José Pulido

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José Pulido


Buenas noticias

10/12/2022

La noticia apareció publicada en la prensa hace unos días. La Banda Ancha Ultrarrápida llegará al 100% de la población de la provincia de Ávila en 2025. Lo había dicho en la localidad de Maello la Secretaria de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales, María González Veracruz, durante una visita a las obras de instalación de estas redes que deben asegurar a los ciudadanos un servicio esencial como es el de la conexión digital, sin el que no hay futuro posible para ningún pueblo. Disponer de una conexión de garantía con internet asegura actividades que se han vuelto tan necesarias como el teletrabajo, el comercio digital, la educación online o la telemedicina.
A lo largo de la historia, la aplicación de las nuevas tecnologías ha transformado a las sociedades y construido su futuro. Tanto como las nuevas ideas que transportan. Y en este momento crucial en que entramos de lleno en la sociedad de la información, disponer de infraestructuras básicas como la Banda Ancha nos resulta imprescindible para no perder ese tren. Si hay algo que puede detener la despoblación del medio rural y hacerlo de nuevo atractivo para vivir en él será la tecnología digital. No es la condición única ni la panacea, hacen falta muchas otras cosas más, pero sin ella, será imposible. 
Hablamos por tanto de futuro tras una noticia aparentemente poco trascendente que podemos leer y pasar página enseguida. Hay otras similares, que encierran la semilla del progreso, pero a las que apenas se da importancia, eclipsadas por el escándalo, la indignación o la polémica que llenan las primeras páginas de los periódicos y ocupan el primer lugar en los informativos de radio y televisión. 
Porque este comentario, esta reflexión a pie de página, no va de una mirada visionaria el futuro, ni de diagnósticos sobre cómo cambiar el curso de la Historia, sino de la tristeza que produce la observación de nuestra rabiosa actualidad en la vida nacional, de nuestro presente más próximo. De la guerra y de cómo va el mundo, ya ni hablamos. La instalación de una red ultrarrápida, el debate sobre la construcción de un hospital o de un modesto centro de salud, los proyectos de una empresa, el arreglo de una carretera, desaparecen frente a la violencia verbal, el enfrentamiento, la polarización que inunda nuestra sociedad y que contemplamos cada vez que accedemos a cualquier medio de comunicación, red social o vía informativa que elijamos. 
Una polarización que se ha apoderado de la vida política y que peligrosamente contagia a otros muchos sectores de la sociedad. Parece que quienes están obligados a dar ejemplo de capacidad de diálogo y de entendimiento para solucionar los problemas de los ciudadanos,  no son capaces de utilizar otra herramienta que el insulto, la mentira o la descalificación.  
No cito ninguno de los temas que causan escándalo y división entre los ciudadanos, hay de sobra para elegir. No miro ni a uno ni a otro lado de la esfera política. La manipulación, las falsedades, la falta de respeto al contrario son de todos los colores. Con ellas el común de los mortales no comemos ni obtenemos ningún beneficio. Aunque, por supuesto, es muy numerosa la corte de personajes que viven, y muy bien por cierto, de este monumental teatro de la mala uva. Recuerdo que mi madre me decía de pequeño que con buena educación se llega a todas partes. Hoy me temo que no me daría ni para cruzar la calle.
Es un lamentable panorama que nos puede hacer fracasar como sociedad y llevarnos a escenarios poco deseables. El discurso del odio, la descalificación absoluta de quienes  no piensan como nosotros es una peligrosa conducta que solo lleva al enfrentamiento. Tenemos demasiados ejemplos como para pensar seriamente en lo que hacemos y que no nos lleven por ese camino.
Me apunto por tanto a los proyectos, a las iniciativas de cualquier tipo que quieran construir, a los encuentros, a las noticias en fin que me hablan de personas que se preocupan por sus semejantes, que trabajan para resolver problemas, que se equivocan y son capaces de rectificar, de reconocer errores propios sin echarle toda la culpa a los demás. En fin, pequeñas noticias de gente normal, sin odio, sin sal gorda, sin malos malísimos en la bancada opuesta y buenos angelicales siempre en la mía. Una dieta informativa baja en sal, también en azúcar, que baje la tensión, que ya sabemos lo mala que es para la salud.
Y ya que estamos cerca de las fiestas navideñas, desear para todos  los imprescindibles salud, dinero y amor, y que un poco del espíritu navideño, de la tolerancia y la comprensión hacia nuestros semejantes nos duren todo el año.