Dos décadas corriendo en los sanfermines

I.Camarero Jiménez
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El arevalense Javier Gómez está ya en Pamplona para dar rienda suelta a su pasión, que no es otra que correr en sus encierros, hoy se estrena con los de Escolar y tiene previsto participar cada día, hasta el 14, cerrando con los Miura

Dos décadas corriendo en los sanfermines

Javier Gómez lo tiene claro: «Llevo el veneno de los sanfermines en la sangre». Este joven arevalense esperaba como agua de mayo la vuelta a la normalidad que le permitirá de nuevo estar en Pamplona para ponerse delante de los astados desde hoy, y cada día, hasta el 14 de julio, cuando suene aquello del «Pobre de mí». Ha sufrido, como todos, los dos años de parón por la pandemia y ha tenido, por tanto que esperar ese tiempo para celebrar sus  20 años corriendo en San Fermín.

Fue en el año 2000 cuando, estando en Arévalo celebrando las fiestas de San Victorino, y un poco «de cachondeo», tomó junto a su amigo Fernando la decisión de irse a Pamplona a ponerse delante de la manada. Así empezó y así continuó cada año, puntualmente, hasta que la pandemia hizo su aparición.

Todo se quedó en 'stand by' en el mes de julio de 2019, un año atípico para este arevalense. En el último encierro tuvo que parar, salirse de la carrera y no correr. Dura decisión pero es que «desde que me levanté por la mañana todo me salía mal. Soy supersticioso y en aquel momento no podía controlar el miedo». Le tocó llorar y ver el encierro desde la barrera, como quien dice. Tardó unos meses en superar el pánico que le invadió entonces pero ahora está decidido y ha llegado el gran momento, el del retorno a su pasión. Por delante, no pocos encierros, desde hoy y hasta el jueves y todos los compartirá con el grupo de amigos de siempre. Junto a él estará el segoviano David Muñoz, inseparables y al que no duda en llamar «mi ángel de la guarda». A veces es necesario tener uno de estos ángeles porque sabe Javier lo que es pasarlo mal en una carrera. De hecho es nuestro protagonista de hoy un viejo conocido de Diario de Ávila. En 2017 se asomó a estas páginas con motivo de los sanfermines y no por una buena noticia, todo lo contrario. La manada se lo llevó por delante, sin cornada, pero con una paliza más que importante. Paliza que le sirvió para reconocer su error: «Llevaba unos días corriendo y no había cogido toro así que me metí donde no debía». Maduró y analizó un fallo que además le sirvió para descubrir una realidad que no es otra que la grandísima organización que hay detrás de esta gran fiesta porque «antes de llegar al hospital ya lo saben todo de tí, tu grupo sanguíneo, tus alergías». También antes de llegar al hospital sus padres, que estaban de vacaciones en Peñíscola, sabían del percance porque lo vieron en la televisión. Lo bueno es que él siempre lleva un teléfono en las carreras «si se rompe, compro otro», pero prefiere estar conectado y tranquilizar a la familia toda vez que la carrera ha terminado.

Cuenta Javier que este año le ha pillado la fiesta «un tanto pasado de kilos», pero reconoce que se cuida para darlo todo en unos pocos metros: «Aquí es cuestión de mantener una explosividad en 20, 30, 40 metros, no más» y él está preparado para el regreso. Junto a él está su mujer «que tiene el cielo ganado conmigo» y que no correrá el encierro (aunque lo hizo en una ocasión delante de los Miura), ella esperará pacientemente el whatsap de rigor cuando todo acabe para desayunar después juntos y tranquilamente con el ambiente de San Fermín de fondo. Un ambiente que lleva en el corazón y que de hecho le sirvió de hilo conductor en su boda, celebrada el año pasado y a la que todos acudieron vestidos de rojo y blanco. Lo dicho el veneno de San Fermín les corre por la sangre y Arévalo, su patria también pues para correr siempre se pone una camiseta del Arévalo que «me regaló Ángel, el presidente del Arévalo». Suerte y al toro.