Pablo Garcinuño García

Vísperas de nada

Pablo Garcinuño García


Habría que prevenir un posible desastre

12/12/2021

Tú solo tomas consomé en Navidad. Habrá otros que no, que lo tomen, no sé, cada martes. Hay gente para todo. Pero la cuestión es que tú solo tomas consomé en Navidad, como el champán y el turrón. La pierna de cordero con patatas panaderas. Bolas de coco. Medio kilo de polvorones. El gambón salvaje crudo especial está a casi 20 euros el kilo. Hubo un año que te gustó la fruta escarchada, pero no toda: la roja y la verde. A las navidades siguientes otra vez ninguna. Los papeles plateados de los bombones los alisas hasta que parecen trozos de espejo y luego los metes entre las páginas de la Biblia del salón. Te entran ganas de vomitar con el huevo hilado. Con el consomé no. El consomé te asienta el estómago.
Llegan los primeros números de lotería al grupo familiar de WhatsApp. El de papá acaba en 4. Lo comparte con todos, claro. Ponen en tus manos 400.000 euros al décimo y tus ojos brillan. Sudor, nervios, incontenible excitación. ¿Sabes la cantidad de gambones salvajes (crudo especial) que podrías comprar con eso? Las últimas tres cifras del décimo de tu hermana son capicúa. ¿Qué puedes hacer? Lo primero tranquilizarte. No va a tocarte nada. Y aún así, sois muchos a repartir. Sois demasiado. Tú has comprado un décimo que empieza por 7. Y qué. Al turrón. ¿Has pensado que le vas a decir a M. de la Navidad? Porque algo le tendrás que decir; me refiero a algo más que hablarle de comida y dinero. Por favor.
Pero no puedes; no quieres; no sabes qué decir porque tú odias la Navidad. No odio la Navidad. Si odias los villancicos y los regalos, y odias al Niño Jesús y a Papá Noel y a los Reyes Magos... si odias todo esto, desengáñate, odias la Navidad. No es exactamente así. ¿Pero qué te ha hecho a ti el Niño Jesús? ¿Eh? Dime, qué te ha hecho. Si el otro día vio uno M. y dijo: mira, papá, soy yo. Se creía que ella era la hija de Dios. Pobriña... Y qué tú, con tus barbas, eras San José. Pero seguramente que también odies al pobre San José, ¿verdad? Eres despreciable.
Oye, yo no os he insultado. Si odias la Navidad es como si nos insultaran a todos. Pero es que no es así. Ya, claro. Ni siquiera odio los regalos; no sé por qué has dicho eso. Lo malo que tienen es que al final acaban abriéndose. No te entiendo, explícate. Es igual que las armas, que terminan por dispararse. Pero un regalo así, envuelto, no me supone ningún problema. Es más, me resulta, no sé, resplandeciente, infinito como una naranja. Pero luego se le quita el papel y... pum.
Entonces, no le vas a decir nada a M. de la Navidad. ¿Y qué quieres que te diga? Algo, joder. Dile algo, eres su padre. Le puedo decir, no sé, le puedo decir, por ejemplo: Habría que prevenir un posible desastre. Apúntalo bien. ¿A qué te refieres? Siempre se avecinan los desastres en estos días. ¿Cómo qué? No sé. Las panderetas. Las salsas de algunas carnes. Un tío borracho en Nochebuena. No sé si sabes que te has convertido en el tío que llega borracho en Nochebuena. ¿Qué dices? Lo que oyes. Vale, pues bórralo. Voy a empezar otra vez.
Querida M: Acoge todo esto con una mueca de indiferencia. Es una niña, por dios. No puede hacer eso. ¿Tú quieres que vea la cabalgata de Reyes con una mueca de indiferencia? Ni siquiera sabe lo que significa «mueca de indeferencia». Pobrecita, se cree la hija de dios y es la hija de un pelele. No tiene sentido lo que estás diciendo. Si me esfuerzo puedo hacerlo mejor. Estamos expectantes. Toma nota; que quede por escrito. Estimada M: Las luces resplandecen, pero no para siempre. Tú sabrás lo que le dices, pero a mí me parece algo realmente bochornoso.