Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Un invierno de miedo

22/10/2022

La invasión de Ucrania, convertida ya en una cruel guerra, entrará pasado mañana lunes en su octavo mes de conflicto y no tiene visos de acabar en un plazo corto de tiempo. Las consecuencias están siendo terribles. Para la población ucraniana que ha tenido que quedarse en el país y sufren continuos bombardeos, que dejan cada día más víctimas mortales de civiles, en cualquiera de las ciudades a las que llegan los misiles, así como de jóvenes militares que se enfrentan a las tropas de Putin. Igualmente, aunque no den cifras, son bastantes los soldados profesionales y aquellos otros rusos, obligados a coger las armas para luchar en Ucrania, que están cayendo por esta sinrazón del inquilino del Kremlin, que amenaza con emplear más dureza -incluso lanzando armas nucleares- si continúan las medidas restrictivas de la Unión Europea y otros países a Rusia.
Mucho daño de la misma manera está creando este conflicto a los cientos de miles de personas –sobre todo mujeres, niños y mayores– quienes, por motivo de esta invasión y guerra, se han visto obligados a abandonar Ucrania y vagar con lo puesto por otros países, principalmente europeos, pendientes de saber la suerte que corren los familiares, que se han quedado luchando para frenar en lo posible la invasión, ni tampoco cuándo podrán volver a sus casas, si alguna ha quedado en pie, y la manera de intentar rehacer la vida en un país destrozado y que, a día de hoy, tiene escasez de luz y gas, debido a la destrucción de infraestructuras energéticas y centrales eléctricas por parte del ejército ruso. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha considerado estos bombardeos como «ataques terroristas rusos» y ha pedido a la población ahorren energía eléctrica en los tramos de mayor consumo, hasta que puedan ser restauradas las condiciones normales.
Ocho meses de un conflicto que, de distinta manera y también grave, está acrecentando la crisis en otros países como España donde, desde el inicio de esta guerra, los precios –ya algunos altos– han aumentado considerablemente. La fuerte subida en las facturas del gas y la electricidad, la escasez de materias primas y el elevado incremento de sus costes está obligando, a quien pueda resistir, a apretarse fuertemente el cinturón. En el mundo empresarial la situación igualmente es dificultosa para comercios e industrias, que se están viendo abocadas al cierre. No encuentran manera alguna para hacer frente a tan exagerada escalada del costo que les supone permanecer abiertos aun haciendo verdaderos sacrificios.
Por esta espinosa situación son muchas las personas solas y familias que no tienen más agujeros para ajustar en su cinto, ni posibilidad de encontrar recursos de primera necesidad que les permitan sobrevivir de alguna manera si no es acercándose a Cáritas y Cruz Roja, donde pueden percibir pequeñas ayudas y así de hacer frente a los recibos de la luz y el gas. Ante esta situación y el incierto futuro que se presenta son varias las familias que han decidido volver a la chimenea, estufas e incluso braseros con el fin de calentar sus domicilios por lo inalcanzable que es, para bastantes bolsillos, hacerlo como hasta ahora, con gas o electricidad. Ello ha disparado la demanda de leña y pellets hasta el punto de que se dan largos plazos para servirlo Algunos acumulan demasiado en casa, por si las moscas, como ya hicieran otros al principio de la pandemia con el papel higiénico.
Consecuencia de esta guerra en Ucrania son las llamadas «colas del hambre», que hay en varias localidades españolas y a las que,desgraciadamente, son más las personas que diariamente acuden para poder llevarse algo a la boca. 
También a los Bancos de Alimentos, que, según el presidente de su Federación, se encuentran en una situación «preocupante» por el enorme descenso en las reservas de sus despensas y el aumento de personas vulnerables que a ellos acuden y que se considera como alarmante. Muchos, que antes eran donantes de alimentos, han pasado a ser beneficiarios.
Ocho meses ya desde que comenzara la invasión de Ucrania. Se están haciendo muy dolorosos, tristes y duros. Confiemos le llegue algo de cordura a Putin y cesen la guerra y el sufrimiento de tantos millones de personas. Continuar con esta aún increíble situación, por mucha realidad que sea, es lamentable lo miremos por donde lo miremos. Si Dios no lo remedia, nos espera un invierno de miedo.