Begoña Ruiz

Reloj de arena

Begoña Ruiz


«No a la mina», grito de resistencia

05/06/2022

Diferentes proyectos mineros quieren atacar el valle del Corneja. Ya lo intentaron, en el pasado, compañías extranjeras, ahora es una compañía nacional la que pretende realizar la explotación durante tres años (ha reducido el tiempo a ver si cuela). Sin embargo, por muy poderosas que esas empresas sean, y por muchos subterfugios que utilicen, los habitantes de este valle defienden su tierra con firmas, debates, marchas y reivindicación. No a la mina, es el grito de resistencia de la gente del Corneja.
Los pueblos de Becedillas, Malpartida, Navahermosa, Berrocal y toda la comarca se han unido para oponerse al gran enemigo: la destrucción del hábitat.
 Mi pueblo, El Losar, como su propio nombre indica, es lugar de losas y siempre se ha utilizado como cantera. Antiguamente, si unos recién casados necesitaban dinteles para su nuevo hogar, acudían a los canteros y estos se los proporcionaban. El puente nuevo de Barco, construido a principios del siglo XX, se hizo con la cantera de El Losar, donde las piedras se cortaban a mano, lo cual no supuso un gran impacto ambiental. Puesto que siempre se había hecho, a nadie le sorprendió, y nadie se opuso cuando hace unos cincuenta años, apareció una empresa especializada, apañó un largo contrato con el ayuntamiento y esclavizó al pueblo hasta agotarlo. Quizás ese contrato, en esa época fue justo, ahora es una miseria ridícula, ya que el consistorio recibe un dinero fijo al mes sin tener en cuenta el número de camiones cargados de toneladas de granito azul que salen hacia París o Bruselas. Pues nuestra materia prima no se queda en los alrededores, nosotros no tenemos la categoría de los parisinos y nos arreglan las calles con alquitrán.
¿Qué ventajas ha traído la cantera? Ninguna. Todo han sido descalabros. No ha proporcionado trabajo a gente de la zona, nadie del pueblo ha sido empleado allí. Bueno, debo rectificar porque hace unos meses convencieron a un muchacho para que entrara como peón, (el único que yo he conocido). Lo cierto es que no necesitan mucha mano de obra porque los grandes bloques de piedra se mueven con máquinas. 
El contrato persiste porque los alcaldes cambian cada cuatro años y apechugan con el acuerdo impertérrito que nuestros predecesores firmaron. El resultado es que un hermoso pueblo está siendo carcomido por varios sitios, desde la Bardera hasta el río Tormes. Antes se podía presenciar una bella puesta de sol tras el monte con la que aliviar el alma, ahora se presencia una mutilación absurda entre chopos y pinos, una herida letal que es mejor no mirar, porque el alma se llena de tristeza.
¿Es que la codicia humana no tiene límites? En los siglos anteriores, los europeos esquilmaron América en busca de oro, África en busca de diamantes y ahora también arrasan pueblecillos para conseguir: uranio, feldespato, granito… Este monstruo no para de tragar y debido a las modernas máquinas cada vez traga más deprisa.
¿A qué viene todo este lamento? Solo quiero mostrar una prueba real de lo que le ha ocurrido a un municipio por dejar que irrumpiera una empresa con el cuento de que iban a dar trabajo, riqueza y progreso.
 No se puede permitir que entren ni por tres años ni por uno. No se irán, se llevarán los recursos naturales, destrozarán el paisaje, contaminarán los alrededores y contratarán a una persona para limpiar la imagen. 
La unión hace la fuerza. Seguid luchando y reivindicando «No a la mina». Os admiro.