Pedro Sánchez se crece

Pilar Cernuda
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El socialista acorta distancias con un Feijóo que empieza a acusar ya las maniobras de desgaste del presidente y está obligado a probar que es un candidato sólido a la Moncloa

Pedro Sánchez se crece

A Pedro Sánchez le ha venido dios a ver. El mismo día que se conocen unas cifras de empleo preocupantes para todos los españoles y también para un Gobierno que celebra elecciones dentro de unos meses; el mismo que la ministra de Hacienda da tres versiones distintas sobre las intenciones respecto al delito de sedición, la misma jornada que se visualiza la profunda brecha que existe entre los socialistas de Sánchez y los que formaron parte de la mejor historia del PSOE con Felipe González, y el mismo día que Sánchez regresa de un viaje africano falto de interés empresarial aunque Moncloa vendía lo contrario, Alberto Núñez Feijóo rompe las negociaciones sobre la renovación del CGPJ y pone en bandeja que Sánchez, que nunca se ha caracterizado por su respeto al adversario, diga a los periodistas que le han acompañado en su gira africana que al presidente del PP «le han temblado las piernas».

No es cierto que Feijóo haya sentido miedo ante el acuerdo, pero se ha equivocado al vincularlo a la modificación del Código Penal para rebajar las penas por el delito de sedición, cuando Félix Bolaños y Esteban González Pons habían pactado separar los dos asuntos precisamente porque creían que era prioritario el desbloqueo de las negociaciones sobre la renovación del Consejo.

Al que le temblaban las piernas era a Sánchez solo de pensar que si no daba un toque al delito de sedición, ERC podría dejarlo sin apoyos para sacar adelante los Presupuestos. Lo dicho, a Sánchez le ha venido dios a ver, y Feijóo tendrá que hacer un esfuerzo ímprobo en los próximos meses para recuperar la imagen de candidato con posibilidades de alcanzar la Moncloa.

Dispone de tiempo para hacerlo, pero probablemente haya comprendido ya que Sánchez no es enemigo fácil, se crece ante la adversidad y no se le puede dejar ni un resquicio libre por el que colarse para machacar sin piedad a su adversario, como están haciendo ahora mismo junto a todo su equipo de Gobierno. Además de su círculo mediático que, desde luego, funciona mejor que el del PP. El primero, apoya a Sánchez por desastrosas que sean las iniciativas que presenta; el segundo, el del PP, solo respalda a Feijóo si hace lo que ellos creen que debe hacer. En caso contrario, leña hasta en el carné de identidad.

Feijóo, además, inició la semana con mal pie. El Confidencial anunció que sigue en cabeza de la intención de voto pero que Sánchez ha acortado de forma significativa las distancias. Todo un toque de atención a un líder del PP que, como dicen sus contrarios, se había instalado cómodamente en el llamado efecto Feijóo y no ha estado suficientemente atento a las maniobras que podía poner en marcha Sánchez para intentar neutralizarlo. Y ha dejado libre esa brecha por la que el presidente y toda su artillería pueden acusarle de todos los males, revertiendo incluso la situación que se daba respecto a Bruselas, crítica con el Gobierno por no tomar decisiones que neutralizaran la evidente politización de la Justicia española.

Sánchez ha visto cómo en cuestión de días ha cambiado su situación electoral. Ha logrado que se visualice la fortaleza y unión del llamado bloque de investidura, que ha dado su respaldo al primer paso de los Presupuestos al no presentar enmiendas a la totalidad, como amenazaban; y no va a tener complejo en aprobar la reforma del Código Penal para conseguir rebajar las condenas de los independentistas catalanes de manera que algunos de ellos puedan incorporarse nuevamente a la actividad política. Eso supondrá, por ejemplo, que ERC esté en condiciones de presentar a Oriol Junqueras como candidato a presidir la Generalitat, con muchas perspectivas de conseguirla a través de un Gobierno apoyado entre otros por el PSC. Y podría permitir también el regreso de Carles Puigdemont a España sin ser detenido.

Por otra parte, la decisión de la ex de Vox Macarena Olona de crear un nuevo partido debilitaría a la extrema derecha, la Ley D'Hondt castiga las divisiones y da mayor número de escaños a formaciones que acuden unidas. 

Esto es un problema para el PP si necesitara en algún momento apoyos de Vox para formar Gobierno, aunque Feijóo no contempla esa posibilidad y confía en conseguir suficientes escaños por sí mismo para no estar obligado a una coalición si finalmente consigue ganar las elecciones. Y está también la situación que se vive en Ciudadanos, que se sigue con el máximo interés tanto en Génova como en Moncloa.

Ciudadanos y fuga de votos

No hay un solo sondeo que otorgue escaños a los naranjas en los próximos comicios, y aunque es probable que se presenten a las elecciones si llegan vivos a la fecha en que se celebran las autonómicas y municipales primero, y a las generales después, es evidente que se producirá una importante fuga de votos de este formación hacia el PP, pero podrían retraerse si el PSOE y Sánchez aciertan en su estrategia de presentar al PP de Feijóo como un partido escorado a la derecha.

Una maniobra que tiene como objetivo también cortar la fuga de votos socialistas hacia filas populares que recogen todos los sondeos. Fugas las de los votantes de Cs y de PSOE que serían la clave de que Sánchez ganara unas elecciones que, hasta ahora, todavía no le confirman los sondeos.

El PP contraataca tratando de captar voluntades de miembros destacados de Ciudadanos. No con la falta de respeto del equipo de Pablo Casado, que instaló en un despacho de Génova al ex secretario de organización de los naranjas con la única función de captarlos. Pero Juanma Moreno, que gobernó en coalición con Ciudadanos en Andalucía, sí ha ofrecido cargos a destacados miembros de ese partido que trabajaron con él. El último de ellos Juan Marín, que fue su vicepresidente de Gobierno y al que ha ofrecido la presidencia del Consejo Económico y Social.

La reacción del partido de Arrimadas ha sido darle de baja como militante y además ha acusado al PP andaluz de una maniobra ilegal, hacerse con la lista de militantes de Ciudadanos para contactar con cada uno de ellos y tratar de atraerlos a sus filas. Los populares niegan tajantemente que se haya producido esa situación, pero ha calado en determinados sectores que puede ser cierto y ha envenenado el clima hasta ahora de respeto mutuo que existía entre ambas formaciones.

Feijóo, pensando siempre en el futuro y en la necesidad de ampliar su mayoría si ganara las elecciones, se ha entrevistado hace unos días con el presidente del PNV, Andoni Ortúzar. El clima ha sido cordial, pero Ortúzar no ha mostrado un solo síntoma de que piense apoyar al político gallego en el caso de que estuviera en condiciones de formar Gobierno, lo que ha sido recibido con satisfacción en Moncloa; el PNV es uno de sus principales socios y además centra a un Gobierno muy tocado por sus cesiones a los independentistas y a Bildu, el partido que más preocupa al PNV porque le pisa los talones en el País Vasco.

Sin embargo, que Ortúzar no haya demostrado ningún tipo de cercanía con Feijóo es lógico: sería impensable que lo hiciera cuando todavía gobierna Sánchez, al que el PNV apoya a cambio de que acepte la mayoría de sus exigencias. Una vez que se celebren las elecciones ya se verá. Lo más importante que hay que ver es si esas elecciones, cuando se celebren las gana Feijóo como dicen las encuestas. o bien Sánchez aprovecha los errores de sus adversarios para sellar un nuevo triunfo electoral.

Es sabido que se crece ante la adversidad, hasta el punto de recuperar la secretaría general del PSOE cuando todo el mundo lo consideraba muerto después de haber sido expulsado del partido.