M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Adaja en cinco catas

11/01/2022

1- Poema. «Adaja va, lentísima corriente / por tu dorada piel embellecida, / lamiendo con su lengua tanta herida / como el tiempo te hizo. Bajo el puente / recita el agua casi balbuciente / la flor de los romances, la perdida / canción…» Estos versos son el inicio del quizás mejor poema que al río Adaja se le haya dedicado. Su autor, Jacinto Herrero Esteban, vertió hermosas palabras sobre la tierra abulense a la que tanto amó, pero que a cambio tan poco recibiera.
2- Memoria. Si seguimos la hipótesis de Eduardo Tejero Robledo, el nombre de nuestro río deriva del árabe Azdaya, traducido como río de la granja. La ciudad nace a sus orillas lentas, en un lugar estratégico en torno a una colina culminada, desde siglos, por la catedral. El río va a ser agua, energía, pesca, higiene, riego y mucho más durante los dos primeros milenios de la ciudad. ¡Será su alma y vida durante tanto tiempo!
3- Heridas. Hace unas décadas, en 1994, el río pudo ser totalmente alterado en su configuración a su paso por la ciudad, pues el Ayuntamiento pidió a la Confederación Hidrográfica del Duero su encauzamiento. O lo que es lo mismo, convertirlo de río vivo a canal de agua. El proyecto aprobado era un cauce artificial casi rectilíneo de entre 70 y 100 metros de ancho, que iba desde el llamado puente del Papa al azud de la otrora Fábrica de Harinas. Desde la asociación Manqueospese la Veré –apoyados por los grupos ecologistas Colectivo Cantueso y ADECAB– hicimos un recurso y una propuesta alternativa de proyecto ante la Confederación. Ésta, a través de su presidente, nos contestó que «A la vista de las sugerencias expuestas en su escrito así como otros condicionantes técnicos… se va a proceder… a respetar el cauce del río Adaja.» Podemos decir que desde el asociacionismo activo salvamos para los abulenses este tramo del río, y su orilla derecha se convirtió en un paseo.
Lo que pervive, desde hace muchas décadas, es el problema de contaminación de las aguas debido a los efluvios dañinos vertidos en ellas desde las poblaciones e industrias situadas en el Valle Amblés, sin que haya conciencia del problema ni proyectos de solución. 
4- Olvido. La mejor política en gestión de ríos es dejar que sean cauces de vida natural en la que la acción del hombre los altere lo más mínimo. Esta política no es abandono, sino una apuesta activa por sus valores naturales y culturales. Hoy, el río se ha convertido en un no espacio del que no se recogen las basuras tiradas en sus orillas, no se retiran las ramas y troncos sobre su cauce caídos, o no se conservan sus elementos singulares culturales. Buen ejemplo de esto último lo tuvimos cuando se derribó la antigua Fábrica de Harinas –antes Real Fábrica de Algodón- y que podría haber sido sede –edificio y entorno– del Museo de escultura de la Fundación CAPA, lo que habría supuesto un activo cultural y económico. Pero el abandono hoy lo encontramos también en el azud de la Fábrica, ese muro de piedra tallada en el cauce del río que desde hace unos años está siendo ocupado por arbustos y otras plantas que amenazan con destruirlo, pues sus raíces terminarán por derribarlo. Ni Confederación, ni Ayuntamiento, ni Junta parecen preocupados por su cuidado y pervivencia como legado histórico para el futuro.
5- Futuro. Se escribe en el presente. Hoy, totalmente ausente. La ciudad debe de mirarse, de nuevo, en el río a cuya orilla nació.