Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


La magia y el misterio de nuestros berrocales serranos

02/06/2022

Amplia, variada y variopinta es la geología abulense que ha conformado diferentes paisajes haciendo de Ávila una de las provincias con más hábitats y microclimas que, a su vez esconden rincones inolvidables; algunos son de sobra conocidos por su diversidad biológica como el valle de Iruelas, el pinar de Hoyocasero o el castañar de El Tiemblo, este último cuestionado desde hace años por su masificación turística y una protección y actuaciones sobre él bastante controvertidas.

Los bosques siempre han llamado la atención de curiosos, senderistas y turistas de la naturaleza; más aún si poseen algún río, pantano o arroyo como el caso de los anteriormente mencionados; porque árboles y agua forman un tándem perfecto que pocas personas pueden ignorar.

Pero hay otro tipo de terreno, otro paisaje muy diferente; poderoso, recio, y aparentemente menos atractivo por su falta de verdor, pero que encierra en sus entrañas numerosas historias y vidas que se han forjado a su alrededor. Son los berrocales.

Este rudo y ondulado paisaje es típico de gran parte de la provincia abulense, naciendo de las llanuras morañegas junto a la sierra de Ávila y extendiéndose hacia las tierras gredenses y hasta el valle del Tiétar.

Generalmente pasa desapercibido al caminante, algunas veces porque estamos acostumbrados a verlo a nuestro alrededor y no le damos importancia, otras porque aparenta tal rusticidad y dureza que el turismo en general le resta importancia y abandona totalmente, excepto honrosas excepciones. Sólo la especulación minera se fija en esas tierras pétreas donde el feldespato es el protagonista y no, precisamente, para una visita sosegada y contemplativa, sino para su total destrucción.

Pero los berrocales siempre han formado parte de la vida abulense. No hay más que mirar en la propia ciudad o alejarse ligeramente de ella para que hagan acto de presencia. Si nos alejamos algo más podemos contemplar cómo algunos pueblos están integrados íntimamente con estas moles graníticas; por poner un ejemplo cercano, mencionemos a Gallegos de Altamiros cuyas casas construidas en granito son un buen ejemplo de una arquitectura tradicional fusionada con la naturaleza ya que algunas de ellas se apoyan directamente sobre enormes moles de piedra; incluso el suelo de varias de sus calles lo forma una impresionante y pulida plancha pétrea sobre la que se levantan otras edificaciones, ofreciendo un cimiento inigualable regalado por la madre Tierra. Son muchos los pueblos como éste que poseen un enorme encanto y valor etnográfico ante los que se cierne la amenaza de la despoblación y sobre los que deberían utilizarse todos los medios posibles para mantenerlos vivos; al fin y al cabo forman parte de nuestra propia historia.

La importancia de estos enclaves radica también en su indudable interés geológico ya que podemos visualizar cómo la erosión a través de los siglos y milenios ha ido disgregando la roca desde los enormes y compactos bloques originales hasta las piedras caballeras y los fragmentos que contemplamos actualmente. El agua, la dura climatología, los extremos contrastes térmicos de estas zonas y los líquenes que pueblan las rocas aparentemente inertes, hacen el resto.

Pero este proceso milenario ha conseguido también esculpir algunas piedras convirtiéndolas en formas identificables por el ser humano ofreciéndonos increíbles pareidolias o ¿por qué no? Seres reales petrificados que en tiempos remotos vivieron por aquí. Nos daremos cuenta de que una visita sosegada por estas tierras muchas veces denostadas nos descubrirá la magia implícita existente en ellas y, a veces escondidos y otras mucho más evidentes, contemplamos caracoles, elefantes, ballenas, perros, tortugas, hombres con boina, brujas y hadas lagartos y serpientes pétreas que harán detener nuestra marcha, porque la naturaleza hasta la más extrema como es el caso de las piedras, siempre sorprende al observador.

Además los perfumes de las plantas aromáticas autóctonas duras como el berrocal al que acompañan nos envolverán desde el comienzo de la primavera hasta el final del otoño, porque la magia está ahí mismo, muy cerca de nosotros. Sólo tenemos que saber encontrarla. :-)