Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Caos. Dao. Y todo.

20/03/2023

Estoy aquí, hablando contigo, mientras preparo la comida, leo, estoy conduciendo por una carretera costera, jugando al tenis y cantando en un karaoke. Vivo en Australia y subo a la torre Eiffel. Puedo visitar a mi abuela en Murcia y asistir a los horrores de la guerra. Descubro la cura contra el cáncer y elijo mi carrera a mis amigos y relaciones. Soy madre de cinco pequeños y las risas inundan la casa. 
Del caos proviene el orden. En la sopa primordial, paulatinamente, se van diferenciando todos los ingredientes que hacen de este universo «este» universo y no otro. Ciencia que puede ser magia porque no podemos comprender la inmensidad de la infinitud ni lo ilimitado de lo eterno. De la igualdad nace la diferencia. Y la relatividad. Porque todo es contingente (menos José Luis Cuerda, que es necesario). Nada es esencial. Pero dentro de lo innecesario, cada paso precede indefectiblemente al camino y fin. Porque, en efecto, la causa es anterior. Aunque no vea la conexión. Quizá, y solo quizá como todo en este mar de probabilidades improbables, un ser superior engañe mis sentidos y nuble mi mente para conducirme hacia donde ella quiere. Y nada importe. Porque nada importa. Solo disfrutar de este tiempo regalado en este sitio y momento y conseguir que cada cosa me lleve a otra mejor. Unidad, relatividad, espontaneidad y tarea del yo. Este es el dao. Zhuangzi, que a veces no sabía si era una mariposa que soñaba ser un hombre o si era un hombre soñando ser una mariposa, tenía un asidero en su existencia, estaba convencido de «la unidad inmutable que atraviesa la pluralidad de las cosas en permanente cambio, pero que, al mismo tiempo, es la causa de toda forma de vida y movimiento». Quizá esa unidad sea el ser, o quizá la nada. Quizá seas tú o quizá yo. Todo al final se encuentra contenido en el Gran Bagel.
Porque de lo que estamos hablando aquí es de la gran película que ha ganado todos los premios habidos y por haber y que, gracias a su reestreno en cines, he podido ver en esta nuestra ciudad. Y escuchar comentarios de los asistentes que quizá tenían los pies en la cabeza. Ha sido la gran sorpresa para los más puristas y academicistas. Porque una película de ciencia ficción, que marea, que no te enteras de qué va, que parece una de esas chinas de artes marciales, que Cate está mucho mejor, y no te digo la historia de los Fabelman. Pero pasa igual que con El Principito, si te quedas en la superficie no ves lo esencial, porque es invisible a los ojos. Porque Todo en todas partes a la vez (Everything Everywhere All at Once y no como se ha traducido Todo a la vez en todas partes, porque entonces los capítulos de la película parecen desordenados) encierra un millón de millones de universos, y aunque su explicación es más que plausible y para poder contártela necesitaría otro millón de visionados más con sus escenas eliminadas incluidas, es mucho más que una película de multiversos y de posibilidades absurdas donde tocan el piano con los pies o son rocas que pueden moverse (comentario del patio de butacas: que yo sepa las piedras no se pueden mover solas): es una reflexión sobre todo lo que pudo ser y puede ser, lo que es y no está siendo. Y por qué, al final, todo y nada importa.