Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Cosas tontas sobre Ávila

31/07/2021

No hay país en el mundo como España, para tener una leyenda negra que, por desgracia, muchos se la creen. Habrá que revisar la historia y enseñarla bien, empezando por los de casa. La ciudad de Ávila tampoco se libra, no de una leyenda negra, pero tiene categoría de bobadas dichas por quienes no deberían decirlas nunca. Pero están en los libros, en boca de algunos guías turísticos y hasta en la Wikipedia, para muchos la única consulta cuando se quiere saber algo. Solamente voy a desmentir algunas tonterías locales, que son más conocidas por nosotros, los abulenses, y que nos hacen sentirnos mal y desprestigiarnos. 
Según cuenta nuestra santa, Teresa de Ávila, a lo que se han añadido por tradición algunos detalles, siendo niña, unos seis o siete años, junto a su hermano Rodrigo, compañero de juegos, un día hicieron un hatillo con algo de comer, y salieron de su casa natal, donde ahora está el convento de los PP. Carmelitas descalzos, la llamada iglesia de la Santa, habiendo decidido ser mártires e irse a tierras de moros a que los descabezasen. Bajaron por la calle de santo Domingo hasta la puerta del Adaja, y salieron de la ciudad cruzando el puente romano-románico. Y fue aquí, en el puente, donde su tío Francisco Álvarez de Cepeda les encontró de cara, y donde no tenían escape, que los llevó a casa con la siguiente regañina; y no en los llamados Cuatro Postes, entonces humilladero de san Sebastián, pues el actual monumento se construyó en 1566, que es donde se establece la mentira. Esta dirección jamás la hubiesen tomado, hacia el norte y oeste, donde ya no había moros malos, y esto Teresa lo sabía, sino hacia el sur, tierras del sur de Andalucía, donde todavía había revueltas de moriscos y de vez en cuanto atacaban sus costas los piratas berberiscos para coger rehenes por los que pedir un rescate. Si este episodio, según lo cuentan, es erróneo, lo es mucho más y más dañino para la ciudad, el dicho que allí mismo Teresa, quietándose la zapatilla, la sacudiese diciendo: “de Ávila, ni el polvo”. ¿alguien, conociendo a santa Teresa, puede imaginarse estas palabras en su boca? A su ciudad natal Ávila la quiso siempre, y fue el sitio donde más años estuvo de su larga vida, y a donde, ya muy enferma, de retorno de su última fundación en Burgos, que la costó más sufrimientos que el primero de Ávila, quería venir a morir, porque ese era su pensamiento, a su monasterio de la Encarnación, torciéndola sus deseos la poderosa Duquesa de Alba que quería estuviese presente en el parto de su nuera, en su castillo-palacio de la villa de Alba de Tormes, donde aparte de no llegar a tiempo, enfermó de tal manera, que allí pasó sus últimos días. Los movimientos y traslados de su cuerpo, salvo las reliquias extraídas del mismo, procedimiento que hoy nos parece macabro, de aquí para allá, con procesos legales que no vamos a resucitar, no son objeto de este artículo.
Otra de las mayores tonterías que he oído de labios de un guía turístico, femenino, fue explicando el monumento a san Juan de la Cruz, en la hoy llamada o rebautizada, plaza Corral de las Campanas. Decía que san Juan estaba representado como Jesucristo. Ante la extrañeza de los oyentes, aclaraba: es que se encuentra entre dos ladrones, Hacienda y la Diputación. Cosa de muy poca gracia, pero que hacía sonreír a los turistas. 
Otra que me hizo más gracia, lo mismo que indignación y conmiseración de aquel pobre guía, cuando dándosela de entendido explicaba a los turistas en el Monasterio de santo Tomas, si en el coro sabrían diferenciar los sitios donde decían se sentaban los reyes Católicos, en cual se sentaba la reina Isabel y en cual el rey Fernando, que son los dos sitiales que están en la primera línea del coro, separados de la sillería de los monjes, y que tienen en el respaldo un águila. Y con gran desparpajo soltaba: pues la reina se sentaba en el de izquierda o norte, y el rey Fernando en el que está junto a la puerta de acceso. ¿y por qué? Pues porque el águila de la silla de la reina luce una hermosa peineta redonda, símbolo femenino ¡santo cielo! Pero ¿qué dice este hombre? Aclaremos a nuestros lectores, aunque no sería necesario, pues les considero bien formados.
La tal peineta no es ni más menos que la aureola, halo o nimbo, disco luminoso que lucen sobre sus cabezas todos los santos, que representa la luminosidad o luz espiritual o divina. Hay varios tipos de nimbos, siendo el redondo para personajes fallecidos, ángeles y también sobre animales en la medida en que estos simbolizan a personajes, como es el caso de san Juan Evangelista, representado por un águila, ya que su evangelio es el más abstracto o de más altos vuelos de los cuatro evangelistas, también representados por un hombre san Mateo, por un buey san Lucas, y por un león san Marcos. La reina Isabel, siendo princesa, tenía una gran devoción a este santo y lucia ya como su símbolo identificativo, aunque más tarde le incorporó al escudo conjunto de los reyes Católicos. Franco resucitó el símbolo del águila de san Juan, por lo que muchos siguen pensando que es de origen franquista, cuando su historia y su significado, le precedió siglos, y aun está ahí mientras no haya algún iluminado o tonto contemporáneo, que lo haga desaparecer.