Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Deseos de cosas ya imposibles

30/04/2022

Me gustaría tener un jarrón en casa que siempre estuviera lleno de flores frescas, plantadas por manos conocidas, e incluso por las mías, cuidada con mimo a veces, otras olvidadas y relegadas a las inclemencias del tiempo, que las hacen fuertes y crecer más bellas. 
Desearía que me llamaras un sábado por la noche para decirnos que pongamos El Arcón, porque está muy interesante, están hablando de Delibes, o del Cid o de cualquier cosa, pero es que en ese programa siempre llevan a los mejores, gente que sabe mucho. Ojalá hubieras visto el primer capítulo que dieron después de Navidad. Me gustaría pasar la Nochebuena viendo los premios Surcos o esperar las doce en Nochevieja sin ver nada en concreto, cambiando de canal una y otra vez hasta que empiezan las campanadas. No mirarte al comer las uvas, porque estás haciendo el tonto y bastante tengo con comerlas y no ahogarme, como para que encima me dé la risa. Me gustaría bajar a verte el día de mi cumpleaños, soplar las velas y comer luego la tarta, sin lugar a dudas tu parte favorita de cualquier cumpleaños. Me gustaría que me llamases después de verme en la tele o de leerme en el Diario para darme tus consejos, que serán ignorados en su mayor parte, sobre cómo puedo hacerlo mejor. Desearía que pudiéramos compartir lo que echamos de menos nuestra Tierruca, las ganas que tenemos de ir para allá, contar juntos los días.
Me gustaría despertar oyendo el piar de los pájaros, desde la palidez de mi dormitorio darme cuenta de que ya ha llegado el nuevo día escuchando a malvises y gorriones dar los buenos días. Desayunar al sol, mientras lees en silencio el periódico del día anterior, o consultas tu milagrosa libreta negra, la que siempre tiene la solución a cualquier problema. Me gustaría comer un cocido montañés o lebaniego mano a mano. Desearía pasar la tarde en el porche, leyendo en silencio, mirando el paisaje, hablando tan solo de vez en cuando. Después oír de fondo la película del Oeste, o la de Cine de Barrio, mientras yo sigo con la cabeza dentro de un libro. Que me preguntes si no riego hoy, recordarme cómo tiene que estar la goma, que no se estrangule, porque se puede estropear la bomba. Me gustaría ponerte los ojos en blanco y decirte que sí, que lo sé. Y volver a repetir impaciente esta respuesta cuando me explicas por enésima vez cómo regar, siempre con las hortensias, aunque los rosales eran tu orgullo, las prácticas de regadío siempre las dejabas para ellas. Ansío volver a tomar juntos un chocolate con churros o echar larga la cena, pero no tanto, porque me llamas desde el salón anunciando que ya empiezan los bolos. Me gustaría correr hacia el sofá, tumbarme y coger tu áspera mano mientras vemos el partido y me cuentas las jugadas, intentas sin éxito que entienda como se emboca o me cuentas las mismas viejas historias tantas veces narradas. Desearía verte bailar antes de irte a la cama, poner caras mientras haces el bobo. Anhelo entrar en tu habitación y darte un último beso más, antes de irme a la cama, oírte roncar a lo lejos antes de quedarme dormida.
Pero, sobre todo, me gustaría que estuvieras aquí y que todo esto no fuera tan solo un recuerdo, sino la mera rutina, nuestro día a día. Que las flores no fueran un anhelo. Que no vinieras a verme solo en sueños, que el sueño, o pesadilla, fuera no verte en la realidad.

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