Donde habita el silencio

MÓNICA PURAS (SPC)
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Calles sin un alma, un panorama sombrío y un vacío desgarrador que contrasta con el bullicio de antaño es la triste estampa que reflejan centenares de pequeños municipios que desaparecen lentamente

Donde habita el silencio - Foto: Javier Pozo

Algún sabio hizo famosa la frase de que el silencio es aquello que perdemos con cada paso que damos a la modernidad. Se oyen los últimos latidos de muchos pueblos que pronto se apagarán y quedarán en el más profundo silencio. 

Recuerdos, propiedades sin valor, vandalismo, zarzas y maleza se harán con el control de gran parte del paisaje de los municipios en serio peligro de extinción. 

La demotanasia, palabra acuñada por la investigadora Pilar Burillo para definir «un proceso que tanto por acciones políticas, directas o indirectas, como por omisión de las mismas, está provocando la desaparición lenta y silenciosa de la población de un territorio que emigra y deja la zona sin relevo generacional y con todo lo que ello significa, como la desaparición de una cultura milenaria, aquella que la Unesco intenta proteger bajo el término de Patrimonio Inmaterial» es acuciante en este país.

La despoblación amenaza al 53 por ciento de los 8.000 pueblos de España. Uno de cada tres municipios ha perdido más del 25 por ciento de sus habitantes desde el año 2000. Además, actualmente existen 311 localidades en las que no vive nadie de menos de 20 años y otras 402 donde más de los vecinos superan los 65 años. Sus residentes ya no miran al futuro, viven el presente. Sus muros y piedras están abocados a la nada. El panorama es sombrío para estos lugares desamparados.

Así lo revela el informe La población en España: evolución en el silo XXI, situación actual y perspectivas de futuro elaborado por la Consultora de Comunicación Stratego, que analiza el progreso de la población en cada una de las localidades entre 2000 y 2018 (últimos datos disponibles) y las edades de los moradores de esos lugares en base a los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística. 

La demotanasia, como también se conoce este fenómeno de despoblamiento, muerde las provincias de Burgos, Soria, Segovia, La Rioja, Asturias, Zaragoza, Guadalajara, Cuenca, Teruel, Castellón y Valencia. Todo languidece.

A pesar del crecimiento de la población en la entrada en el siglo XXI, el 62,86 por ciento de las localidades han perdido habitantes, un total de 5.111. En regiones como Asturias, el silencio se oye, nadie merodea en sus calles empinadas, solo algún gato irrumpe en un extraño decorado, donde el descenso de residentes afecta a casi el 90 por ciento de sus pueblos. También en Castilla y León (1.245 municipios), Castilla-La Mancha (363), Aragón (217), País Vasco (110) y Extremadura (88). Podríamos llegar a decir que la densidad de población es como si vivieran 16 personas en todo Mónaco o cuatro en Ciudad del Vaticano. 

Por el contrario, el bullicio ha devuelto la alegría a 715 localidades donde durante el mismo tiempo su padrón ha crecido un 50 por ciento, y se concentran en Cataluña (177) y la Comunidad de Madrid (111). Pero este fenómeno escasea.

Lo que realmente prolifera y se multiplican son las aldeas con menos de 100 habitantes, pasando de 913 en el año del estudio a los 1.333 que se contaban en el pasado ejercicio, lo que supone un incremento del 46 por ciento. Sin embargo, hay excepciones, como en el País Vasco, que ha pasado de cuatro ayuntamientos con menos de un centenar de vecinos a no tener ninguno por debajo de esa cifra. Enfrente se sitúa Aragón, con la cifra casi duplicada, de 138 a 209.

Los datos del INE revelan que el año pasado había 14 localidades con menos de 10 residentes y se concentran en tres Comunidades Autónomas: siete en Castilla y León, cinco en Castilla-La Mancha y las dos restantes en La Rioja.

Los dos lugares con menos empadronados en 2018 fueron Illán de Vacas en la provincia de Toledo, y Villaroya, en La Rioja, ambos con apenas los que cubren los dedos de una mano. Uno más tenía Estepa de San Juan, en territorio soriano.