Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


Manejar el mando

07/01/2022

Como bien señaló Javi Salado en una de sus viñetas (16-12-21) Pedro Sánchez le ha pasado el mando de España/este país a Gabriel Rufián. Resulta increíble en una democracia como la española -aunque ya queda muy poco de esto- que el presidente Sánchez, por mantenerse en la poltrona, se haya humillado tanto hasta ponerse de rodillas. Su debilidad es tan evidente que bajar al fango del Ebro no ha servido de consuelo. Pero ya sabemos que Sánchez es un hombre sin escrúpulos, un arribista, un pretencioso indolente, impúdico, pendenciero, rastrero, al que todo le vale con tal de viajar en helicóptero y avión un día sí y otro también. Por eso, inventa lo indecible, sigue con sus cortinas de humo, para evitar cualquier mal dato que pueda soliviantar al ciudadano español adormecido.
Sobrevivir como presidente de un país, vegetar días y días sin hacer nada, dedicarse en exclusiva a su belleza y dar homilías vacías de contenido y sin sentido, debe resultar agotador; y lo entiendo, porque trabajar por sacar adelante a los españoles es un engorro que le obliga a ponerse el mono de trabajo y arrinconar su vestuario personal. Por eso, para que se note lo menos posible, evita pisar la calle, el Congreso y solo se esfuerza por viajar hacia ninguna parte, arroparse de los suyos -porque sus aplausos le alegran la vida- y hablar mal de los demás, sobre todo porque no son capaces de entenderle.
A Sánchez le oímos decir una vez: ¿de quién depende la Fiscalía? Pues ahora y antes hace lo mismo con nuestros dineros: Con el dinero de los españoles hago lo que me viene en gana. Por ejemplo, pagar doblajes mil a empresas afines y a otras -como discotecas de amiguetes- que pasaban por ahí, para así conseguir que un rufián le apoye los presupuestos.
Y es que el sector audiovisual, sin ser el que más ayudas recibe del panorama industrial español, siempre ha estado dispuesto a pedir. Pero si antes se centraba todo en la producción de películas -largometrajes y cortometrajes- ahora se introducen nuevas vías que llegan hasta las plataformas nacionales e internacionales. Como han visto que producir audiovisual en España es una bicoca, pues todos van a aprovechar lo que hay. Y si hay algún parlamentario republicano, nacionalista y extremista que aboga por estrujar al gobierno de turno para conseguir que sus amigos se vean beneficiados por el dispendio, pues mucho mejor. Ya sabíamos de antemano que lo de Netflix solo era un argumento para ordeñar más la vaca del Estado; mejor, para aprovecharse más del incauto español. Y que al final, como siempre, la solución a la presión republicana y nacionalista vendría por el mismo cauce de siempre: los impuestos a los españoles. El Gobierno y todos los que han montado el numerito ya sabían de antemano cuál era la salida: que las plataformas internacionales no tendrán que cumplir la cuota que se quiere imponer de contenidos doblados a las lenguas cooficiales, dado que una de las claves de la normativa audiovisual europea es "el principio del país de origen". Y de esta guisa, solo las plataformas radicadas en España estarán obligadas a cumplir dicho "pacto" entre Sánchez y republicanos y nacionalistas. Como esto supondrá un coste adicional importante para todas, finalmente se llegará a una solución fácil, como siempre: dichas empresas recibirán "algunas" ayudas del Gobierno para que se "animen" a cumplir con "la Ley" y los devaneos del presidente.
Con este estilo y manera de actuar, Sánchez se ha empeñado en confirmar que el Estado es él y solo ÉL. Y con su alargado dedo en fusión con aquellos mortales que le son afines (sé que Miguel Ángel se revolvería al ver cómo "La creación de Adán" se hace añicos), consigue multiplicar por miles las cabezas de quienes disfrutan de las prebendas de su líder en un sinfín de despachos inoperantes. Pero ¿qué supone esto? Tenerle que aguantar mítines insulsos, repetitivos, aplaudirle y levantarse para que su líder alcance el éxtasis sixtino celestial. Poco trabajo para tanto beneficio personal. Que no le gusta tener el mando es un hecho; siempre ha puesto en otras manos todo aquello que le competía como primer ministro del Gobierno de España.