David Herrero Muñoz

El sacapuntas

David Herrero Muñoz


Afiliados y responsabilidad democrática

10/07/2022

Cuando se habla de «democracia interna en los partidos políticos», o más bien, de la falta de ella, los politólogos nos solemos centrar en la responsabilidad de los aparatos partidistas para tratar de demostrar que son estos los que impiden, o dificultan, que se desarrolle una democracia plena en el funcionamiento de estas Organizaciones. 
Una pregunta que nos debemos hacer es si los afiliados de los partidos políticos se implican y hacen lo suficiente para mejorar en este ámbito. O, como sucediera con la llegada de Fernando VII después de su cautiverio por Napoleón, y metafóricamente hablando, al igual que hicieran los súbditos de aquella época, son felices gritando «Viva las cadenas del pueblo español», en el contexto partidista, «Viva las cadenas del afiliado».Jurídicamente se pueden regular derechos, libertades, procedimientos… pero si no estamos interesados en ejercerlos y reclamarlos, sobre todo cuando no nos interesan en un momento dado, por motivaciones propias, el problema no es, al menos únicamente, de la legislación vigente, ni de las cúpulas, sino de los propios afiliados. 
Si analizamos, a nivel de Estados, cómo se ha pasado, en múltiples ocasiones, de regímenes totalitarios, autoritarios... a sistemas democráticos, observamos como en su mayoría esto se ha producido por impulso de abajo a arriba, por movilizaciones, rebeliones… de la ciudadanía. Aunque las reformas democráticas se hayan promovido por las propias élites de una dictadura, como en España durante la transición, no deja de ser una respuesta a lo que se está pidiendo en la calle, que en caso de no atenderse, podría llevar a situaciones poco deseables e incluso violentas, como nos demuestran decenas de sucesos a lo largo de la historia.
 Si esto lo hacemos extensible a los partidos políticos, tienen que ser sus propias bases las que se movilicen, con contundencia, para que los dirigentes reaccionen, aunque sea de un modo utilitario o instrumental, ya que tienen que ser conscientes de que lo que hoy les favorece mañana les puede arrinconar, dejándoles fuera de cualquier opción de acceso a los diferentes cargos, públicos u orgánicos.
 Hay partidos políticos, como el Partido Popular, que en sus Estatutos señalan, acertadamente, que «las sedes deben verse como un foro de participación social, información y propuestas». Ahora bien, el primero que debe ver las sedes como un foro de participación social, información y propuestas es el afiliado. Esto no siempre es así, pero ¿por qué? ¿Es responsabilidad del partido? ¿Es responsabilidad del afiliado? Cuando éste  tiene expectativas políticas, su voluntad de participación está condicionada, ya que aunque pudiera hacerlo, no mostraría posturas discordantes, a no ser que la dirección esté debilitada y se posicione, estratégicamente, junto a los que más posibilidades tendrían de sustituirla, lo que vuelve a ofrecer un comportamiento político sesgado. Una de las cuestiones está en si la participación, en términos democráticos, implica y es entendida como una vía de aportación y mejora (ideas, propuestas…) con unos mecanismos jurídicamente establecidos, o una simple suma del afiliado a la exposición dominante, con una apatía manifiesta a informaciones alternativas, por interés, e incluso por subditaje o radicalismo político. En la segunda coyuntura no estaríamos ante un problema de funcionamiento no democrático del partido, sino ante una reacción estrictamente personal, racional o irracional. 
 Los encargados de los partidos políticos, por lo general, no reciben con entusiasmo la existencia, ya sea de forma abierta o en la clandestinidad, de corrientes que difieran de lo articulado oficialmente. Cuando surgen, parecen responder, en la práctica, a afiliados, o grupos de afiliados, que en un momento dado se ven desplazados y que pretenden ocupar, o volver a ocupar, ciertos cargos. Hasta que se produce ese desplazamiento, esos mismos afiliados, normalmente, no se habían preocupado de aspectos como la «democracia interna», simplemente porque les favorecía el statu quo existente y posiblemente se vuelvan a olvidar de ella en cuanto recuperen peso e influencia, o controlen el partido.
Si atendemos a la libertad de expresión, más allá de la que puedan ejercer los cabecillas de posibles corrientes, es decir, centrándonos en las bases, es posible que nos encontremos con un elevado número de afiliados que no se planteen realizar ningún tipo de esfuerzo intelectual para formular otros argumentos, plegándose a un ideario. O, más bien, el ideario, difundido por los líderes de opinión y los  diferentes medios de comunicación, en especial los que tienen una línea editorial más afín. En el contexto actual, internet y las redes sociales cada vez tienen más presencia, produciéndose un flujo comunicacional mucho mayor, con lo que la libertad de expresión  puede ser un derecho ampliado en cuanto a sus posibilidades, pero, de momento, lejos de estar suficientemente aprovechado.

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