Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


El hombre que todo lo destruía

20/11/2022

Alguien que le conoce bien definió al hombre que todo lo destruye -su imagen, su carrera- como persona a la que "ni una relación, ni un trabajo, ni una idea, le duran más de seis meses". Hace tres años se convocaron unas elecciones, aquel 10 de noviembre, bajo la promesa de que no iba a hacerse lo que precisamente se hizo cuarenta y ocho horas después de la jornada electoral: convertirle en vicepresidente del Gobierno. El mandatario más atípico del continente europeo. Quiso imponer como moda su torpe aliño indumentario, impuso a sus parejas en puestos públicos, permitió denigrar al Rey, a los jueces, a los comunicadores, al sistema, quiso hacer tambalear la mejor parte de nuestra Historia reciente. Abrazó las causas más impopulares y se marchó hacia la aventura que le valdría el fin de su trayectoria política, convencido, con indudable realismo, de que la gestión no era, no es, lo suyo. Nadie le echó, pero ciertamente no había sitio para él en un Gobierno, en ningún Gobierno.

Desde los altavoces mediáticos que le han dejado, ampara a su impuesta heredera y pareja, y denigra a su otra heredera, que se ha vuelto demasiado libre, demasiado independiente, demasiado popular, demasiado prudente para su imprudente gusto. El hombre que todo lo destruía se aplicó a descalificar a quien osó tomar su propio rumbo, a quien se atrevió a destacar sin su patrocinio, mientras amparaba las insensateces de la primera, que inexplicablemente era mantenida en un Consejo de Ministros tan atípico que muchos de sus miembros no se hablaban con otros.

Con ligereza insuperable tolera o profiere los peores insultos contra magistrados y periodistas, sin que nadie se atreva a pedirle que justifique sus palabras. Odia a varios/as que se sentaron con él en los escaños, y sospecho que es correspondido, aunque nadie lo expresa, por temor a que el destructor trate de hacer lo que mejor sabe con ellos, destruirles. Pero nada puede resultar más enaltecedor que tenerle como enemigo. No creo que pueda dinamitar las alternativas que él, que hay que reconocer que sí supo sacar adelante una formación, la que ahora se está derrumbando, fue incapaz de consolidar.

Ahora, Dios mío, se autotitula periodista crítico. Él, que no ha reunido méritos suficientes para enseñar a futuros periodistas; él, que solo ataca todo aquello que merece la pena y enaltece, sí es sí, lo insostenible. Allá ellos, quienes le siguen dando voz: siempre defenderé el derecho de todos a expresarse. Como Voltaire, daría la vida para que usted, cuyas ideas aborrezco, siga expresándolas libremente. No estoy seguro de que él, el destructor, hiciese lo mismo llegado el caso, claro que no.