez más cercano. Mi pensamiento regresa de nuevo a la Isla Bonita, muy desconocida antes del volcán, donde recuerdo inolvidables marchas a través de los bosques de laurisilva que semejan rincones de las selvas tropicales del Amazonas (por supuesto a pequeña escala). Me viene a la memoria la incursión en el parque de la Caldera de Taburiente junto a mi familia que me acompañaba, a través de un sendero mínimo por el que sólo podíamos caminar en fila "india", y vislumbrando un buen precipicio natural a nuestro lado. Recuerdo también que nos cruzamos con unos cuantos burros y su cuidador que venían de dejar material en el centro de interpretación de La Caldera y nos sorprendimos de que fueran capaces de caminar por semejante senda, como si fueran cabras. También me impresionó la cascada de colores en pleno parque nacional y la riqueza de arroyos y torrenteras que posee la isla, gracias a su elevada altitud y orientación frente a los vientos alisios que le permiten tener un régimen de lluvias abundante manteniendo gran parte de la isla verde, como lo demuestran el nacimiento de los ríos Marcos y Cordero a los que hay que llegar igualmente por una complicada senda en ocasiones algo complicada pero gratificante al cien por cien. Por supuesto las rutas de los volcanes ya existían antes de la erupción de este más reciente, porque como es evidente todas estas islas son de origen volcánico, hay zonas que muestran claramente sus orígenes y su espectacularidad. La Palma también me recuerda ligeramente a Ávila, salvando las distancias (y nunca mejor dicho), y olvidando la gran diferencia entre las rocas de basalto y el granito. Sobre todo por su variedad de paisajes y porque el punto más alto, El Roque de los Muchachos es casi igual de alto que nuestro Pico Almanzor, y desde él se contemplan espectaculares vistas de casi toda la isla. Los pinos canarios de la Palma también me recuerdan algo a los silvestres abulenses, aunque los primeros son mucho más grandes, potentes y con una capacidad de recuperación impresionante frente al fuego. Tras los incendios muchos de ellos consiguen rebrotar demostrando una evolución y adaptación extraordinaria. Incluso algunos que fueron calcinados cerca del volcán comienzan ahora, un año después a reverdecer. Su gruesa corteza ejerce de protección ignífuga bastante eficaz. Ojalá los pinos castellanos hicieran lo mismo; por desgracia no es así, y después de los incendios que destrozan todo, nuestros gobernantes siguen empeñándose en seguir plantando estos monocultivos de nuevo, cuando hasta el menos previsor se da cuenta de que con el cambio climático no van a llegar a viejos porque tarde o temprano volverán a arder si no se plantan franjas de otras especies que retarden la devastación. :-()