Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


El periodismo amordazado

21/01/2022

Entramos en un nuevo año, y seguimos asolados por un derrumbe económico de gran magnitud y sajados por la exigencias de unos partidos nacionalistas totalitarios que pretenden que el resto de los españoles les mantengamos sus chiringuitos.
La debilidad de un presidente al que ni le salvan los dos consejos de ministros semanales resulta cada vez más evidente. Su permisividad es de tal envergadura que los amigos de lo ajeno que le mantienen en la poltrona hacen de su capa un sayo y pretenden ir más allá de su totalitarismo para, además de no cumplir las sentencias, imponer sus normas a todos los mortales que no piensan como ellos.
Aunque ya lo había adelantado hace un año nuestro presidente, los chantajistas indecentes han decidido que solo les pueden escuchar sus homilías aquellos representantes mediáticos que estén de acuerdo con ellos; es decir, los que ya saben que no les van a hacer preguntas incómodas y les van a replicar los titulares que ellos diseñan en sus oficinas ideológicas.
Sus argumentos, indefendibles en cualquier democracia menos en la española, son muy especiales: la falta de respeto. Insisten en sus declaraciones que «hay que tomar medidas para que se restablezca el buen funcionamiento de las ruedas de prensa en el Congreso, sin poner en riesgo la libertad de información y el buen clima que siempre ha existido».
Vamos a poner un poco de orden: la falta de respeto es una constante entre sus señorías, quienes han convertido el hemiciclo en un escenario para el fomento del odio, el insulto y los malos modos (recordemos el escandaloso «seminario» sobre «Los 6 de Zaragoza»). No son ejemplares sus señorías al utilizar una verborrea impropia de su representación que dejan en evidencia su escaso nivel cultural -ya no digo intelectual, que no lo tienen muchos de ellos-. La segunda cuestión es ¿cómo debe funcionar una rueda de prensa? Poco saben de periodismo los señores diputados que se atreven a dar las pautas profesionales a quienes asisten a escucharles diariamente. Eso sí, lo único que saben hacer es hablar y seleccionar a quien responden o no, como si ellos fueran los que además de exponer lo que tengan que decir se hicieran las preguntas.
Así, la flor y nata de los partidos más transparentes, democráticos y constitucionalistas -esto es, toda la izquierda- son los que quieren imponer la mordaza periodística porque no participan de «burbujas mediáticas de ultraderecha» (Rufián, dixit). ¿Pensaba en TV3? El cinismo del portavoz de ERC llega a tal nivel que ni se inmuta con sus palabras porque sabe que él forma parte de la ultraizquierda, esa que demuestra un día y otro su superioridad moral sobre los pobres españoles de a pie, los que le pagamos su sueldo y el de toda la tropa que le acompaña.
No habría periodismo si no se plantearan preguntas incómodas a los representantes políticos. Para hablar de qué bonito es todo, para eso que se tomen una caña en el bar del Congreso.
Como bien señaló Fernando Savater «El mal histórico de la izquierda es considerarse la única con derecho a gobernar». Ese es el problema del fascismo totalitario, del fascismo que siempre ha consolidado la izquierda y la extrema izquierda, especialmente a lo largo del último siglo y medio. En este sentido recordemos los exabruptos de Pablo Iglesias en su momento y, ahora, de Yolanda Díaz, cuando se atrevieron a decir en el Congreso de los Diputados que tanto el PP como Vox «nunca gobernarán este país» (o sea, España).
Pero del periodismo amordazado pasamos al periodismo borreguil y subvencionado, el que ha renunciado a ejercer su profesión como debe ser. Esos seres que han decidido no rebelarse con quienes le dan de comer, que ocultan todos los problemas que pesan sobre las cabezas de los españoles, que miran hacia otro lado cuando se producen injusticias, que no denuncian lo que está ocurriendo a diario en España. El periodismo solo lo practican cuatro medios que han decidido mantenerse fieles a sus lectores por encima de ciertas prebendas. Estamos asistiendo al ocaso del periodismo en España. La credibilidad de los medios, en general, está por los suelos. Es muy triste tener que decir esto, pero es así.