Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Aquellas fosas

20/12/2022

Historia y memoria de la historia desde su conocimiento. Que fría seria la vida sin la luz del conocimiento. Hace unos meses un reputado historiador español, sí, los hay, no piensen ustedes que no, pues sigue habiendo intelectuales en el mundo de los instagramer y los youtubers o como ustedes quieren hablar de las panaceas metaversianos de futuros remotos pero inteligentes, decía que la diferencia entre Alemania y España, aquélla desnazificó el pasado totalitario y ésta, nuestra España, querida para unos denostadas para unos pocos, todavía no hizo el ejercicio de desfranquización. Vaya palabro, señor lector. Cualquier día la academia quizá hasta plantee incluirla en su magno diccionario. Quién lo sabe. De todo o casi todo, hemos visto, vivido y otras cosas «vieredes» como los clásicos de la lengua alguna que otra vez acuñaron.
Pero es de fosas, como las miles que todavía en España están cerradas a cal y canto. A ignominia y olvido, pues ya hasta los hijos de los allí sentenciados, ejecutados y arrojados, ya han muerto. Para vergüenza de un país y de un pueblo que no sabe enterrar en paz a los suyos y sin embargo hace buenas elegías a quién se preste hacerlas.
Viene al caso hablar de fosas, en un país donde no queremos saber la mayoría de las mismas y no cerrar el pasado con la excusa de no abrir heridas, no puede existir mayor hipocresía, ¡qué curioso!, cuando en Mariupol, allí en esa Ucrania que ya no vemos tan asiduamente en telediarios ni en periódicos, ¡cuán cansan las tragedias ajenas!, se habla de más de 100.000 muertos. Solo el tiempo nos dará la cifra real, como las imágenes que no queremos ver de la vesania y la muerte que el ejército ruso están perpetrando con una ilegítima e ilegal invasión de un país soberano y al que se está destruyendo metódica, catódica e inmisericordemente. No puede haber mayor crimen, lesa humanidad cuando hablamos, se nos dice, miles de ejecuciones. No son imágenes superpuestas ni ficticias, ni falsas. El hedor a horror y muerte es más putrefacto que toda mentira y cinismo en dosis pestilentes y cínicas.
El presidente ucraniano se pregunta estos días qué más tiene que hacer Ucrania para ingresar en una prometida Unión Europea. Y creo que aquí, todos, aún dentro de nuestra inmensa cobardía y relativismo feroz, deberíamos responder con honestidad. 
Malos tiempos para la honestidad. La víctima que como la verdad es la primera que contumazmente es perseguida y pisoteada. 
Fosas, cuerpos, asesinatos, ejecuciones, violencia desalmada, aniquilación, devastación y silencio. Rompamos el silencio porque ese nos vuelve a matar una y otra vez. Rompamos el miedo. Hágase la verdad sobre lo que allí está sucediendo. Conózcase, divúlguese, porque solo así aprendemos de la abyección que toda dictadura es y aplaca y aplasta todo derecho y toda libertad. El resto banalidad, mentira, hipocresía y mirar hacia otro lado. Conviene no olvidar que nuestro país es y ha sido un país de fosas, muchas aún hoy selladas por el silencio y la desmemoria así como la inacción de algunos gobiernos que callaron y negaron o simplemente no quisieron hacer y fueron organizaciones y entidades de otros países los que financiaron el mero hecho de recuperar y enterrar dignamente a un ser fusilado.