La Magdalena, al sereno

Ana Agustín
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La Procesión del Miserere inició, pasadas las 24 horas, un recorrido por calles emblemáticas como la de la Muerte y la Vida. En el Humilladero se produjo el canto del Miserere tras el encuentro de la Magdalena con el Cristo de los Ajusticiados

Procesión del Miserere. - Foto: David Castro

Puntualmente, a las 24 horas del Martes Santo, el Ilustre Patronato de la Purísima  Concepción, Santa María Magdalena y Ánimas del Purgatorio inició la salida de la iglesia de la Magdalena con tranquilidad. La noche parecía serena. Así lo vaticinaba la luna casi llena que podía apreciarse en el cielo por lo que el riesgo de lluvia parecía disiparse. Se trata de una de las procesiones de la Semana Santa abulense más austera, más castellana y también una de las más recientes, con 20 años de vida. Sin embargo, el Patronato pudiera ser el más antiguo de Ávila (año 1200). Santa María Magdalena salía a hombros de su iglesia, cerrada al culto habitualmente, precedida de un centenar de penitentes, el número máximo que permite el reglamento de la entidad organizadora.  

El sonido de las cajas de tambor y las cajas chinas, junto a las carracas y, como novedad este año, una matraca cedida por uno de los cofrades, datada en los años 50 del siglo pasado, aproximadamente; conferían a la noche unos sonidos especiales, acompañados del arrastras de cadenas y unas pequeñas esquilas con las que se daban las órdenes. Las horquillas de los anderos marcaban también el paso de la imagen.

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Procesión del Miserere.
Procesión del Miserere. - Foto: David Castro
Procesión del Miserere.
Procesión del Miserere. - Foto: David Castro

Sin duda, el recorrido de la Procesión del Miserere aporta parte de su singularidad. En la calle de la Muerte y la Vida, el desfile procesional se detuvo para escuchar el canto de una saeta y, a través de El Tostado, la procesión se acercó a San Vicente y  tuvo su punto de inflexión en la ermita del Humilladero, donde se encontraron el Cristo de los Ajusticiados y la Magdalena, momento que se representa para recordar la concordia que dio fin a un litigio que hubo entre este patronato y el de la Vera Cruz. El canto del Miserere llenó la noche y el regreso a la iglesia de la Magdalena se produjo por la calle de San Segundo.