Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Maldita normalidad

30/12/2022

Asisto a una representación teatral infantil en un colegio, como corresponde a estas fiestas, y me sorprendo preguntándome si el recorrido por lo vivido en los dos últimos años ha sido algo real, una pesadilla o algún tipo de ensoñación. Ya se sabe que la medida del tiempo pasado no deja de ser algo más que una sensación, extendida o reducida al suspiro. Escenificaban los niños la `vuelta a la normalidad` después de dos navidades de confinamientos, aislamientos e incomunicación, y recordaban la abnegación de tantos profesionales en su trabajo y la gratitud inmensa de quienes simplemente nos limitábamos a aplaudir desde el obligado encierro, desde la distancia. Todos creíamos entonces que la traumática experiencia abriría las puertas a un mundo nuevo, una sociedad más humanizada, unas conciencias más agradecidas y al espíritu más comprensivo, menos sectario, intransigente e intolerante.

Quienes tienen la capacidad, la potestad, de impartir consignas nos invitaban a vivir una nueva normalidad, un tiempo de superación del temor y la enfermedad y, por añadidura, una oportunidad para resetear comportamientos. Añadir a la vida aquello que no lastra la convivencia, la comprensión, la solidaridad…

Desgraciadamente a la condición humana, nada para vanagloriarse, se ha unido en este año que termina lo peor de quienes tienen una mayor responsabilidad en ahormar la convivencia. Los políticos han utilizado sus púlpitos para dividir desde la visceralidad, desde la mentira cuando lo han visto oportuno, y han trasladado a la sociedad una tensión malsana, gratuita, víctima de su desmedido afán de poder.

La representación infantil pasaba por alto lo más soez, el cinismo. Sobre el escenario y desde la platea se aplaudía el esfuerzo pretérito, incluso la abnegación de tantos profesionales. Los mismos que en el presente salen a la calle para reclamar en unos casos el derecho que les asiste y en todos, la dignidad que una sociedad anestesiada, cómplice del poder en su ignorancia, aparca en el olvido. Nada aprendimos y la normalidad no es nueva, es la de siempre.

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