Teresa guía el Viacrucis alrededor de la Muralla

J.M.M.
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Cientos de fieles acompañaron a la talla del Santísimo Cristo de los Ajusticiados en su recorrido penitencial, que regresó cuatro años después a las calles de Ávila en una madrugada del Viernes Santo

Teresa guía el Viacrucis alrededor de la Muralla

El espíritu de Teresa de Jesús ha guiado el Viacrucis de Penitencia que en la madrugada de este Viernes Santo se ha celebrado alrededor de la Muralla de Ávila, en la Jerusalén castellana que un día vio a nacer a la gran mística abulense. En una Semana Santa de reencuentros, de recuperación de emociones y sensaciones, no podía faltar la esencia de la Santa abulense, en un Año Jubilar en el que se conmemora el IV Centenario de su canonización, y esa presencia se escenificó ayudando a la oración en una de las grandes expresiones de la Pasión abulense, como es este Viacrucis que organiza el Real Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz, con la colaboración de COPE Ávila, en el que la espectacular tallar del Santísimo Cristo de los Ajusticiados volvió a guiar ese camino de Jesús hacia la Muerte y su posterior Resurrección.

Cuatro años han pasado desde que el Santísimo Cristo de los Ajusticiados salía a la calle en la madrugada de otro Viernes Santo por última vez (los dos últimos no lo pudo hacer por la pandemia y en 2019, aunque se celebró el Viacrucis alrededor de la Muralla, no pudo presidir esta espectacular talla anónima del siglo XVI el recorrido por la lluvia) y en esta ocasión cientos de abulenses le acompañaron en ese camino, si cabe más unidos a Él que nunca.

Ha sido un Viacrucis especial, en el que se ha rememorado el que San Pablo VI realizó en el Coliseo de Roma en 1977, que tuvo como hilo conductor textos de Santa Teresa de Jesús, a quien el propio pontífice había nombrado recientemente Doctora de la Iglesia en 1970. Aquel Viacrucis fue el último del papa Montini, y contó con la aportación del carmelita español Tomás Álvarez. El papa cumplía así el consejo de la mística, que recomendaba contemplar la Pasión y "pensar las penas que allí tuvo, y por qué las tuvo, y Quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó".

A las cinco y media de la mañana, con una puntualidad minuciosa, el Santísimo Cristo de los Ajusticiados traspasaba la puerta de la Catedral de Ávila para adentrarse en la madrugada abulense, en una noche serena, templada, iluminada por una Luna que tampoco quiso perderse esta cita. Las lecturas fueron guiadas, un año más, por Auxi Rueda, contando con la participación de José María García Somoza, Pablo Martín, Jorge Pato y Ana Blanco, con el acompañamiento musical del Coro Gregoriano de La Santa, y bajo la dirección técnica de Manuel Gutiérrez. Era el momento de la primera estación de un viacrucis que ha discurrido rápido, sin pausa, completándose el recorrido en poco más de una hora y media.

La segunda estación, Jesús carga con la Cruz a cuestas, llegaba al paso del Cristo bajo la puerta de los Leales, para seguir su recorrido hacia la puerta de San Vicente, junto a la majestuosa basílica que acoge a los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta, donde coincidió la tercera estación, en la que Jesús cae por primera vez al suelo. La hilera de fieles, que apenas se estiró esta madrugada, aglutinándose muchos de ellos en torno al Cristo de los Ajusticiados, se encaminó a continuación hacia la Ronda Vieja, oteando en el horizonte el monasterio de La Encarnación, primera clausura de la Santa andariega. Era el momento de la cuarta estación, en la que Jesús encuentra a su madre, momento idóneo para recordar a Teresa de Cepeda, a la Virgen de la Caridad que tanto guio a Teresa de Jesús en su oración, a todas esas madres que se desviven por sus hijos, y este año especialmente a esas madres ucranianas que se han visto obligadas a huir de su país para poner a salvo a sus hijos. Resuena en la noche abulense, como no podía ser de otra manera, el Stabat Mater. Son las 6 de la madrugada.

Al paso por la puerta del Carmen llega la quinta estación, en la que el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz. No hay descanso y pronto se llega a la avenida de Madrid, donde la Luna desde su balcón privilegiado posa su mirada en el Crucificado. La sexta estación, en la que la Verónica enjuga el rostro de Jesús, coincide con la llegada al Puente Adaja. El sonido del río Adaja, pletórico en estos días, fluye en la noche estrellada. Poco a poco la procesión se encamina hacia el momento más duro del recorrido, la Cuesta del Hospital Viejo, cuyo ascenso se inicia escuchando la séptima estación, en la que Jesús cae por segunda vez al suelo, extenuado, pero se levanta.

Los penitentes que empujan al Cristo de los Ajusticiados lo hacen con brío, ayudados por los devotos que no pierden su estela, aunando todos esfuerzos en ese camino que esta noche apenas encuentra descanso.

Ya se ha cubierto el primer tramo de la Cuesta del Hospital Viejo, alcanzándose el Atrio de San Isidro, y llega la octava estación, en la que Jesús consuela a las mujeres. Son las 6 y media de la mañana y aún es noche cerrada. El ascenso de la comitiva no se detiene, apenas unos segundos cuando llega a la altura del Arco de la Santa, donde al fondo se encuentra la casa natal que vio nacer a Teresa. Es el momento de la tercera caída de Jesús, la novena estación.

El Calvario donde Jesús será crucificado ya está ahí. Al paso junto al Arco del Rastro es la hora de la décima estación: Jesús es despojado de sus vestidos. El Coro Gregoriano de la Santa entona "Vivir sin vivir en mí…". La sombra del Cristo de los Ajusticiado se proyecta sobre la Muralla mientras avanza por el Paseo del Rastro. "Muero porque no muero…" Llega la undécima estación: Jesús es crucificado. A un lado queda la iglesia de Santiago.

El fin del camino se aproxima y al doblar el Cristo de los Ajusticiados la curva donde empieza la calle San Segundo, junto a las tres cruces del Calvario que han marcado la senda alrededor de la Muralla, Jesús muere, y lo hace rodeado del pueblo abulense que le ha acompañado esta noche.

El ritmo se acelera y llegando al Cimorro de la Catedral se da lectura a la décimo tercera estación, en la que Jesús es bajado de la cruz. La hilera de fieles se dispersa a su llegada a la plaza de la Catedral. El paso avanza por la calzada para acceder de nuevo a la Catedral y cuando llega a su puerta se entona la décimo cuarta estación, en la que Jesús es sepultado. Suenan las señales horarias de la siete de la mañana. Todavía no se atisba el alba del nuevo día. El obispo de Ávila, José María Gil Tamayo, que ha seguido toda la procesión detrás del Santísimo Cristo de los Ajusticiados, lanza un último mensaje, destacando la presencia de Santa Teresa que "nos ha ayudado a caminar".

El Viacrucis culmina en el interior de la seo abulense, presidida por la estampa del Cristo de los Ajusticiados, y rodeada de todos los que han participado en esta estación de penitencia, que reciben la bendición de monseñor Gil Tamayo. Ávila, un año más, se ha transformado en la Jerusalén castellana en la madrugada del Viernes Santo.