Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Dieciséis añitos fiera

14/06/2022

«Me creía el rey del mundo/con mi lema por bandera/ lo que digan yo no escucho…». Cuando somos pequeños parece que lo más importante es ser el más fuerte —pensé «en la fuerza estará lo mejor»… «gme rebelé contra todo… y me enfadé con el mundo» (letra de la canción de Dani Martín). Atrás quedaron mis dieciséis años –generación EGB-BUP, sin móvil, ni colesterol– con los impedimentos que hacían todo un diario aprendizaje y esfuerzo de superación y es que nos adiestraron en el cumplimiento de las normas, a utilizar por delante el Don para dirigirnos a alguien más mayor y que las cosas había que conseguirlas por mérito y capacidad. 
No pretendo que la nostalgia –en el autocar, de excursión, se cantaba «para ser conductor de primera acelera, acelera…»– nuble la realidad actual. Los tiempos cambian y eso es algo inexorable y sin duda cualquier tiempo pasado no necesariamente fue mejor. Las personas y la sociedad avanzan y progresan. Al margen de estudios e informes sobre lo conveniente u oportuno de las decisiones que debe tomar la sociedad sobre los individuos en la adolescencia lo cierto que a esa edad –15% abandono escolar– la sensatez está en fase embrionaria. 
En España no se es mayor de edad hasta los dieciocho años, momento en que se tiene edad penal para ir a la cárcel, se puede votar o abrir una cuenta bancaria propia. Antes o bien la ley prohíbe otras cosas –salvo si se está emancipado– o se han de hacer con la debida autorización paterna o de un tutor. Los actuales dirigentes, sin embargo, están empeñados en querer hacer mayores antes de tiempo – según para que cosas- a los chicos y chicas de dieciséis años. Uno no sabe muy bien si es porque realmente creen profundamente que eso ayudará a la sociedad en su conjunto o no es más que desviar la atención de otros temas más importantes o simplemente ampliar nuevos caladeros de votos (el paso siguiente). 
Como un nuevo avance para la democracia del país se anuncia, bajo el eufemismo de continuar ampliando derechos y revertir lo que definen como retrocesos. Se puede pasar de curso con asignaturas suspensas, o no estudiar el siglo de oro, ni la generación del 98 e incluso difuminar el descubrimiento de América, pero la excursión de fin de curso la autorizan los padres. Si llega a ser aprobada por las Cortes se podrá abortar sin el consentimiento paterno, pero se mantiene la prohibición de que adquieran y consuman bebidas alcohólicas, drogas y tabaco. Pueden contraer matrimonio, pero no adoptar.
En esta escalada la última propuesta gubernamental consistente en autorizar a partir de los dieciséis el nuevo permiso B.1 para conducir vehículos eléctricos –cuadriciclos– de 90 km/h y peso limitado. La excusa es que Europa lo impone cuando no es así ya que la Directiva en este punto es opcional para unos Estados que como el nuestro avanza en la limitación del coche privado y nos reduce la velocidad en todo tipo de carreteras. Fomentar la movilidad en especial en las regiones rurales de la España vaciada parece el motivo de una decisión que traerá nuevos conductores –casi un millón– y potenciales accidentes. Decisiones así no van a servir para compensar que nuestros hijos vivan peor que sus padres como afirman los expertos y la confianza en la juventud no está en las llaves de un coche. En Ávila, con dieciséis años subíamos y bajamos andando la empinada y empedrada calle Vallespín –repleta de locales– varias veces los fines de semana y no nos rebelamos contra todo.