Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


La negatividad vende

05/11/2022

Uno, que ya tiene el culo pelado de escuchar a vendedores de crecepelo, por supuesto de humo, y a predicadores de pacotilla, sin ser un lumbreras y mucho menos merecedor, como otros, de premios Pulitzer, ni nada que se le parezca, lo detectó hace ya más de dos décadas. Por aquellos días en los que empezamos a estar en nómina en el invento del diablo que pueden llegar a ser los medios de comunicación. Por fortuna, también uno contó por entonces con buenos maestros que valoraban por encima de todo a las personas, aunque eso no quitara que apretasen de lo lindo, y bien que se agradece ahora. En aquellos días, ni estábamos sometidos a la dictadura del clickbait ni a chantajes baratos. Y, mucho menos, al «a ver quién la tiene más larga». Con perdón.
Sin embargo, por entonces y también ahora, un patrón permanece: lo negativo vende. Y si Ávila atrae a miles de turistas un puente, pasamos de contarlo más allá de en estas páginas y algún digital local. Pero, ay amigo, si, por ejemplo, se desborda un río… pues ahí estamos. Cuarenta cámaras de medios que en ocasiones confunden Castilla y León con Castilla-La Mancha… Imagínense que la conexión por vía férrea de Madrid con Ávila dejase de ser la peor conservada y una de las más antiguas que existen en la amplia red de trenes española y, de verdad, llegase hasta la capital amurallada un simulacro de AVE. Con eso, nos daríamos con un canto en los dientes. 
Un estudio de la Universidad británica de Cambridge, una de las más prestigiosas del mundo, ha analizado letras de canciones pop que han aterrizado en algún momento en el Billboard –es decir, la lista de éxitos musicales más importante del mundo, además de una publicación, en este caso con base en los Estados Unidos–. Concretamente ese análisis ha tenido en cuenta letras publicadas entre los años 1965 y 2015. Medio siglo da para analizar largo y tendido.
Dicho estudio, titulado «Evolución cultural de la expresión emocional en cincuenta años de letras de canciones», del que se ha hablado bastante en estos días, pero que vio la luz en 2019, asegura que las letras de canciones que más triunfan son las negativas. E incide en otro dato a tener en cuenta: en la sociedad de la opulencia –que es fundamentalmente donde se producen los grandes hits internacionales, de la mano de unas discográficas que han ido calmando el discurso, pero siguen, como toda empresa con la aspiración fundamental de crecer–, las letras son cada vez más desconsoladoras y depresivas. Miedo, tristeza y resentimiento se dan la mano en esa empanada compositiva en la que cada vez tienen menos hueco los sentimientos positivos. Será porque cada vez tenemos menos, y estamos, a la mínima, en pico de odio. Como la vida misma… Aunque realmente deberíamos levantar la vista y darnos cuenta de lo privilegiados que somos. Todos.
Y lo singular es que no se trata sólo de una cuestión cuantitativa, sino que esos temas plagados de nubarrones alcanzan las posiciones más altas en los listados de éxitos. El estudio se paseó por la friolera de 159.015 canciones de hasta seis décadas diferentes. 
El uso del término amor se redujo a más de la mitad. El odio, por el contrario, despega de manera impresionante, en particular cuanto más nos acercamos al momento actual. Esto, en los años 80, en aquellos días en los que ciertas bandas de rock duro se hartaron de majaderías y empezaron a plantar cara a los lobbies del Congreso de los Estados Unidos (y a las mujeres de algunos de aquellos iluminados congresistas), que se dedicaron a pinchar discos de vinilo al revés (flipante), habrían contado con una teoría ridícula del tipo: hay diferentes sectas satánicas financiando a los músicos profesionales –a todos– para que la sociedad en su conjunto se vea influenciada por dichos efluvios malignos y nos vayamos todos al carajo. Más de lo que ya nos hemos ido, porque basta con echar un vistazo al frente para darse cuenta de que algún episodio nos hemos saltado. Y puede que este espectáculo vital acabe resultando como aquel fatídico último episodio de aquella serie de los 2000.
Por fortuna, la sociedad ha ido evolucionando y, poco a poco, como con casi todas las tecnologías y metodologías que surgen, se va dejando de lado aquello que deja de aportar, e incluso resulta nocivo. Pero, ¿habrá alguien capaz de dar la vuelta a la tortilla y revertir lo tremendamente absurdos en que nos hemos convertido? Por desgracia, lo dudo. Mucho. Ya me entienden.