Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Tres semanas que se van a hacer largas

12/03/2022

El próximo día 2 de abril, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, será nombrado presidente del PP por aclamación como siempre ha pretendido y se dará paso a una nueva etapa en el partido que tiene la primogenitura del centro derecha español, en la que se espera que marque su impronta centrista y moderada, la imagen que se ha forjado a lo largo de sus cuatro mayorías absolutas en Galicia, donde ha desarrollado un nacionalismo muy moderado y echó el freno a la ultraderecha.

Quedan por tanto tres semanas hasta que se produzca el advenimiento de Feijóo a la calle Génova, que se le pueden hacer muy largas si se mantiene en la indefinición de la que ha hecho gala en el primer asunto de gravedad política e institucional que le ha caído en las manos, ver como entraba VOX por primera vez en un gobierno regional, encabezado además por uno de los 'barones' con los que se le supone mayor sintonía, porque ambos discrepaban del alejamiento del centro del todavía presidente del PP, Pablo Casado. Un Casado convertido ahora en el baluarte contra la ultraderecha según convenció a los líderes del Partido Popular Europeo, que no debieron escuchar su discurso en la Convención Nacional de Valencia, que podría haber firmado el mismísimo Santiago Abascal.

La semana comenzó mal para el futuro presidente del PP, si lo que pretendía era dar un vuelco al partido y transmitir una idea de que había comenzado a cambiar. La intervención de la coordinadora general del PP hasta que se celebre el congreso extraordinario de Sevilla, Cuca Gamarra, en la sesión de control al Gobierno, en la que acusó a Sánchez de inacción utilizando la coartada de la guerra de Ucrania, demostró que el PP no estaba dispuesto a bajar el nivel de crispación ambiente. Y aún quedan otras sesiones de control antes de que tome posesión y decida si sustituye a la portavoz parlamentaria y cambia tono y formas, y si se comienza a visualizar su intención de llegar a acuerdos con el Gobierno, sin intentar imponer su programa electoral como pretendía Casado.

Sería una ingenuidad pensar que todo lo que ocurre en el PP en estos momentos es al margen de lo que diga o piense Feijóo, que se ha lavado las manos respecto a la decisión de Fernández Mañueco, quien, a tenor de sus últimas declaraciones parece que se ha contagiado en solo veinticuatro horas del lenguaje de su nuevo socio, a la hora de hablar de las cuestiones culturales en las que VOX dará la batalla.

Y queda la incógnita de si la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, va a tender la alfombra roja a su homólogo gallego antes de que se convierta en su jefe de filas o le tomará la palabra sobre la mayor libertad con la que van a contar los 'barones' regionales para desarrollar sus políticas. Porque Feijóo no debe perder de vista que frente a sus propuestas centristas al menos sobre el papel antes de que comience a ponerlas en marcha, Ayuso sigue siendo la preferida de los votantes del PP porque desarrolla una crítica implacable hacia el presidente del Gobierno y sus políticas con la que ha frenado a Vox, a base de mimetizarse con sus propuestas.

Quedan tres semanas en las que a Feijóo no le va a ser suficiente ponerse de perfil y algo tendrá que empezar a decir. Aunque sea a sus militantes.