Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


Sant YAGO, sorprendente renovación

17/11/2021

Sí, lo sé, era mucho más sencillo haber titulado estas líneas como Santiago… pero, si me permiten, y de ahí vienen las mayúsculas, hoy quiero dedicar esta columna a un amigo mío con ese nombre, y, estando como estoy en Compostela, pues así me ha parecido por doble motivo. Un amigo, hijo de amigos, al que yo llamo "sobrino arrimado", que apunta maneras, aunque de momento algunas cuestiones y debates quedan aplazados para dentro de no tanto tiempo, como por ejemplo el comentario de una o dos de las obras teatrales que hemos podido ver en la muestra arevalense hace unos días.
Y es que, con no mucha puntualidad, desde luego, sin duda ocasionada por las circunstancias, ya estaba deseando venir a tomar las aguas termales que alivien esos achaques de la edad, el reumatismo artrítico que ya nos viene haciendo mella. El Inserso este año se lo ha estado pensando mucho, lo comprendo, la incertidumbre está ahí, por lo que esta empresa de los baños nos ha ofrecido unas ofertas para no rechazar, sobre todo cuando nuestro organismo ya demanda ese tratamiento que alivie los achaques de nuestros huesos. Y es así como me encaminé a estas tierras gallegas, viejas conocidas y disfrutadas tierras, en sus múltiples facetas, las aguas, que al fin y al cabo son el motivo último del viaje, pero también y de forma intensa, el reencuentro con amigos muy cercanos, con esas excursiones del románico rural, con esa gastronomía espectacular, la de costa con sus frutos del mar y la de interior, variedades siempre amplias y suculentas, por no hablar de los vinos, yo prefiero el Albariño, pero cuidado con el Mencía, tanto el gallego como el de nuestro Bierzo...
La verdad es que tenía ganas. Salí muy temprano para llegar a la consulta de la doctora María, porque esto no es un espás, y así, según son las dolencias y el estado físico, así es la propuesta médica. Un viaje con muchas nieblas, primero el gran banco del Duero, prácticamente desde Medina hasta Benavente, y además los bancos menores de Galicia, pero eso sí, cuando lucía el sol, era un día espléndido. 
La "Vila de los Baños" me pareció nueva, en apenas dos años escasos, como que se me presentaba distinta, más tranquila, pero todo era reconocible y entrañable. Este centro termal ya empieza a despertar del sueño del gran bache pandémico. Pero pronto empecé a ver y saludar a gentes conocidas, Picallo el sastre y su mujer Elena, familia entrañable; su hijo Héitor, el extraordinario historiador de estas tierras. Javi el emprendedor del "A Ponte" con sus riquísimos aperitivos con toque de aquí; Serafín el conversador… y mis amigos de Vila García de Arousa, mis mejores amigos y guías por estas tierras de Dios, que me han mostrado los adentros desconocidos y recónditos del románico rural… y tantas cosas más.
Ya me iba haciendo falta, y el reencuentro con las aguas termales prodigiosas tenía que ser paulatino y sin sobresaltos, poco a poco, que el cuerpo se tiene que irse habituando.
Y en el tiempo libre, la primera excursión ineludible, porque es "Año Jacobeo", pues a Santiago y su renovada catedral que ya de nuevo recibe peregrinos. 
Tengo que confesar que tras las últimas visitas, con el gran monumento lleno de andamios y artilugios, que por otra parte no dejaba de ser otro espectáculo, la catedral santiaguesa se mostró espléndida, renovada y con una iluminación tan espectacular como discreta y acertada, casi toda indirecta, y algunas lámparas modernas de buen gusto, que están ahí, aunque casi no se noten. Parece otro edificio, con la sobriedad de la piedra desnuda, o labrada con el románico matheano, y al tiempo con la riqueza cromática de las partes pintadas o doradas, destacando el exultante conjunto del presbiterio, el barroco de angelotes que son como atlantes, que no es de lo mejor, pero han conseguido fuerza y potencia deslumbrante para rodear al Santo, al que de momento no podemos darle el abrazo reglamentario… fue un abrazo virtual, simbólico y tradicional. Santiago, Ya'akov, que pasó al griego como Iakóbos, al latín como Iacobus, y a castellano Jacob y Jacobo. Dicen que es el nombre que tiene más nombres equivalentes, como Jaime, Diego, Jacobo, Yago… el nombre de las mil variantes y del mismo origen. Algunos, cariñosamente e imitando el acento gallego, le dicen "Santiaguiño"…

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