José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Faltos de luces

25/11/2022

–«Gloria a Dios en las alturas/ recogieron las basuras/ de mi calle ayer a oscuras/ y hoy sembrada de bombillas…».
—¡Qué contento te veo, alcalde! ¿Qué andas cantando?
—Serrat, hombre, Serrat, que se jubila este año. Y viene muy al pelo hoy.
—¿Por las basuras? Cada vez parece haber menos contenedores; no hacemos más que recortar en el contrato, no lo renovamos y pasa lo que pasa. ¿O es por lo de la calle a oscuras? Vaya birria de farolas nos dejaron en herencia, sí, aunque también es otro contrato que no hemos sacado…
—¡Qué basuras ni qué farolas! ¡Las bombillas, hombre, las bombillas! Esta noche encendemos el alumbrado de Navidad; para un año que por fin lo tenemos todo a tiempo y no nos dan las uvas. ¡Hay incluso pista de patinaje! ¡Lo nunca visto!
—¿No es un poco pronto? Todavía falta un mes; parecemos yanquis de esos, que empiezan Navidad nada más pasar Acción de Gracias. Por cierto, fue ayer y no nos hemos comido el pavo.
—¡Déjate de pavo; aquí se come chuletón, como Dios manda! O si no, unas buenas croquetas de cabrito. Y de pronto, nada; estas cosas, cuanto antes, mejor. ¿No has visto Vigo? Menudo tipo, el alcalde. Hace ya una semana que las tiene encendidas, ¡y vaya luces monta! Con razón lo adoran. Además, me dicen que muchas otras capitales también las encienden hoy.
—Ya, pero date cuenta de que estamos en momentos de austeridad energética con lo de la guerra de Ucrania, y hay que ahorrar, ya nos lo dijo el presidente del Gobierno en alguno de sus muchos discursos.
—Vamos a ver, no me vengas con tonterías, que hablamos de unas cuantas lucecillas LED, no consumen nada. Lo afirman los técnicos, que saben mucho, menos cuando se equivocan, que entonces nos meten en buenos líos como con la subvención de la nevada. Esto es el chocolate del loro, hazme caso.
—También lo era el agua de la hípica hace tres años, alcalde, recuerda que lo usamos como reclamo para concienciar a la gente por la sequía. A veces es más el gesto que el gasto, quizás fuese el momento de mandar un mensaje a nuestros conciudadanos.
—¡Sí, hombre, un mensaje! Y se me echan encima los comerciantes —del centro, claro, que son los que cuentan— o los hosteleros, que solo piensan en llenar las terrazas, esas que no pagan desde hace tres años.
—¿Terrazas, con el frío que hace?
—Con frío o sin él: esto es Ávila. Además, como decía, todas las ciudades lo hacen; no vamos a ser nosotros menos, y encima, a seis meses de que me vuelvan a elegir. Entre el lío interno de unos, y los otros, que no saben a quién engañar para que se presente, me lo están poniendo a huevo.
—Hombre, alcalde, tú, que has estudiado políticas, sabes que a veces la valentía consiste en hacer lo que toca hacer, incluso si implica diferenciarse.
—Qué sabrás tú. Valentía no, de valientes está el cementerio político lleno. Astucia, mejor, que es hacer lo que hacen todos —si luego sale mal te puedes esconder en el montón— pero venderlo como si en el fondo fueras el único capaz de hacerlo distinto y especial.
—No sé yo, alcalde, que el espíritu de la Navidad…
—Anda, deja ya de jugar con las pelotas, que también decía Serrat, y vamos a dar al botón de encendido y a patinar, ¡verás qué espectáculo! ¡Histórico! ¡Impetuoso! ¡Homérico!

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