La soledad del último adiós

SPC
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La limitación de tres personas en los funerales causada por el estado de alarma incrementa el dolor de los familiares de los fallecidos en unas ceremonias frías y deshumanizadas

Dos vigilantes custodian la llegada de un féretro al cementerio de Ávila. - Foto: Ricardo Muñoz (Ical)

Después de más de 23 años de sacerdocio, Vicente Miguélez, un cura rural en pleno corazón de la comarca zamorana de Carballeda, vivió ayer uno de los días más tristes de su carrera pastoral. Fue durante el entierro de un vecino de Cubo, una de las 16 parroquias a las que atiende, cuando comprobó lo duro que resulta dar el último adiós a un ser querido en soledad. «Lo de menos fue tener que ayudar a llevar el féretro hasta tumba, lo peor era ver la falta de consuelo de los familiares. Lo pasé muy mal, me sentí impotente y después del responso, cuando me subí al coche para irme a casa, me eche a llorar hasta que me tuve que detener en un control de la Guardia Civil», confiesa Vicente a Ical.

A pesar de este bajón, este sacerdote tiene claro que antes o después se celebrarán un funeral «como Dios manda y todos podremos dar a nuestros seres queridos el último adiós que se merecen». De forma similar se pronuncia Vicente, Alfredo Lanchero, párroco de Cigales y Corcos (Valladolid), que reconoce que son momentos muy duros para los familiares por no poder celebrar un funeral y también para los sacerdotes, «pero es la situación que nos ha tocado vivir y la tenemos que superar como podamos».

El endurecimiento de las medidas del Gobierno para evitar el contagio ha cambiado por completo las estampas de cementerios y crematorios. Los velatorios están prohibidos y los entierros, sin ningún tipo de ceremonia se limitan a un sencillo responso con la presencia de tres personas, ya sea el fallecimiento por Covid-19 o por otra causa. Todo es distinto ahora. Además, en el caso de los enfermos que fallecen en los hospitales, el dolor se agudiza. Es el caso de María José, una abulense que en menos de una semana ha perdido a sus padres. «Ni siquiera he tenido la ocasión de darles un abrazo de despedida y agradecerles todos los sacrificios que han hecho por mí durante tantos años. De casa al hospital y desde allí a la puerta del cementerio. Todo muy rápido, como si de un mal sueño se tratara».

Para Jonathan Espinilla, laico voluntario de la diócesis de Valladolid que estos días oficia responsos en los cementerios vallisoletanos, el principal desconcierto lo sufren los familiares de los fallecidos por Covid-19, que no dejan de preguntarse por la aparición de esta enfermedad y por la falta de tratamientos.

Funerarias

Aunque de otra manera, el dolor también afecta estos días a los trabajadores funerarios. Miguel Ángel Bravo, con más de 40 años de experiencia en el sector y encargado en la funeraria abulense Isabelo Álvarez, reconoce que nunca había vivido situaciones tan duras y desoladoras como ahora. «Es imposible abstraerse. Yo llevo toda la vida en este negocio y nunca te podías imaginar algo así», afirma, y reconoce que los familiares «entiende lo excepcional de la situación».