Elena Rodríguez

Con el rabillo del ojo

Elena Rodríguez


Adiós

05/06/2022

Sabes que esta vez no volverá. Procuras no pensarlo mucho porque te sobreviene esa sensación de cierta angustia ante lo inevitable, no porque sea malo (esta vez no lo es), sino simplemente porque se acaba. El cierre anterior fue mucho menos traumático porque estabas convencida de que una vez más (aunque solo fuera una vez más) volverías a vivir todas y cada una de esas etapas que sin embargo ahora vas despidiendo. Despedida y cierre, no puedes evitar sentirte así. Ley de vida o simplemente crecer; un crecimiento que va demasiado rápido. Así que contrarrestas esa nostalgia precoz por lo que todavía no se ha ido del todo, con la emoción de uno de los escalones más evidentes del cambio de ciclo: la nueva fase que empezará en septiembre. Y entonces te das cuenta de cómo cada vez vas siendo más consciente de todo lo que ha ido o irá quedando atrás. Algunas cosas seguramente no las echarás de menos… o tal vez sí. 
Sabes que llegará el día en el que será innecesario enfundar el sofá porque no merodearán amenazantes manos enchocolotadas, en el que en los cristales no habrá huellas rechonchas, las paredes no darán  fe del vuelo de un helicóptero y el pasillo no se convertirá cada mediodía en un desierto por la arena en los bolsillos o en lugares insospechados. Llegará el día en el que atravesar el salón no será una yincana, la mesa deje de ser el parking más grande conocido de vehículos policiales y el rincón olvide los años en los que fue una subsede del Yupi. Ya no habrá más puentes de cojines sobre los sofás, ni guaridas del androide tras las cortinas. 
Llegará todo eso como llegó el día en el que dejaste de buscar chupetes entre las sábanas, en el que volviste a recuperar tu espacio en la habitación porque la cuna duerme ya en el trastero o en el que el cuarto de baño volvió a hacerse grande sin bañeras y cambiadores. Llegó, casi sin enterarte, un día en el que la encimera de la cocina dejó de parecer la pequeña tienda del biberón y la batidora, un electrodoméstico vital. Y llegó, sin darte cuenta, el día en el que la trona se transformó en silla y pupitre y los pañales desaparecieron de la lista de la compra. 
Llegará, lo sabes, el día en el que nadie te dé las buenas noches diciéndote que te quiere hasta la luna del espacio y hasta el sol del universo infinito. En el que ya no habrá besos interminables a la hora de dormir o no tengas que negociar cuántos cuentos se leen antes de apagar la luz. En el que no cojan tu mano durante el paseo y no corran hacia a ti para abrazarte cuando salen del colegio. El día en el que no cantarás en bucle 'la rana sentada debajo del agua' y esa no sea la última búsqueda en Youtube. Llegará el día en el que las mochilas se bajen de la escalera, la nevera deje ser la pinacoteca nacional de jóvenes artistas y no haya acuarios de cartón y flores de papel en el mueble del salón. Llegará el día en el que no descubras bajo el sofá la oficina de objetos perdidos y los puzzles estén completos. El día en el que la casa ya no parezca la sala infantil de la biblioteca y los libros de colores no te sorprendan en el cuarto de baño. 
Llegará el día en el que nadie te escriba «Te quiero mucho. Mucho muchísimo. Mucho mucho muchísimo» para que luzca en un lugar preferente de tu mesa del trabajo. Llegará el día en el que dejes de meter el Arnidol en el bolso, en el que no vayas a todas partes con una botella de agua y en el que la aspiradora deje de cumplir con la noble misión de ser un súper vehículo de la súper patrulla canina. El día en el que nadie pinte en los cuadernos reservados para cosas importantes y nadie desgaste tu nombre persiguiéndote desesperadamente por la casa. Entonces ya no habrá tardes de rodeo con caballos desbocados trotando en el pasillo, ni pistas de baile improvisadas. Se acabarán los viernes de peli de dibujos y pizza en el sofá, y no habrá a quien subir dormido a la cama. 
Llegará el día en el que todo esté en orden e impere el silencio. Y hasta llegues a echar de menos el caos porque el orden y el silencio solo significarán una cosa: que habrás dicho adiós a todo lo anterior. 

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