Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


¿Qué hay de menú?

10/05/2022

El aparente fin de la pandemia parece que va a devolver al estado de normalidad el sector más castigado por las limitaciones y restricciones adoptadas por los gobernantes (algunas convenientes y sensatas, otras –quizás la mayoría– incongruentes, inadecuadas y equivocadas). Sin embargo, el incremento general de precios es un puñal certero para una hostelería que en el caso de Ávila es su motor económico a falta de sectores productivos. 
Según los datos que comienzan a manejarse todo apunta a un buen año turístico por el regreso del turismo extranjero (preocupantemente insuficiente en Ávila). Bares y restaurantes han visto en poco tiempo como han cambiado las costumbres y tendencias de los clientes, restringiendo paulatinamente un consumo tanto en el extinguido «chateo», como en comidas a la carta. Y es que es el precio lo que atrae o ahuyenta a los comensales. 
El llamado menú del día –plat du jour en versión de la primitiva cocina francesa que con verduras o patatas incluía un pescado o una carne– inició su andadura en 1965 en los primeros destellos de apertura del régimen franquista (su precursor fue en 1849 el duque alemán Enrique de Brunswick). Fue el BOE de 25 de marzo de 1965 donde una Orden ministerial configuró el llamado menú turístico junto con categorización de los establecimientos, la libertad de precios y la obligación de tener una carta de platos y otra de vinos, al menos en tres idiomas (57 años después en Ávila se leen solo en castellano). Fraga Iribarne –ministro de turismo– normalizó un turismo masivo y barato (la hostelería abulense promueve otro turismo altamente arriesgado), y entre las medidas de promoción para atraer a más y más extranjeros estaba esa oferta de un menú económico. 
Ese menú turístico –convertido años más tarde en menú del día– debía confeccionarse con platos de la carta del establecimiento, no como ahora que se hace a propósito o deliberadamente. Según la categoría (lujo, primera, segunda) el cliente debía poder elegir un plato del primer, segundo, tercer, cuarto o quinto grupo acompañado de pan y un cuarto de litro de vino. Solo se exigiría un suplemento si alguno de los platos de menú fueran de alta especialidad. El precio del menú no era libre, sino que lo fijaba el Gobierno a través de una Dirección General específica pues se pretendía canalizar favorablemente la evolución de tan importante sector, de ahí que la exigencia era que el menú tuviera un precio moderado y abundante en cantidad. 
Los pasados días de vacaciones de Semana Santa y del puente de mayo he presenciado como los turistas preguntaban en algún comercio o en la calle que restaurantes abulenses tenían un buen menú del día, lo que traduzco como razonable. Ya que comer a la carta para una familia resulta caro. De todos es conocido que la economía local se sustenta en las «divisas» que dejan los foráneos y es que la oferta se ha de adecuar a la economía del cliente y no al revés.
El menú del día regresó con la crisis económica derivada de la ficticia bonanza que trajo el boom urbanístico que lo había abandonado por una enloquecida propensión por la comida a la carta. Se mantiene con mas o menos reticencias y variedades, volviendo ahora a tener protagonismo obligado por el incremento de la carestía de la vida. Más de medio siglo con el menú del día –ya no turístico– en bares y restaurantes y desde abril, también desde el BOE, con la obligación de agua no envasada gratis, pero jarras no se ven.