Visitas al patrimonio subterráneo de Arévalo

Mayte Rodríguez
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Las III Jornadas de Arqueoturismo celebradas este domingo fueron un éxito, con lleno en las tres actividades programadas: recorrido por las bodegas y taller infantil

Visitas al patrimonio subterráneo de Arévalo

Para rematar el programa de actos con motivo de la festividad de Las Angustias, patrona de Arévalo, este domingo se desarrollaron las III Jornadas de Arqueoturismo, cuyo plato fuerte fue una visita guiada a tres bodegas históricas de la villa que se ofreció en dos pases sucesivos en los que se agotaron las 40 plazas disponibles en cada uno de ellos, principalmente por razones de limitación de espacio. 

La visita guiada arrancó en la que quizá sea la más conocida de las tres bodegas por las que discurrió el recorrido, la de Marolo Perotas, que fue lugar de encuentros y tertulias para los intelectuales arevalenses de los años veinte y treinta del siglo XX, entre los que se encontraba el conocido personaje que la da nombre. Se trata, además, de una bodega «decorada con pinturas murales» que aún se conservan, destaca en conversación con este diario Jorge Díaz de la Torre, arqueólogo arevalense encargado de guiar la visita. 

La segunda parada fue la bodega de un palacio que estuvo en la calle Larga, «curiosa y bien conservada» que, además, posee una «arquería de ladrillo» singular. Se trata, además, de la única de las tres bodegas recorridas que no es de titularidad municipal, pero pudo visitarse gracias al gesto de los propietarios, que no dudaron en permitir su apertura para la ocasión. La visita concluyó a los pies del Castillo de Arévalo, en la bodega situada en la calle San Andrés, recuperada hace pocos años pero que aún no está limpia del todo.

El patrimonio subterráneo de Arévalo que conforman las bodegas data del siglo XVI, a partir del cual el cultivo de la vid tuvo un auge en la zona que se extendió al XVII y al XVIIII hasta el punto de que  «el vino arevalense llegó a exportarse», apunta el arqueólogo. Igual que en otras zonas del país, la plaga de la filoxera arrasó con las viñas morañegas entre finales del siglo XIX y principios del XX, «todo desapareció y ya no se repoblaron las vides, así que se perdió ese cultivo», por lo que las bodegas de Arévalo «pasaron a ser lugares de almacenamiento» y, en algunos casos, acabaron sufriendo un declive ante el que, por suerte, se actuó a tiempo restaurándose con mayor o menor fortuna.

En cualquier caso, ninguna de las tres bodegas recorridas están habitualmente abiertas al turismo, de ahí que los arevalenses respondieran tan positivamente a estas visitas guiadas. La buena respuesta de la pobación demuestra que «la gente sí valora el patrimonio y agradece que se lo expliquen», destaca Jorge Díaz, que por la tarde ofreció un taller infantil titulado 'El carnaval de los romanos'.