Orgullosos del patrimonio que significan los verracos

D. Casillas
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El profesor universitario Gregorio Manglano abrió el III ciclo de conferencias 'Arqueología de Ávila' con una charla dedicada al origen, significado y dispersión de esas esculturas zoomorfas tan propias de nuestra provincia

Se abrió este jueves el III ciclo de conferencias 'Arqueología de Ávila', que organiza el Museo de Ávila, con la participación de Gregorio Manglano, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid,  con la conferencia titulada 'El análisis de los verracos: origen, significado y dispersión'.

Explicó el ponente que «los verracos son elementos de los que sabemos mucho, pero de los que aún nos quedan también muchas cosas por saber», ya que «en las zonas donde se encuentran o donde la cultura histórica es más amplia son más conocidas, pero hay sitios todavía en donde pasan desapercibidas porque no ha llegado aún esta influencia o esta sensibilidad».

Centrándose en Ávila, comentó que «por fortuna hay mucho interés por estas esculturas zoomorfas, podemos estar en ese sentido contentos de que estas piezas, desde el punto de vista arqueológico, artístico e histórico, sean muy importantes y estén gozando del suficiente aprecio e interés, porque eso es muy importante».

Sobre el origen de los verracos, comentó, «hay diferentes teorías, aunque parece que la coincidencia entre todos los especialistas es que es variado, debido a que son diacrónicos, es decir, que esas esculturas no tuvieron una única finalidad para quien los construía sino varias». En principio, siguió, «las teorías sobre su interpretación y finalidad estaban enfrentadas, unos propugnaban que tenían un carácter funerario, y otros que tenían el de limitación de hitos, pero luego estas posturas se han ido acercando, hasta resultar que son perfectamente compatibles».

«Nosotros creemos, igual que otros autores que también se han pronunciado al respecto, que existen tres etapas cronológicas en las que los verracos tuvieron interpretaciones distintas. En la primera, los más antiguos, que son además los más grandes, podrían ser en un primer momento hitos delimitadores del terreno; más adelante, cuando ya llega Roma a la Península ibérica y se inicia la conquista, hay luchas contra los indígenas y luego luchas entre distintas secciones del ejército romano entre sí, y lo que ocurre es que como consecuencia de esa conflictividad las ciudades empiezan a amurallarse, los poblados a fortificarse, y en ese momento la figura del verraco empieza a tomar una función diferente, la de ser protector de determinadas ciudades que ponen a la entrada esas esculturas con un cierto carácter apotropaico» (que mágicamente conjura o previene la mala suerte o las influencias malignas).

La última interpretación es que «cuando la conquista de la Península ibérica por parte de Roma ya se ha consolidado no hay que defender terrenos ni propiedades, pero el verraco no desaparece porque en ese momento pasa a defender el alma de los difuntos, adquiere otro cariz distinto y además van a ser diferentes físicamente: pasan a ser figuras más pequeñas, más esquemáticas, más simples, pero se van a seguir produciendo. Y además, algunos de los que ya se habían hecho con anterioridad van a ser reutilizados como elementos funerarios».