Eloy Sánchez Sánchez

Soñemos despiertos

Eloy Sánchez Sánchez


Tiempo de contrastes

14/11/2022

En el mundo de la fotografía cuanto mayores son las diferencias entre tonos mayor es el contraste. Y de diferenciastonales fácilmente distinguibles va la cosa. Concretamente, entre tradición y modernidad. Tradición como elemento de cohesión social en contraposición con un individualismo imperante y disgregador. La libertad de los antiguos frente a la libertad de los modernos, la libertad de decidir nuestro futuro en común frente a la libertad de ser totalmente autónomo, pueblo frente a individuo. Un contraste histórico. A mi juicio, ejemplo prominente de tal desemejanza es el mundo rural frente al urbano. No como un enfrentamiento entre tradición y modernidad, ni entre libertad positiva y negativa, sino como una forma de evidenciar aquellos elementos criticables o ensalzables de la vida en sociedad. Llámenme paleto o provinciano, pero no puedo evitar señalar las diferencias entre la vida en un pueblo abulense y la vida en una urbanización madrileña, y como en las fotografías, el contraste es alto. No ya solo por el desasosiego, la belleza de lo sencillo o el respirar aire puro, sino por el valor de la vida en sociedad. Y esto no tiene tanto que ver con el desarrollo urbanístico alrededor de la plaza del pueblo,sino con las tradiciones que comparten todos sus vecinos. Desde las procesiones hasta la agricultura, la ganadería y la caza, pasando por los quintos, carnavales, charangas, verbenas y dianas. Todos ellos son elementos comunes a la vida en el pueblo, fiel reflejo de la tradición como depósito de sabiduría acumulada. Lo más destacable es la capacidad que tienen estas tradiciones de cohesionar un grupo diverso de personas, cada uno de su padre y de su madre pero con unas raíces comunes en un poblado perdido de Castilla. Un pueblo que se reúne en torno a la costumbre, que procesa un respeto espiritual a sus orígenes y que gestiona con pasión y cercanía la cosa pública. En contraste, el individualismo dominante en una urbanización metropolitana hace imposible tal unión. Al no existir hilos conductores ni tradiciones, el desarraigo a la tierra predomina y el único vínculo entre compatriotas resulta ser la desvinculación total de la vida en común. A excepción, claro está, de las ilusionantes juntas de vecinos. Nexos inexistentes entre familias potenciados por la necesidad existencial de evitar injerencias externas, todo irá bien si el vecino no molesta. Relaciones sociales basadas en compartir lo mínimo y evitar al máximo las intromisiones. Puede que se trate de un juicio de valor, aunque en tiempo de contrastes entre lo abandonado y habitado, lo decadente y poderoso, tradición y modernidad, pueblo y ciudad, me quedo con el amor a la tierra de nuestros padres. En tiempo de contrastes, unión en torno a la tradición.