Con el corazón en Ucrania

M.M.G.
-

Ucranianos residentes en Ávila y abulenses con seres queridos en aquel país, relatan a Diario de Ávila la «angustia» e «impotencia» con la que están viviendo los acontecimientos que tienen al mundo en vilo

Con el corazón en Ucrania - Foto: Diario de Ávila David Castro

El mundo entero mira estos días con suma preocupación a Ucrania. Las noticias que llegan hablan de guerra, bombardeos y muerte. Y el temor aumenta. Sobre todo para aquellos cuyo corazón vuela cada segundo hacia el este de Europa. Porque es su tierra de origen. Porque tienen allí a sus seres queridos. O por ambas cosas. 

Kristina Dolgova se encuentra entre los abulenses de adopción que viven con «angustia» e «impotencia» todo lo que ocurre cerca de su casa. No en vano, la conocida profesora de ballet de Ávila proviene de la región de Dombás, donde viven en la actualidad su madre, su hermano, su cuñada y su sobrino de sólo dos años.  

«Estoy súper preocupada», comienza a contar a Diario de Ávila Kristina, que vive estos días colgada del teléfono, «para ver si siguen vivos». Así de duro. Kristina no pone paños calientes a la situación que los suyos, vecinos de la ciudad de Donetsk, en zona pro rusa, sufren a diario.  

Con el corazón en UcraniaCon el corazón en Ucrania«Ellos escuchan los bombardeos y escuchan disparos en la ciudad», nos cuenta Kristina lo que, a su vez, le cuentan sus familiares. Y se angustia. Cómo no hacerlo.

«Lo peor, dicen, son las noches. Dicen que es horrible, que suena mucho, que tiemblan las ventas», se entristece la bailarina.

Kristina, que, conoció Ávila gracias a sus visitas con el Ballet Donvas, nos cuenta también que su hermano, de 45 años, no ha sido reclutado por encontrarse ingresado en el hospital por una dolencia en el corazón. «Pero los hombres no salen a las calles porque, si les ven, les llevan a la guerra», explica Kristina, que nos habla también de como, pese a todo lo que allí está ocurriendo, la gente trata de hacer una vida lo más «normal» posible. «Pueden salir a hacer la compra y poco más», prosigue describiendo Kristina una situación que, por otra parte, quiere dejar claro que no es nueva. «Nosotros llevamos así desde 2014», subraya Kristina, que desde ese año no puede viajar a su casa por miedo a la guerra.

Ahora la situación ha empeorado aún más, claro, y ni siquiera, se entristece, puede enviar dinero a su familia. «Es una impotencia total», dice, y lamenta hasta el infinito no poder hacer nada por ayudar a quien más quiere. ¿Querría traerlos a España?, le preguntamos. Claro, nos dice. «Pero ellos tampoco quieren salir de allí, es su casa», plantea una situación en cierta medida comprensible. 

Y aunque quisieran, lo cierto es que tampoco podrían hacer nada. «El tráfico aéreo está cerrado. Los trenes tampoco funcionan...», comparte lo que su familia le cuenta en primera persona.

«La gente lleva allí ocho años escondiéndose y guardándose», prosigue Kristina hilvanando un relato en el que habla también de cómo la relación personal entre rusos y ucranianos nunca ha sido mala. Ella, nos dice, tiene muchos amigos rusos. «Ynunca hemos tenido un problema con ellos. Ellos hablan ucraniano, nosotros rusos... Lo que se ha hecho ahora es poner en contra a unos y otros, es horrible», se duele Kristina, a la que dejamos pendiente de las noticias. «Pero sigo las que llegan de allí. Con las de aquí no sabes quiénes son los buenos y quiénes los malos». 

Pendientes de Nadia y María. Hablamos también con Valle Trincado y Felipe Silvela, ganaderos abulenses, con dos preciosas preocupaciones en Ucrania. Porque ellos llevan varios años acogiendo en Ávila de forma temporal a María y Nadia, dos hermanas gemelas a las que quieren como si fueran sus hijas y de las que están pendientes las 24 horas del día.

María y Nadia, que pasaron la última Navidad en Ávila, viven en un horfanato en la ciudad de Kiev, la capital de Ucrania. «Ellas están muertas de miedo», comienza a contarnos una «angustiada» Valle, que al menos, dice, ha podido hablar con las niñas a diario en estos días. La última vez, este mismo jueves. «Para nosotros nuestra mayor preocupación ahora es poder contactar con ellas, saber que están bien», nos dice la madre abulense de estas dos pequeñas de once años, cuya 'banda sonora' ahora son «los helicópteros que sobrevuelan Kiev muy bajo».

Ahora mismo, María y Nadia, como tantos otros niños, no acuden a clase. «Les dicen que es por el covid», se entristece Valle al pensar las mentiras piadosas que los padres y profesores tienen que decir a los niños para no asustarles. Pero la realidad es que las niñas ven cómo en su residencia se está vaciando el sótano para, llegado el caso, cobijar allí a los pequeños.

Ante esta situación,Valle y Felipe están haciendo todo lo que está en su mano por poder traer a España a sus niñas. «Varias asociaciones de España e Italia están trabajando juntas para aunar esfuerzos», nos explica Valle. La idea sería poder trasladar a los niños por carretera a la frontera con Polonia para que, allí, ellos mismos pudieran recogerlas en persona. «Pero está súper difícil», reconoce esta joven ganadera, que nos habla de Kiev como una ciudad «colapsada».

«No nos queda otra que esperar. Rezar. Intentar tranquilizarlas y tratar de mantenernos nosotros tranquilos», se despide de nosotros serena Valle.

A todos ellos y a los que se encuentran en una situación parecida, les mandamos todo nuestro cariño.