Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Los vikingos

04/03/2022

Nunca se ha escrito tanto sobre estrategia. Saber la dirección correcta hacia donde encauzar nuestras energías parece razonable; el problema reside en acertar con el destino deseado. Esta observación es a todas luces tendenciosa.

Adentrarse en el concepto mismo no es el objetivo de este texto ya que existen buenos ensayos de carácter militar que iluminan al respecto. Ignoramos con frecuencia que la estrategia, independientemente de su calidad intelectual, puede fomentar la soberbia y alimentar la obstinación en el fracaso.

Los regímenes autoritarios ensalzan el concepto y solo los líderes tienen la visión acertada y el tiempo. La libertad política aumenta las variables incontrolables y por ello, son enemigos claros del Estado. La élite funcionarial, existente en cualquier administración pública, reafirma esta idea a los gobernantes, porque nadie quiere reconocer sus limitaciones o atacar sus propias regalías. Cuanto más ignorantes más soberbios, hasta el punto de imponer soluciones tecnológicas o frenar el crecimiento económico que no pueden controlar.

Este mal afecta de manera clara a la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón; en orden decreciente. Rusia no cuenta en el análisis porque es un Estado que solo subsiste gracias a la explotación de materias primas.

Si queremos demostrar que somos intelectualmente elevados, citaremos La guerra del Peloponeso y cómo Pericles llevó a la destrucción a Atenas. Por suerte para nosotros Winston Churchill no sacó las mismas conclusiones.

No hay que estudiar en la preciosa ciudad de Heidelberg para saber que construir un gaseoducto nuevo con Rusia limita tu soberanía. No es necesario matricularse en una escuela de negocios de Pensilvania, para intuir que limitar las fuentes de energía va a encarecer la producción energética.

Sorprende que los políticos culpen solo a los antivacunas, obviando la fatiga por las limitaciones a la libertad y a sus consecuencias económicas. Los partidos políticos modernos detestan la diversidad política al asociarla con la deslealtad y desprecian los deseos de sus votantes. Los gobernantes se resisten a reconocer a la ciudadanía que existen límites a su capacidad de gestión. Ahora podemos hacernos los sorprendidos, pero Rusia no acaba de agredir a Ucrania. Empezó hacerlo el día que Alemania renunció a la energía nuclear, la UE redujo al absurdo los gastos de Defensa, Londres recibía con alegría las inversiones inmobiliarias de los oligarcas rusos y Estados Unidos perdió el respeto por el equilibrio financiero. Todos sabemos que unas sanciones económicas no son suficientes. Tendremos tiempo de retratarnos como sociedad.