¿Y si Dios fuera mujer?

María Albilla (SPC)
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La ilustradora Andyn recupera en 'Diosas' una treintena de divinidades que representan la fortaleza femenina a través de la mitología

¿Y si Dios fuera mujer?

El judaísmo, el islamismo, el cristianismo y el budismo son algunas de las religiones mayoritarias del mundo y, en ninguna de ellas, se idolatra a una figura femenina. Sí hay diosas en el hinduismo, otra de las que más fieles tiene, pero Brahma es la primera divinidad, el dios que lo creo todo.

Pero ¿y si dios fuera mujer? De esta idea parte la ilustradora grancanaria Andrea Núñez, Andyn, en su libro Diosas, un título en el que revive a una treintena de deidades con nombre de mujer.

"Las mujeres fuertes, poderosas, aquellas que luchan por su independencia o por la de aquellos a quienes aman han existido siempre, desde que el mundo es mundo y los humanos lo habitamos", relata la ilustradora en las páginas de este cuidado volumen que brilla en cada página.  

Andyn considera que «está en nuestras manos contar de nuevo sus leyendas» porque "es nuestro deber recordarlas, rescatarlas del olvido y hablar de la importancia y del poder que han tenido, tienen y tendrán en nuestra historia".

Arrancan así sus particulares oraciones por este particular monte Olimpo con  Freya, una diosa nórdica de larga trenza dotada de una innegable hermosura a la que se solía invocar para pedir ayuda. La hermosa diosa era deseada por todos los seres vivientes, pero solo ella tenía el poder y el derecho de elegir a quien amar.

Pero Núñez apunta que ella con la historia con la que más se identifica es con la de Lilith (mitología judeocristina) por ser una mujer que se rebela contra las normas que se le habían impuesto para crear las suyas propias. 

"Ella es la representación más pura de la lucha feminista: si hombres y mujeres fuimos creados de igual manera, ¿por qué las mujeres estamos debajo? Lilith se hizo esta pregunta, al igual que nos la hacemos nosotras hoy, y le indignó ver que no había una respuesta lógica. Se rebeló, luchó y decidió demostrar que podía ser quien ella quisiera sin que nadie la obligara a nada. Por desgracia, la condenaron por su lucha, al igual que condenan al feminismo, convirtiendo su imagen en la de un demonio", recalca la ilustradora con un claro tono de reivindicación.

"También me veo reflejada en el momento en el que Amaterasu (sintoísmo) se reconoce por primera vez en un espejo y es capaz de amarse y admirarse. Creo que, aunque podamos ver lejanas estas historias, quizás por estar llenas de magia, no se alejan mucho de la realidad de todas y cada una de nosotras", agrega. 

Pero las diosas que salen de la pluma de esta canaria no solo tienen atributos positivos. También es capaz de ver otros como la vanidad, el ansia de poder o la lujuria. Eso sí, da rápidamente la vuelta a la situación. "Están mal vistas en ellas por ser mujeres. Sin embargo hay otros muchos dioses, pongamos a Zeus como ejemplo, en los que estos atributos están bien vistos. Da que pensar, ¿no?".

iconografía cristiana. Andyn asevera que siempre le ha gustado la historia y la mitología. «Desde que tengo uso de razón». De hecho comenta divertida: "De pequeña quería ser arqueóloga, como Lara Croft". De esa afición temprana surge la idea de empoderar a las diosas como a las mujeres, porque precisamente representan aspectos femeninos que nuestra cultura ha intentado invisibilizar. "Por ejemplo, Coatlicue (mitología mexicana) tiene los pechos caídos porque es madre y ha amamantado a sus hijos. ¿Existe alguna representación femenina occidental que tenga los pechos caídos? Si incluso la virgen María, tras sus ropajes, siempre tiene el pecho terso y bien arriba. Estas diosas han sido olvidadas porque representan la realidad, incluso haciéndolo desde la magia", apunta.

Por eso, dibuja diosas que son mujeres y mujeres que son diosas. Forman parte de la imaginería sagrada, pero la realidad es que no necesitan rostros virginales ni cuerpos níveos. Ellas sangran, se enamoran, sienten deseo sexual, se les cae el pecho y se rebelan contra aquellos que no las dejan ser ellas mismas. Tan reales y tan diosas como Andyn, como usted o como yo. Tan reales como la vida misma.