Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


25 aniversario de la UCAV

22/03/2022

Dentro de unos días, con una Gala Conmemorativa en el Lienzo Norte, pudiera cerrarse el 25 aniversario de la Fundación de la Universidad Católica de Ávila 'Santa Teresa de Jesús'. Desconozco el programa de actos, y tampoco me correspondería divulgarlo. Pero tal vez sí, de algún detalle o de algún personaje casi olvidado. 25 años, las clásicas «bodas de plata», son bastantes para un matrimonio, para una empresa y también, para una universidad. Y eso merece celebrarse. 
El recién llegado obispo de Ávila en 1992, don Antonio Cañizares, traía en sus alforjas la implantación de una universidad privada, una universidad católica; y empezó a remover a la sociedad abulense, a las instituciones financieras, a los políticos y a los ciudadanos. Para Ávila fue un revulsivo en una ciudad apática, con un proyecto ilusionante, por lo que podía representar para la ciudad y para la provincia, un despertar a la universalidad y a la cultura, bastante olvidada por lo público. Pero el parto no fue fácil, y el desarrollo a lo largo de los años, tampoco. Y ¿cómo se crea y se organiza una universidad, desde cero? Había que contar con un proyecto, y una dirección o jefe de obra. La parte material, los edificios, fue casi lo primero. Se concedió por parte de la Diputación Provincial, el uso del antiguo Colegio de Huérfanos Ferroviarios, espléndido edificio de piedra, en forma de arco abierto a la ciudad desde su altura, al noroeste, que tuvo vida durante veinticinco años, después casi abandonado a su suerte, hasta que se instaló allí provisionalmente la Escuela de Policía, mientras se ejecutaban las obras de las nuevas instalaciones, hoy magnifico conjunto policial. Y desde entonces, sede de la Universidad Católica de Ávila. El proyecto debía completarse con una biblioteca, como edificio exento, que fue objeto de un polémico concurso nacional, entre los mejores arquitectos de entonces, y que iba a ser financiado por Caja de Ávila, y del que nunca más se supo; y de un Decanato, en los edificios del antiguo matadero, cedido por el Ayuntamiento, antes de hacer el actual en terrenos de la casa diocesana de Ejercicios, donde hoy se imparten los diversos másteres y alguna Facultad. Y de un largo corredor universitario, entre Decanato y Aulario. Un proyecto de conjunto esplendido.
Para la organización se buscó a una persona muy metida en el mundo universitario, que fue su primer Rector: Alfonso Pérez de Laborda y Pérez de Rada, de ideas avanzadas y novedosas, que intentó poner en práctica durante los dos años en que estuvo al frente de la universidad, de 1995 a 1997, en que fue cesado (¿). Algunos tal vez le recuerden, por lo llamativo que resultaba ver a un cura con un hermoso bigote, personaje casi olvidado, pero que su personalidad pide algún comentario. Pérez de Laborda nació en San Sebastián en 1940, estudio el bachillerato con los jesuitas, y comenzó los estudios de ingeniero industrial en Bilbao, donde se llegó a doctorar en 1975. Entremedias, estudió Teología en Lovaina, de la que se licenció en 1973, obteniendo el título de doctor en Teología en 1978. Sus inquietudes espirituales le llevaron a estar una temporada con los monjes benedictinos de El Paular, y las cosas del destino, cierto día llegó a Ávila, y estuvo hablando con el obispo de entonces don Felipe Fernández García, jovial y abierto como él, que con poco mas, le ordenó sacerdote, a sus 37 años, en la capilla del Seminario. Inquieto, su labor pastoral la ejerció en varios puntos de Salamanca y Madrid, y siendo delegado de pastoral universitaria en Madrid, don Felipe le reclama nombrándole Rector del Seminario diocesano de Ávila. Pero su vocación universitaria le hace rodar por Pittsburg, Íthaca (Nueva York), Lovaina, Roma, siendo su mayor tiempo profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde llegó a ser decano de la facultad de Filosofía, siendo también catedrático de la facultad de Teología en la Universidad eclesiástica de San Dámaso, en Madrid. De todo ello se jubiló en 2010. Es autor de unos catorce libros sobre temas de Filosofía y Teología, fundador y director de Revistas, de un librito de 22 páginas donde desarrolla sus ideas de cómo debe ser una universidad, siendo católica; de muchos artículos y cartas; y de otro librito de 900 páginas, escrito hace diez años, que llamó Paralipómenos, palabreja que recoge la RAE, con significado de «lo omitido», una recopilación de sus pensamientos en voz alta y a la vez escrito, del que solo, como botón de muestra, copio uno de sus párrafos. «Hay que construir entre nosotros tejido social, sociedad civil. Mientras no hagamos esto, viviremos según el cornetín del sol que mas caliente. No parece que nuestra sociedad tenga ideas claras de casi nada. El relativismo del pensar ha sido muy bien utilizado por los que nos gobiernan desde hace años. Piensa lo que quieras. Cada uno discurra lo que le parece o apetezca; pero con una condición: que pienses como yo. Si no, no vale, serás un maldito reaccionario. No serás progresista. Curioso que aún se emplee esta palabra. Si alguna hay que no significa nada, ella es la campeona».
Hoy a sus ochenta y un años, y después de unos años inciertos, ha recalado de nuevo en su Diócesis, y es uno mas en la Residencia diocesana de San Millán, de sacerdotes jubilados de Ávila.