Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Es solamente una opinión

24/01/2023

«No hieras a una mujer ni con el pétalo de una rosa». Proverbio persa.

Estamos asistiendo y lamentando, una serie de muertes violentas de mujeres, por su pareja, expareja, novio, o conocido, en definitiva, por un hombre. El número puede ser importante o no. Todos los días muere gente, mucha, por infinidad de causas, a veces también violentas. Sin embargo, aquellas muertes nos tocan alguna fibra sensible de nuestro ser, para asquearnos, por el cómo, no por el por qué, puesto que no existe ninguna justificación para matar, y mal haríamos si nos fijáramos en eso. Se intenta buscar mayor protección a las víctimas, con medios policiales, siempre insuficientes, pulseras con localización GPS, mas alejamientos por disposición judicial, penas más severas, aunque defectuosas leyes con mucho contenido ideológico, consigan todo lo contrario; todas son medidas insuficientes, mientras no se busque el origen del mal, la causa o causas, para que estos hechos se produzcan. Hemos oído que es mejor prevenir que curar. ¿es esto posible aquí? ¿se ha estudiado a fondo, sin politiqueos, por personas cualificadas apolíticas, no solo que analicen el problema, sino sus causas primeras, a partir de las cuales podrían hacerse las soluciones? No sabemos lo que pasa por las cabezas de esos desgraciados, para que solo vean que la muerte de la mujer es su solución; a veces su suicidio, tampoco justifica la muerte de la mujer. Solo quieren hacer daño, el máximo posible, que a veces se extiende a los hijos. Esto no cabe en una mente sana, sin embargo, ocurre, por desgracia con demasiada frecuencia. Ni los anuncios, ni las manifestaciones públicas, que a veces quedan solamente en autoridades o funcionarios de alguna administración, cortan estas locuras. 
Otros ataques a la mujer, no con la muerte física, si con algo que muere en su interior, son las agresiones sexuales, por uno o por varios «machos», siempre con violencia física o química, cuando queda suprimida la voluntad de la víctima. La libertad, del sí o no, es lo mas importante, como dijo Cervantes en El Quijote. «La libertad, Sancho, es una de los mas preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres» (un inciso: el mejor escritor en español, utilizaba el genérico «hombres», donde todos los seres humanos quedaban incluidos, y no andaba con las tonterías de los géneros diferenciados de hombres y mujeres. Qué horror si hubiera escrito así) Aquí también hay algo que no funciona en las mentes de esos depredadores sexuales, son mentes enfermas y obsesivas con el sexo, no con el amor. El hombre se vuelve bestia, y la razón queda nublada por ese deseo.
Prevenir, prevenir, prevenir. En la familia, en los colegios, en la sociedad. La mujer, en cualquier edad, no debería sentirse atraída por el hombre, de cualquier edad, hasta el punto de llegar a la sumisión. Y el hombre, de cualquier edad, debería empezar a respetar a esa adolescente, ya desde el colegio. Todos en este mundo tenemos un rol importante, el varón física y cerebralmente, debería aprender el respeto, la consideración hacia el otro ser que es la mujer, para una total convivencia que algún día podía acabar en un amor sano. Tal vez ella debería aprender o recordar, que es un ser excepcional y distinta al hombre, en el proceso de la vida, y que es imprescindible en este mundo. No podemos olvidar la configuración sensual de la mujer, atractivo que se da en la naturaleza para que el macho se sienta atraído por la hembra, aunque existan otros motivos. La interpretación de aluna ley islámica, extremadamente arraigada en algunos pueblos un tanto bárbaros mentales, anulan la voluntad de la mujer negando su sensualidad visible a otros hombres. No lo comparto, pero así es todavía, en estos pueblos anclados en la mas oscura Edad Media. En otro orden no comparable, pero con cierta similitud formal, las primeras órdenes religiosas femeninas, también las masculinas, tomaron el hábito total, donde todo el cuerpo queda tapado, excepto la cara que, a veces, también era oculto por un velo, como yo he visto en monjas de la Encarnación. Mas el ser humano está dotado de un sistema racional, que puede y debe tener la componente del respeto, la contención, y el saber ser y estar, que solo debería ver aquí a la mujer como un ser humano, igual que el hombre. Tal vez mucho hay que hacer en pro de la igualdad, supresión de un machismo histórico, pues las diferencias que se dan entre sexos, no tienen por qué repercutir en diferencias sociales, no para que la mujer haga o sea lo mismo que en un hombre, sino para que sea ella misma en su plenitud femenina. Educar, educar, educar, siempre con tiempo suficiente para el desarrollo de la persona y de la personalidad. Los cerebros enfermos podrán tener otro camino, que serían la inevitable excepción. La educación debe llevarnos a ver al otro ser, hombre o mujer, como complementario, tal como es, y tener una mente sana, que no se consigue con imposiciones, sino con una mirada y una mente limpia.