Editorial

La ambigüedad alemana abre las primeras grietas en el apoyo militar a Ucrania

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La ambigüedad con la que Alemania está afrontando estos días su implicación en la guerra en Ucrania ha disparado todas las alarmas entre los aliados occidentales, que han intensificado sin éxito la presión a Berlín para que autorice el envío de los tanques Leopard 2 de fabricación germana, como reclaman Volodimir Zelenski, Estados Unidos y los socios europeos. El veto a la entrega de su arma más sofisticada, y que según todos los mandos militares podría ayudar en este delicado momento del conflicto a inclinar la balanza a favor de Kiev, está abriendo las primeras grietas en el apoyo contra Vladimir Putin. Polonia, la más agresiva hasta ahora, tacha de inaceptable la negativa del canciller Olaf Scholz y avisa con formar una 'minicoalición' de aliados si Alemania no cede. 

La guerra en Ucrania se ha convertido en el espejo de las contradicciones de un país que, por su pasado nazi y un sentimiento de culpabilidad que no acaba de cicatrizar, promociona desde hace décadas el pacifismo y donde nadie hasta hace un año quería escuchar acerca de gastar un solo euro en cuestiones de defensa. Las encuestas revelan esa división entre los alemanes en cuanto se les inquiere por cualquier aspecto del conflicto bélico y, especialmente, sobre el grado de involucración de su país. El ambivalente manejo de una confrontación que, a fin de cuentas, es contra el viejo fantasma de Rusia lleva a que la mesura germana opte por protegerse de Moscú pero sin molestar, de ayudar a Ucrania pero sin comprometerse mucho. El riesgo es que esa estrategia sea tan fallida como cuando confío durante años en domar al oso ruso con contratos generosos.

Sin duda, la decisión de entregar vehículos blindados de combate a Ucrania marca una nueva etapa en la ayuda que brindan los aliados. Ya no se trata solo de entregar armas defensivas, sino de medios para apoyar las ofensivas. Esta nueva fase no está exenta de graves riesgos y amenazas que alimentarán la retórica rusa que presenta a las democracias occidentales como agresoras, pero si queremos ahuyentar cualquier riesgo de confrontación prolongada en suelo europeo se precisa el máximo compromiso para evitar que Putin tenga éxito en su agresión en Ucrania. 

Ha llegado el momento de que Alemania, la principal potencia económica de Europa, supere sus aversiones nacidas de una dolorosa experiencia histórica y esté a la altura del desafío. Así como hace casi ocho décadas fue Estados Unidos quien lideró la liberación de Europa, ahora Alemania está moralmente obligada a apoyar un compromiso común y coordinado en un momento crucial y dar a los ucranianos las herramientas para expulsar a los invasores antes de que se reagrupen.