Se puede decir que Ávila está de enhorabuena. Se agolpan los años jubilares decretados por la Santa Sede, y no es cosa ni habitual ni sencilla de conseguir. Nos encontramos en la recta final del Año Jubilar con motivo de la celebración del IV Centenario de la Beatificación de San Pedro de Alcántara, en medio del Año Jubilar por el IV Centenario de la Canonización de Santa Teresa de Jesús, y este sábado, 15 de octubre, arrancó el segundo Año Jubilar Teresiano que de manera periódica se celebrará cuando este día coincida con domingo después de que así lo decretara el Papa Francisco en 2016. Así, el tercero tendrá lugar, bien desde el 15 de octubre de 2027 hasta el 15 de octubre de 2028, bien desde el 15 de octubre de 2028 hasta el 15 de octubre de 2029. Según se solicite tal y como hemos aprendido hace unos días.

Se acumulan, pero es algo extraordinario y reciente, ya que fue en 2014, cuando el Papa Francisco concedió Año Jubilar Teresiano desde el 15 de octubre de ese año hasta el 15 de octubre de 2015, con motivo de la celebración del V Centenario del nacimiento de Teresa de Ávila.

Y hay que decir que Ávila está de enhorabuena porque esta conmemoración tiene un significado religioso trascendente, vinculado al perdón y la indulgencia para la mayoría de la población de esta provincia, porque a nadie le descubrimos nada si aseguramos que la mayoría admite ser católica -y como muestra la devoción y el fervor que se dejó sentir ayer en las calles de Ávila durante la procesión, y el que se está viviendo en Arenas de San Pedro estos días en los actos religiosos-.

Ya han pasado siete años -que se dice pronto- desde que concluyera aquel primer Año Jubilar Teresiano, y que tuvo un movimiento importante de peregrinos y turistas deseosos de conocer más a la santa abulense que tanta impronta ha dejado en todos los rincones del mundo. Pero la importancia de estos años jubilares sobrepasan lo religioso, ya que arrastran una importante connotación en el ámbito turístico. Y cubierta la esfera religiosa, cabe preguntarse si se está haciendo bien o todo lo posible en el ámbito turístico. Es muy fácil mirar al envidiable Xacobeo -que no deja de ser un año jubilar-, pero no es comparable ni por la historia que arrastra, ni por la trascendencia, ni por la experiencia. Pero sí habrá que copiar alguna cosa buena, y como ya apunté en estas líneas en aquel 2015 apelando a que ojalá no nos pillara con el pie cambiado el Jubileo de 2023, auguro otra oportunidad para 2028 (y son seis años) en los que necesariamente habrá que trabajar desde ya.

Nos adentramos en una época preelectoral, y parece que todo se confunde y ralentiza, pero este es el más claro ejemplo de lo que tendría que arrastrar un pacto por el Jubileo para que en el tercer año jubilar teresiano se note un avance en lo que a peregrinos y turistas se refiere. No ha cambiado nada (o casi nada, o incluso ha ido a menos), el cariz turístico del jubileo. Algo habrá que empezar a hacer durante este año, cuando concluya con la clausura de la Puerta Santa de la basílica de Santa Teresa. Pero sobre todo habría que empezar a montar alguna comisión y oficina para que, independientemente de resultados electorales, se empiece a trabajar en una marca alrededor del jubileo teresiano, siempre bajo el amparo religioso. No es cuestión de competir con nadie, sino con nosotros mismos, y de aprovechar las oportunidades que se nos generan.