El poema ideal: en el que se siente y piensa en igual medida

D.C
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El poeta Antonio Colinas presentó en el Aula José Hierro su último poemario, 'En los prados sembrados de ojos'

Antonio Colinas, uno de los poetas más reconocidos no solamente de Castilla y León sino del conjunto de la lengua castellana, participó en el ciclo Miércoles de la literatura del Aula de Poesía José Hierro, un regreso a la ciudad de Ávila que le sirvió para presentar su último poemario publicado hasta el momento, un trabajo al que ha titulado En los prados sembrados de ojos.

Explicó Colinas que «en mi obra poética hay como tres grandes etapas, una más emocional y más cultural, una segunda más metafísica y una tercera de tono más humanista», y es precisamente «dentro de esta última donde hay que incluir este libro nuevo… lo que sucede es que a medida que avanzamos en años el lenguaje se va haciendo más condensado, más sintético, y eso se nota especialmente».

Esa economía en el verbo, siguió Colinas, «ya se notaba en mi libro anterior, Canciones para una música silente», una merma en cantidad que no en calidad que viene a demostrar que «el poema tiende con el paso del tiempo a reducirse y también a tener una mayor carga de pensamiento», demostrando que el arte, en este caso, consiste en decir más con menos palabras. Además, añadió, «el poema ideal es aquel en el cual el poeta siente y piensa en igual medida, aquel que también tiene su carga de pensamiento, y eso nos lo conceden el paso del tiempo y la edad».

Otra peculiaridad que define a En los prados sembrados de ojos, explicó su autor, es que «este libro mantiene la unidad que afecta a mi poesía en general, porque reúne todas sus características: emoción, intensidad, pureza formal, el sentido órfico y la musicalidad de la poesía, porque el ritmo del verso es para mí esencial, y podemos decir también que este libro contiene en sus seis partes seis gérmenes de libros, porque son seis partes muy distintas».

Entrando al detalle, explicó que el libro «se abre precisamente en tierras de Ávila» para luego acercarse «a un mundo que a mí me ha influido mucho, que es el de extremo oriente, y tiene poemas sobre India y China»; está asimismo presente «otro tema habitual de mi poesía, el Mediterráneo, porque viví 23 años en Baleares, y eso está recogido en una serie para hablar de ese mundo del que viene nuestra cultura, la grecolatina, lo que pasa es que es un mundo expresado a través de símbolos, el mismo mar, la luz, el bosque».

Siguen unas páginas que llenan «varios retratos de autores, con un poema para mí impresionante que es sobre el día que murió Azorín y que se titula Yo estoy solo junto al cadáver de Azorín, otro retrato sobre el poeta americano Pound y otro sobre Elliot».

Especial importancia tiene una parte del libro «dedicada a retratos de mujeres, que tiene su razón de ser porque la mujer tiene en mi obra un sentido polifónico ya que es el ser con el que convivimos, nuestra amada, la hija, la amiga, la madre… la mujer como símbolo de lo trascendente que viene desde Dante y que en mi obra aparece no solo en este libro sino a lo largo del tiempo, por ese interés constante en ver a la mujer como símbolo poderoso que también remite a lo telúrico, a lo germinal».

El libro, acabó contando su autor, «se cierra con tres poemas que son más largos, uno es el que leí en el Palacio Real con ocasión de la clausura del año cervantino, en el cual hago hablar a Miguel de Cervantes en el momento en que está muriendo; otro, ¿Qué fue de aquellas músicas?, alude a mis años en Italia, viví cuatro años en Milán; y el último aborda el tema de la eterna dualidad y quizás es el que tiene más carga de pensamiento de todos, es un poema traspasado por las preguntas con las que trabaja el poeta a la larga, que son los interrogantes esenciales sobre la naturaleza, el tiempo, el amor, lo sagrado, lo profano, estos asuntos eternos que siempre están en la tradición literaria".